Brígida Ridruejo | Militante de SOS Racismo
Una expulsión como un jarro de agua fría
Su pasaporte argelino caducó en manos de la Policía Nacional, y la negativa de Argelia de hacerle uno nuevo le ha impedido empadronarse, otro requisito para poder regularizarse. El Ayuntamiento de Bilbao se negó a reconocer su pasaporte saharaui.
Hace 15 días en SOS Racismo recibimos una llamada de uno de nuestros compañeros desde el centro de internamiento para extranjeros (CIE) de Aluche, en Madrid. Había sido detenido por Policía Nacional hacía tres días, cuando esta realizaba identificaciones de manera discriminatoria a todo el que tuviera rasgos físicos que lo delatase como una de esas personas inmigrantes que, parece ser, tanto molestan paseando por nuestras calles. Nuestro compañero Nafe, joven, saharaui y en situación irregular, se dirigía hacia ADSIS-Bestalde, donde estaba realizando un curso. Esa mañana fue detenido con arreglo a la Ley de Extranjería y llevado a la comisaría, donde pasaría dos días. En esos dos días, pasaron cosas muy graves, tan graves como que no le permitieron hacer la llamada a la que toda persona detenida tiene derecho o que le tuvieron que llevar al hospital de Basurto en dos ocasiones a causa de un cólico nefrítico. Tardaron horas en hacerle caso en comisaría, a pesar de estar retorciéndose de dolor, y se lo llevaron esposado, como si se tratara de alguien peligroso. Recordemos que estar en situación irregular no es un delito, sino una falta administrativa.
El jueves, después de que una jueza en Bilbao decidiera su ingreso en Aluche, fue trasladado a Madrid, en compañía de otra persona de nacionalidad marroquí que también había sido detenida en las identificaciones selectivas. Por suerte, la solidaridad de las personas internadas en el CIE le permitió hacer una llamada con la tarjeta telefónica de una de ellas, para avisarnos de lo que le había sucedido y dar la voz de alarma.
Ultimamente, en Bilbao, hemos dejado de sorprendernos ante una redada o la noticia de que alguien ha sido expulsado. No imaginábamos que esto fuera a pasarle a nuestro compañero, pero lamentablemente un cúmulo de infortunios lo ha hecho posible. Y es que la Ley de Extranjería ya le había empezado a dar disgustos al poco tiempo de su llegada a España: Fue detenido en Ciudad Real, donde le abrieron una orden de expulsión. No llevaba en España los tres años que exige está ley (junto con un contrato de trabajo) para regularizar su situación y así caminar tranquilo por la calle. Además, la policía le retuvo el pasaporte argelino con el que pudo emprender su viaje migratorio. Aquel pasaporte retenido, salvoconducto para llegar hasta aquí, y la Ley de Extranjería, han hecho que los proyectos de Nafe, militante por la causa saharaui y la defensa de los derechos humanos, se rompieran. Su pasaporte argelino caducó en manos de la Policía Nacional manchega, y la negativa de Argelia de hacerle uno nuevo ha impedido durante todo este tiempo a Nafe empadronarse, otro requisito para poder regularizarse. El Ayuntamiento de Bilbao se negó a reconocer su pasaporte saharaui.
A pesar de que no se puede expulsar a una persona sin pasaporte, el viernes 17 de febrero, a las siete de la tarde, montaron a Nafe en un barco en Alicante rumbo a Argelia, para el que no le haría falta pasaporte ya que el barco era español. Una semana antes, SOS Racismo convocó una concentración para pedir su puesta en libertad. Nos decíamos que a Nafe no le iban a poder expulsar, por no tener pasaporte y porque no se puede expulsar a una persona a un país que no es el suyo.
Desgraciadamente, nos equivocamos: a Nafe le expulsaron sin pasaporte, sin título de viaje (trámite necesario según la Ley de Extranjería para la expulsión de una persona) y a un país que no es el suyo. En aproximadamente dos horas el barco llegó a Oran (Argelia) y Nafe estuvo retenido en la comisaría de frontera hasta el sábado a la tarde, más de 24 horas, las que tardó Argelia en hacerle un documento para permitir su entrada en un país que no es el suyo. Entró sin dinero, ni ropa, ni... solo con la solidaridad de quienes se encontró por el camino y que le han acogido y ayudado, personas que Nafe nunca había visto, pero que seguro no va a olvidar.
Esta historia nos ha recordado e incluso nos ha hecho vivir el dolor y el sufrimiento que causa la Ley de Extranjería, destruyendo los proyectos de muchas personas y vulnerando sus derechos, entorpeciendo sus caminos: no solo sus grandes proyectos sino también su día a día, su camino al curso, a la panadería... Ninguna persona es ilegal; es la Ley de Extranjería la que debería ser ilegal, por racista e injusta, por hacer que nuestra sociedad no sea igualitaria, apta para una convivencia sana, y no reconocer la ciudadanía plena a muchas personas que forman parte de nuestras vidas.
Nafe vuelve de camino al campamento de Tinduf, donde se encontrará con su familia, y vuelve con el mal sabor de boca que deja haber probado el racismo, ese contra el que militaba y que le ha hecho salir de España con una prohibición de entrada para un largo tiempo.