Análisis | EL RETO DEL COOpERATIVISMO vasco
El prestigio internacional de la marca «Mondragon» (I)
Los autores defienden que el éxito de la experiencia vasca reside en la concentración geográfica y en la creación de un entorno comunitario/comarcal sustancialmente asentado en un modelo productivo cooperativo. El cooperativismo vasco tiene un compromiso evidente también con el futuro socio-económico del País Vasco.
ORAIKER Ekai Group
Es algo sobradamente sabido entre nosotros que el cooperativismo vasco es mundialmente conocido. Sin embargo, no hemos analizado suficientemente las razones de este prestigio mundial de nuestras cooperativas.
Por un lado, es importante constatar, en primer lugar, que más que el cooperativismo vasco, es la experiencia cooperativa de Mondragon en particular la que despierta el interés internacional.
¿Qué es lo que hace tan peculiar y llamativa a esta experiencia? En primer lugar, y esto es importante, no es estrictamente su dimensión. Por un lado, hay experiencias cooperativas en el ámbito internacional de dimensión muy superior, como ciertas grandes cooperativas de consumo o de crédito. Incluso en el ámbito del cooperativismo de trabajo, en Italia nos encontramos grupos cooperativos con hasta 45.000 trabajadores que no han despertado en absoluto un interés similar.
En Estados Unidos existen cerca de 4.500 empresas mayoritariamente participadas por los trabajadores y, entre ellas, algunas con un número de trabajadores comparable o claramente superior al de la Corporación Mondragon, como Daymon Worldwide (23.500), Hy-Vee (51.000) o Publix Super Markets (146.000). El carácter de propiedad laboral de estas empresas es prácticamente desconocido internacionalmente.
No es, por lo tanto, el hecho de que la Corporación Mondragon se base en empresas mayoritariamente participadas por trabajadores ni su dimensión lo que llama la atención a nivel internacional.
En nuestra opinión, el factor clave en este prestigio internacional reside, sin duda, en el propio «Mondragon». Esto es, en la concentración geográfica y en la creación de un entorno comunitario/comarcal sustancialmente asentado en un modelo productivo cooperativo.
Esta reflexión es, probablemente, esencial para definir los retos de futuro de la experiencia cooperativa de Mondragon. Estos retos son, por supuesto, tanto empresariales como institucionales y, entre los últimos, no cabe desconocer algo que ha guiado la creación y el desarrollo del Grupo desde sus inicios: la voluntad de poner en marcha un modelo comunitario de desarrollo que, haciendo frente a los retos que al propio proyecto le plantea su entorno social, sea a la vez capaz de mantenerse como referente mundial de la viabilidad del desarrollo socio-económico cooperativo.
La conclusión más evidente de este análisis es que el gran reto institucional en este sentido de la experiencia cooperativa de Mondragon no es en absoluto el de maximizar su dimensión sino, al contrario, es probablemente un reto de desarrollo comunitario y, dentro de lo posible, de concentración geográfica del mismo -todo ello, por supuesto, sin perjuicio de que el factor de incremento de dimensión pueda ser esencial en empresas o sectores específicos por razones de estrategia empresarial-.
El enraizamiento en el entorno de estas cooperativas es, en definitiva, esencial para el futuro de las mismas. Ello es así desde la perspectiva de su mantenimiento como modelo coope- rativo de referencia internacional y también, sin duda, desde la perspectiva del mantenimiento del carácter verdadera- mente participativo y democrático del mismo.
Pero la valoración del presente y futuro del cooperativismo vasco debe necesariamente ir más allá de la experiencia cooperativa de Mondragon. Si analizamos comparativamente el conjunto de las cooperativas vascas, no es difícil obtener otro tipo de conclusiones significativas, directamente relacionadas con los retos de futuro del cooperativismo vasco.
Es muy posible en este sentido, que el cooperativismo vasco, como movimiento, haya estado excesivamente condicionado por el peso de la experiencia de Mondragon y excesivamente centrado en el desarrollo de la misma. Este condicionante, que es perfectamente explicable por el peso cuantitativo y cualitativo de las cooperativas de la Corporación, ha impedido también al cooperativismo vasco ser consciente de su situación real y posicionarse de forma realista ante los retos futuros.
El cooperativismo vasco tiene, en este sentido, un compromiso evidente no sólo con las cooperativas, sino con el conjunto de la sociedad vasca, a efectos de asumir responsabilidades no exclusivamente sobre el fortalecimiento y desarrollo de las cooperativas ya existentes, sino también sobre las posibilidades de comprometerse con el futuro socio-económico del País Vasco.
Esta responsabilidad implica probablemente, no solo preocuparse por la continuidad y desarrollo de las cooperativas ya existentes, sino apostar -de forma razonable, por supuesto- por la extensión del cooperativismo vasco a nuevos ámbitos de actividad: a la defensa del modelo cooperativo en los servicios sociales, en el ámbito financiero, en la educación o la sanidad.
En definitiva, ello implica, probablemente también la suficiente altura de miras para superar concepciones excesivamente «juridicistas» del cooperativismo, estableciendo los vínculos necesarios con entidades «cuasi-cooperativas» como las mutualidades o las asociaciones de prestación de servicios.
Esto implica también posicionarse ante la sociedad vasca y ante los entes públicos de forma activa en la defensa de los modelos participativos en otro tipo de entidades no formalmente cooperativas, como la participación de los trabajadores en la empresa, la implicación de los usuarios y los trabajadores en las cajas de ahorros, etc.