Ramon SOLA
Tan diferentes y tan iguales
Por su forma de ser, Bielsa y Mendilibar son antagónicos. Tan diferentes como lo pueden ser Rosario y Zaldibar. El argentino es todo introspección; el vizcaino, expresidad. Si el primero apunta demasiado al suelo, el segundo mira también excesivamente a la cara. Uno se piensa, y mucho, lo que dice; y el otro dice, y mucho, lo que piensa. Resulta tan difícil imaginarse al Loco «perdiendo» la tarde con un partido de pelota como a Mendi devanándose los sesos para buscar el concepto lingüístico más exacto para una definición táctica. El rosarino arrastra un interminable historial de extravagancias, obsesiones, genialidades; el vasco solo destaca por ser alguien muy normal. Se cuentan mil anécdotas de la capacidad de Bielsa para impactar a sus jugadores, mientras Mendilibar destaca por lo contrario: por su trato, bien podría ser su padre, su hermano o su panadero.
Pero todas esas diferencias se quedan en nada si se les compara en un campo de juego. O mejor aún, en uno de entrenamiento. Desde su llegada ni en Lezama ni en Tajonar hay descanso, porque en la cabeza de ambos ahí está la clave. Los entrenamientos no son preparaciones ni recreaciones de los partidos, sino que son auténticos encuentros, sin descanso. El resultado está a la vista. Después de Manchester ya es un pregunta futbolística de nivel europeo cómo tipos como De Marcos, Toquero o Iker Muniain pueden correr tantos kilómetros a ese ritmo. Y en el caso de Osasuna merecería investigarse científicamente que gente como Sergio y Puñal, con 34 y 36 años, sigan mejorando como futbolistas e incluso como atletas.
Si Bielsa consigue que el equipo no se le derrumbe en este final de temporada, habrá roto todos los manuales actuales sobre la gestión de las plantillas y la necesidad de rotaciones. Y si Mendilibar logra que Osasuna llegue a Europa con un plantel tan barato, merecerá un monumento. Será difícil encontrar dos entrenadores que expriman tanto a sus equipos y que les saquen tanto jugo. Que dure.