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Aniversario del inicio de la revuelta siria

Deraa, la tragedia de un pueblo en estado de sitio

Hace un año, la respuesta del Ejército a las protestas contra Bashar al-Assad en Deraa, la primera ciudad siria en levantarse contra el Gobierno, fueron castigadas con extrema dureza. La revuelta se extendió a otras ciudades en las semanas siguientes.

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Karen MARÓN

Si ustedes no pueden engendrar más hijos, traigan a sus mujeres que se los hacemos nosotros», les respondió uno de los jefes de la seguridad militar de Deraa a los padres de los 17 menores -de entre 11 y 15 años- detenidos el 15 de marzo de 2011 por pintar grafitis con el lema «La gente quiere que el régimen caiga». La respuesta de los militares provocó la furia de los progenitores. El jefe tribal que encabezaba la delegación hizo una señal característica de declaración de guerra, a la que siguieron movilizaciones multitudinarias.

Deraa -a 100 kilómetros de Damasco- fue la primera en levantarse en contra del Gobierno. La respuesta del régimen no se hizo esperar, matando a centenares de personas y bloqueando sus relaciones con el mundo exterior. En las semanas siguientes, la insurrección se extendió a las ciudades de Latakia, Banias, Homs, Hama, incluso a las afueras de la capital.

Ante una revuelta que ganaba terreno, el régimen de Bashar Al-Assad apostó por la mano dura. Decenas de personas murieron y, en pocos días, los reclamos de los manifestantes para aquellos niños en manos de los militares se convirtieron en un clamor que pedía libertad, democracia y cambio político en toda Siria.

Si Homs es considerada el corazón de la rebelión, Deraa es la cuna de la revuelta, y el barrio de Balad, su núcleo. Este barrio del distrito histórico de la ciudad sufre el cerco permanente del Ejército desde el inicio de las revueltas. Desde los tejados y balcones, los soldados disparan a quienes tratan de entrar o salir de él. Las líneas de electricidad, agua y teléfono han sido cortadas. La leche y los alimentos de primera necesidad se han agotado. Cada día, durante la oración de la tarde, miles de voces se alzan pidiendo comida. Muchos vecinos aseguran que sus casas se han convertido en un guetto en el que la muerte y la destrucción hacen estragos. Padecen un asedio sin cuartel.

El 29 de abril, poco después del inicio de la rebelión, los vecinos de pueblos cercanos trataron de romper el cerco militar llegando a puertas de Deraa con galones de agua y ramas de olivo para los soldados. Según Human Rights Watch, ese día más de 200 personas murieron.

«No había visto a mi familia en dos meses», expresó Mohammed, de 20 años. «Estaban atrapados en Balad. Sé que mi madre no puede alimentar a mis hermanos. Me gustaría ayudarlos, pero me van a matar si me acerco». Hassan, un amigo que creció en el barrio, murió el 18 de mayo cuando trataba de llevar suministros a sus vecinos. Mohammed también fue herido por un francotirador oculto. «Al-Assad dice que somos mercenarios islamistas que trabajan para Arabia Saudí y Occidente y que queremos tomar el control de Siria. No es cierto. No se trata de islamistas en las calles, somos nosotros. Nosotros, los sirios de Deraa», subraya con furia.

Deraa ha estado bajo asedio desde principios de abril, rodeado por un cinturón de armas automáticas, misiles tierra-aire y tanques que se han apoderado de las calles. Los soldados, organizados en grupos de tres, patrullan las calles más pequeñas. El toque de queda empieza a las 19.00 y se extiende durante 12 horas.

Balad está a 15 minutos del mercado de verduras en el centro de la ciudad. Las calles están bloqueadas por búnkers construidos con sacos de arena, detrás de los cuales se pertrechan los soldados fuertemente armados. Otros lo hacen en los tejados de las casas. La gente todavía puede caminar por las aceras, pero no puede hacerlo por las calles reservadas a los coches oficiales.

El grupo de corresponsales internacionales que visitamos la ciudad fuimos custodiados por vehículos blindados. Parte de los testimonios de este reportaje fueron recogidos al margen de la ruta marcada de antemano.

Detenido por la Policía Militar, Hussein, de 20 años, estuvo un mes en el sótano de su sede. Dice que su interrogatorio pudo haber sido peor. «Mi hermano de 18 años fue arrestado el 22 de abril. No sé si está vivo o muerto».

El estadio de fútbol y las escuelas de Deraa son ahora centros de detención. La mayoría de las familias tiene un miembro en la cárcel, muerto o desaparecido. «Hace un año éramos por lo menos 15.000 manifestantes. En su mayoría hombres jóvenes y padres con sus hijos. Los soldados comenzaron a disparar».

Alí describe una escena dantesca con cientos de cuerpos destrozados esparcidos sobre el asfalto tras el intenso tiroteo. «Había sangre por todas partes. Me escondí debajo de un techo». Al otro lado de la calle, los soldados estaban escondidos en un edificio a medio construir. «No podíamos ayudar a los heridos, a quienes oía gritar». Desde donde estaba, Alí pudo contar unos cuarenta cadáveres.

Las detenciones arbitrarias, las redadas, torturas y ejecuciones son comunes. Con el fin de sembrar el miedo, el régimen devuelve los cuerpos mutilados a sus familias. A algunos hombres les han mutilado los genitales como un acto de humillación antes de la muerte.

Si los soldados se niegan a abrir fuego contra la población civil, son ejecutados delante de sus compañeros de armas. Aunque después de un año, sigue manteniendo lealtades por convicción o a fuerza de amenazas, la ira está ganando terreno dentro del Ejército.

Deraa, que fue la cuna del emperador romano Filipo el Árabe, se ha convertido en la imagen más elocuente de la tragedia de un pueblo que vive bajo un Estado de sitio.

Aunque son fáciles de percibir los estragos de la violencia popular -las autoridades nos mostraron la sede de la radiotelevisión calcinada tras ser atacada en abril y el Palacio de Justicia totalmente carbonizado-, los vecinos aseguran que las fuerzas de seguridad quemaron farmacias para evitar que los ciudadanos se hicieran con medicamentos para su curación y que arrestaron a los médicos que habían tratado de asistir a los heridos, que llevan meses sin recibir tratamiento en los hospitales al estar estos en manos de las fuerzas de seguridad.

Entre el dolor y el terror

Los militares de la IV Brigada Mecanizada -dirigida por Maher Al-Assad, hermano del presidente- han convertido Deraa en una ciudad fantasma con el ruido de fondo de disparos de armas automáticas y morteros. Aquellos que no han podido huir de la ciudad, relatan historias terribles acerca de los ataques con tanques, artillería pesada y ametralladoras que aterrorizan a la población civil. La Mezquita Oumari fue construida durante el reinado del califa Omar ibn al-Jattab y fue también el primer lugar en el que las manifestaciones se convirtieron en símbolo de las demandas populares. Este edificio sagrado se fue transformando en una fortaleza para los rebeldes. Testimonios aseguran que decenas de manifestantes murieron en el patio principal de esta mezquita.

Se cuenta que solían recitar poesías, intercambiar puntos de vista políticos, cantar consignas de libertad y reproducir música.

Pero también se han encontrado municiones, armas -incluyendo granadas de mano, ametralladoras y fusiles Kalashnikov- y grandes cantidades de dinero. En la mezquita, donde se almacenan las armas de contrabando que llegan a través de las fronteras de Jordania, Líbano y Turquía, reciben órdenes del superintendente general de los Hermanos Musulmanes en Siria, Riyad al-Shaqfa, que anunció el regreso del grupo a la lucha armada.

Desde este mismo lugar, se difundieron los primeros lemas sectarios de la oposición, que al inicio de las revueltas se había apegado a un mensaje moderado basado en la derogación de la ley de Emergencia Nacional, la promulgación de una nueva ley de partidos y más libertad. Pero desde hace meses esas reivindicaciones han sido reemplazadas por lemas como «No a Irán. No a Hizbullah. Queremos un (presidente) musulmán que tema a Dios». Esta fue la consigna de los Hermanos Musulmanes en la década de los 70 y 80, cuando llamó a poner fin al Estado alauí, al que acusaron de «infiel» y «no árabe o pro iraní». De esta manera, la organización logró desacreditar al régimen sirio. Saddam Hussein también la usó contra los chiíes iraquíes, a quienes exigió que abandonaran sus tendencias «no árabes» y dejaran de reverenciar a los líderes religiosos iraníes.

El gobernador de la provincia de Deraa, Mohamed Jaled Al Hannous, ofrece la misma versión de los hechos a todas las delegaciones de periodistas internacionales y asegura que los antiguos manifestantes se han reconvertido en grupos terroristas. «Son células de hombres armados que realizan emboscadas contra los controles de seguridad, asaltan a nuestros hombres, les disparan, los matan y luego huyen. No son manifestantes pacíficos, ya que tienen armas», remarca el funcionario, nombrado poco después del comienzo de las protestas para calmar la ira popular. El exgobernador Faisal Ahmad Kolthoum fue acusado de corrupción e ineptitud «a la luz de los errores mortales que se cometieron al tratar con los manifestantes».

«Fueron los ciudadanos quienes pidieron al Ejército que se desplegase después de las primeras semanas de violencia, en las que los edificios públicos así como comercios e infraestructuras fueron atacados y destruidos», afirma Al Hannous a GARA, quien denuncia que los ataques continúan de manera más organizada.

Las autoridades muestran las armas supuestamente requisadas a los rebeldes; viejos kalashnikov rusos -como los que usa también el Ejército regular- detonadores y bombas de fabricación casera. Entre los materiales hallados en diferentes allanamientos, se encontraron sustancias para fusionarlas en explosivos, esquirlas, cartuchos de TNT, detonadores, baterías, controles remotos y artefactos ya elaborados. También había sofisticados equipos de comunicación, granadas de mano, rifles automáticos, pistolas -una de ellas con silenciador- dispositivos de visión nocturna, municiones, computadoras, equipos de soldar, uniformes militares, cohetes anti tanques y del tipo RPG y una ametralladora.

Las autoridades hablan de «ataques terroristas» esporádicos contra puestos de control protegidos por bolsas de arena. Como prueba, muestran una colección de bombas hechas con caños y armas de fuego herrumbrosas. Según el gobernador, las peticiones de los manifestantes fueron atendidas después de varias reuniones con las autoridades, pero estos se olvidaron de sus demandas y pasaron a reclamar directamente la caída del régimen.

«Los países del Golfo quieren fragmentar Siria y están a las órdenes de los estadounidenses», señala Al Hannous, haciéndose eco de las acusaciones que vierte tradicionalmente el régimen de Damasco contra Arabia Saudí y Qatar.

El propio gobernador reconoce que aunque en la superficie parezca que no pasa nada, «si se mira por debajo, hay organizaciones extremistas que dan órdenes para sembrar el caos y que están siendo obedecidas por un porcentaje de la población».

El 3 de febrero se lanzó un nuevo plan de seguridad, un día grabado en la memoria de los sirios. El 3 de febrero de 1982, el Gobierno de Hafez, padre del actual presidente, asaltó la entonces ciudad rebelde de Hama, causando 10.000 muertos. El sector más antiguo de la ciudad quedó reducido a ruinas.

El Gobierno de Al-Assad confía en que esas tácticas tendrán éxito para frenar la revuelta. Quizás su estrategia se fundamente en los antecedentes ocurridos en la región. Sadam Hussein gobernó durante más de una década después de haber suprimido de manera brutal una sublevación en el sur del país tras la primera Guerra del Golfo. El Ejército turco casi ha terminado con el separatismo kurdo, así como Israel ha aplastado dos Intifadas palestinas. El propio Assad padre sobrevivió a Hama.

Hay otros motivos por los cuales Al-Assad puede sentir que va a prevalecer. El centro de Damasco aparenta una sorprendente normalidad. Pese a la descomposición de las instituciones estatales bajo el régimen de un solo partido, el Ejército y las fuerzas de seguridad han sufrido relativamente pocas deserciones.

Los conscriptos sirven lejos de sus poblados de origen y se cree que el Ejército ha erradicado a soldados potencialmente desleales. El Ejército todavía no ha desplegado su potencial, que incluye helicópteros artillados y bombarderos a reacción. Pese a que han logrado avances, los rebeldes, que por breves períodos han controlado zonas cercanas a Damasco, todavía carecen de la capacidad de comunicación y del armamento pesado para organizar algo más que ataques punzantes localizados. Y en el medio, la población civil, que vive un día más de duelo.

PROTESTAS

Miles de sirios se manifestaron ayer en varias ciudades del país con fotografías del presidente, Bashar al-Assad, y banderas de Siria, Rusia y China para mostrar su apoyo al Gobierno cuando se cumple el primer aniversario de las revueltas.

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