Mikel INSAUSTI

Por lo que he podido leer en la prensa madrileña el documental que cierra la trilogía de Ortega y Querejeta sobre ETA no ha gustado porque en él sólo se escuchan voces nacionalistas, y así La Razón denunciaba que la AVT no estuviera representada. Tan previsible reacción me lleva a reflexionar sobre la naturaleza del diálogo, porque siempre he tenido la impresión de que al otro lado del túnel no hay ningún interlocutor válido. Los vascos le hablamos a la pared de Julio Medem, la cual nos devuelve una y otra vez la pelota de un discurso que nos sabemos ya de memoria. Pregunto: ¿a quién o quiénes se dirigen los seis intervinientes de “Al final de túnel”? No me queda nada claro, ya que sus largos monólogos no se salen del guión preestablecido que se supone conduce a la búsqueda de la luz de la reconciliación, tal vez consigo mismos, tal vez con el enemigo. No se sabe, porque no hay ninguna respuesta por la otra parte, la de los que nunca han estado por la resolución dialogada del conflicto. ¿Acaso no esperan a que nos extingamos como los dinosaurios y el peso de la historia nos aplaste hasta desaparecer de la memoria? Sin embargo, todo apunta a que la crisis económica, la corrupción y el paro van acabar antes con su monarquía constitucional.

Esto último no lo digo yo, lo diagnosticó hace mucho tiempo el catedrático de economía Santiago Niño Becerra, y sus predicciones se van cumpliendo de forma lapidaria. Debería ser suficiente motivo para que en los pueblos mesetarios volvieran a vestir de riguroso luto, pero, en cambio, el duelo eterno se lo quieren imponer a Euskal Herria en nombre de los muchos años de purgatorio que habrán de pasar para que sus culpas colectivas sean purgadas. Los seis de “Al final del túnel” dan explicaciones y justificaciones de puertas afuera, incluso hacen un sobreesfuerzo para ser entendidos en un idioma que no es el suyo. Participan en un documental hecho de cara al exterior para que sepan de nuestro arrepentimiento, de nuestra claudicación.