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La crisis alimentaria en el sahel pone en riesgo la vida de un millón de niños

Las alarmas siguen encendidas en el continente negro. Si a mediados del año pasado la hambruna puso en riesgo de muerto a millones de personas en el Cuerno de Africa, la alerta se ha disparado ahora en la región del Sahel, donde el hambre podría matar a un millón de niños a partir de abril. La sequía, las malas cosechas y el aumento del precio de los alimentos han agravado una crisis alimentaria que podría empeorar en los próximos meses.

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Alrededor de un millón de niños menores de cinco años podrían sufrir malnutrición aguda a partir de abril en la región africana del Sahel, lo que los situaría al borde de la muerte, ha alertado la organización no gubernamental Acción contra el Hambre (ACH), que ha asegurado que la comunidad internacional aún está «a tiempo» de evitar «una crisis que estaba perfectamente anunciada» y ha advertido del «impacto negativo» que tendrían los recortes de las ayudas.

El informe «Sahel contra el tiempo» advierte de que los 20 millones de habitantes de esta región semidesértica que se encuentra en la zona de transición entre el desierto del Sáhara, al norte, y las sabanas, al sur, se encuentran «en el vagón de cola» del Indice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas. Los países más afectados son Níger, Mauritania, Mali, Chad y Burkina Faso, aunque la preocupación se ha extendido también a Senegal y al norte de Nigeria y Camerún.

ACH subraya que «diez millones de personas se enfrentan a la inseguridad alimentaria en los próximos meses y un millón de niños menores de cinco años podrían sufrir malnutrición aguda» a partir de esta próxima primavera. Una situación que, según el director general de ACH, Olivier Longué, sitúa a estos niños «al borde de la muerte o de daños cerebrales irreversibles».

Entre los principales factores de la crisis alimentaria, según la ONG, destaca la sequía que sufre la región, cuyos ciclos se han reducido considerablemente en los últimos años. «Las sequías han pasado de intervalos de entre diez y doce años a ciclos cada vez más cortos debido a que el Sahel es una región especialmente marcada por el cambio climático», alerta. En estas condiciones, según la ACH, la cosecha de 2012 podría ser «un 25% menor que la de 2011».

Precios, especulación y conflicto

No obstante, advierte Oliver Longué, «explicarlo todo por la lluvia es incompleto». Otro factor fundamental de la hambruna que sufre el Sahel es el aumento de los precios de los alimentos, que en el caso de los cereales han experimentado subidas de alrededor de un 80% en apenas cinco años.

Entre los factores que han provocado este fenómeno, ACH destaca tanto la caída de las cosechas de los productos de autoconsumo alimentario, como el mijo o el sorgo, como el incremento de los precios de los cereales de exportación e importación, especialmente gravados por la especulación, la aceleración de la demanda de los gigantes asiáticos -especialmente China- y el aumento de la superficie de terreno para cultivos de uso industrial en vez de alimenticio, como los biocombustibles.

«La producción de cereales ha sido muy buena», pero muchos capitales que se han salido de la Bolsa debido a la crisis financiera internacional «se han desviado a los mercados de materias primas», especialmente al llamado mercado de futuros de alimentos de Chicago, explica Longué. Por tanto, la causa del aumento de los precios no es el desequilibrio entre oferta y demanda, sino el mercado «absolutamente especulativo», denuncia.

En estas condiciones, la mayoría de las familias del Sahel, formadas por agricultores de subsistencia absolutamente expuestos a los mercados, dedican entre el 75% y el 80% de sus ingresos a comprar alimentos, una dependencia que se agrava por la caída de sus ingresos a causa de las pérdidas de sus propias cosechas como consecuencia de la sequía.

El informe incide también en la inestabilidad armada en la región, especialmente agravada por los recientes conflictos de Libia y Costa de Marfil, que se suman a los de Malí y Níger. En el Sahel se vive una «amenaza real» de inestabilidad que podría afectar a otras zonas próximas, incluida Europa, alerta Longué. «No es una ficción», asevera.

La crisis económica y los conflictos han empobrecido a miles de hogares que dependían de las remesas de los miembros de sus familias emigrados en otros países africanos, según ACH. «Siempre que se habla de emigración africana se piensa en la que va a Europa, pero esta es solo un 10% del total», afirma Longué. «El 90% de las remesas proceden de los que emigran a Costa de Marfil, Ghana o Libia», dice.

Además, muchos emigrantes se están viendo obligados a regresar a sus países de origen, lo cual supone una o dos bocas más que alimentar, y numerosas familias están emigrando del campo a la ciudad, lo que contribuye a disminuir los salarios y, por tanto, el poder adquisitivo.

Asimismo, la caída del régimen de Muamar Gadafi en Libia ha dejado sin fuente de ingresos a miles de tuaregs que «lo único que saben hacer es llevar armas y combatir y que se han trasladado al Sahel», añade el director de ACH, quien recordó que los dos grandes momentos de resurgimiento de la insurgencia tuareg en países como Níger coincidieron precisamente con grandes crisis alimentarias, en 1973 y 1986.

Este aumento de los conflictos está frenando una de las vías tradicionales para combatir las sequías en la región, como es el nomadismo. «En Mali y Níger, el territorio para el nomadismo, que antes equivalía a Francia y España juntas, ha descendido un 80%», según Oliver Longué.

En estas circunstancias, tanto para evitar la expansión de la inestabilidad como para salvar las vidas de millones de personas, el director de ACH destaca que la comunidad internacional aún puede evitar las consecuencias de una crisis que estaba «perfectamente anunciada con la tecnología actualmente existente» y de la que se disponía de «todos los indicios» para anticipar lo que está sucediendo. En este sentido, advierte del riesgo de los recortes de ayuda humanitaria por parte de la comunidad internacional y, más concretamente, por parte del Estado español, cuyo Gobierno ya no considera a Africa un objetivo prioritario de cooperación.

 

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