crónicas desde bagdad
Sadr City, un Estado dentro del Estado
Sadr City, conocido también como Thawra, es el mayor suburbio de Bagdad. Con una población estimada de 3 millones de personas, el hacinamiento y la pobreza se ceban con sus habitantes. El antiguo barrio de bloques de hormigón busca una salida a su desesperación en el islamismo político chií.
Andoni BERRIOTXOA
Thawra o Sadr City. Sadr City o Thawra. Da igual con que nombre nos refiramos al distrito del este de Baghdad. Utilizando cualquiera de estos términos nos referiremos a la mayor barriada de Bagdad. Una barriada controlada en su totalidad por el islamismo político chií, aventado por la pobreza de sus ciudadanos. Un Estado dentro del Estado iraquí.
Construido a principios de 1959 por el entonces primer ministro Abdul Karim Qassim, la barriada se extiende por la zona este de Bagdad. Con el Tigris como frontera natural entre el barrio y el resto de la ciudad, las vetustas casas agrietadas se extienden por doquier. Todas ellas engalanadas con banderas que muestran al mártir de los chiitas el imam Alí. El polvo omnipresente a penas deja respirar. El humo del incesante tráfico mata las pocas briznas de aire fresco que uno pueda encontrar.
«Vivimos como viven los perros», asegura Fadjri Ali. «Cada casa la habitamos tres familias. Es insoportable, no tenemos dinero ni para vivir dignamente». Fadjri admite que la pobreza hace estragos en el barrio «Está abandonada a su suerte. La gente sobrevive como puede», narra.
Los cables que dan luz a las precarias viviendas cuelgan de un lado de la calle a la otra, como si de una tela de araña se tratara. En su puesto de tabaco y golosinas Ahmed nos dice «Aquí no hay problemas, todo está bien. Es un buen sitio para vivir». Advertimos que mira de reojo a un hombre que se ha parado justo detrás de nosotros. Al darnos la vuelta ese hombre se nos acerca y nos pregunta «¿Qué hacéis aquí? ¡Aquí esta prohibido entrevistar!».
Moqtada al Sadr es la figura omnipresente de cada esquina. Con varios murales que alaban su grandeza y la de su familia, el clérigo chií vigila el quehacer diario de los habitantes. Hijo del imam asesinado por Sadam Hussein en 1999, Mohammad Mohammad Sadeq al-Sadr, Moqtada es el rey del barrio. Venerado y encumbrado al trono del chiismo por sus habitantes, este clérigo ha sido la cara visible de la resistencia chií hacia Estados Unidos. Nacido en 1973 Moqtada es líder del partido Sadr Movement, en el gobierno gracias a la coalición con el partido del primer ministro Nuri al-Maliki. Su poder no lo cuestiona nadie. Ni siquiera el gobierno. Con una lectura radical del Corán ,su sequito de soldados paramilitares le son fieles hasta las últimas consecuencias. Cada vez que lanza una fathwa (pronunciamiento legal del islam) el país tiembla por sus posibles consecuencias.
Un 60% de policías y soldados fieles
«Este hombre puede llegar a controlar el 60% de las FSI, ya que tiene antiguos militantes de las milicias Mahdi infiltrados en ellas que aún le son fieles» dice Yaroub Ali, exiliado suní en Noruega. Como uno de los impulsores de la matanza de homosexuales y la guerra sectaria, varias ONGs señalan a Moqtada como culpable. La aparición de cadáveres mutilados y con evidencias de torturas es casi diaria. Las amenazas colgadas en carteles por las calles del distrito acusan directamente a «aquellos que no obedecen las leyes del islam». Impresas con dos pistolas como cabecera, una lista de nombres de gente que vive en el barrio es acusada de inmoral. Acompañados de la dirección de dicha persona, el simple hecho de aparecer en esta lista te asegura una muerte dolorosa si no se pone tierra de por medio.
Es tanto el poder de los imames de la zona que cualquier investigación policial se archiva si recibe presiones por parte de los clérigos. «Colegas míos de Bagdad me han dicho que las milicias chiíes de Moqtada entran en los quirófanos para evitar la operación de un inmoral. Incluso no se investiga su muerte si se reciben presiones», asegura a GARA el doctor samarrí Saad Akhram.
Pero la pobreza del suburbio juega a favor de los imames, y recibe la adoración de sus líderes. En la puerta del despacho de Moqtada al Sadr varias mujeres lloran portando papeles a la espera de algún clérigo. «Somos comadronas. Hasta ahora recibíamos ayudas por hacer el trabajo que no hacía el ministerio de sanidad. Hace meses que no recibimos nada y tenemos que seguir trabajando. Hay partos todos los días y nos tenemos que desplazar lejos de nuestras casas» declara una mujer ataviada con el niqab (vestido que sólo deja entrever los ojos o rostro de la mujer. «Venimos para decirle a Moqtada que necesitamos su ayuda. Es nuestra última esperanza», llora la mujer enseñando el título que le acredita como comadrona.
A pocos metros de ellas una mujer muestra el retrato de una niña. Llora desconsolada levantando las manos al cielo. De pronto, un imam asoma por una de las puertas de la oficina de Sadr City. Se abalanzan sobre el como aquel que agarra el clavo ardiendo de la esperanza. Lloran sin cesar. El clérigo habla con ellas. «No puedo hacer nada por su situación«, nos dice. «Pero intentaré hablar con la oficina del ministro de sanidad para mostrarle mi preocupación». Entre tanto, la mujer que lloraba en la puerta le muestra la foto de la niña. «Es una niña que desapareció en una de las batallas de Sadr City. Es su nieta. La anda buscando desde hace mucho tiempo. Ya no le queda ningún otro familiar. Todos están muertos», nos dice el guardia que custodia la entrada de las oficinas.
Consuelo y alivio para los pobres
Como todo aquel que puede solucionar los problemas más graves, los clérigos chiíes adquieren un aura de santos para los desesperados locales. Por ello y por la pobreza de los habitantes de Sadr City es un caldo de cultivo para el islamismo político. «Moqtada ayuda mucho a la gente pobre, les da paz y seguridad», dice el guardia bajo un cartel que muestra a al-Sadr leyendo el Corán vestido con traje militar. El cartel reza «Con Moqtada al Sadr conseguiremos la paz». En el mismo cartel siluetas negras portan armas de asalto.
«Vine aquí porque en mi casa de Mosul Al Qaeda lanzaba misiles contra los estadounidenses. Tenía que proteger a mi familia», asegura Tareq Mohamed suní del norte de Irak. Hoy en día cuida el cementerio judío que se encuentra en la mitad de Sadr City. «Soy suní pero no tengo problemas. En cambio la gente no respeta a los muertos. Muchas veces aparecen tumbas destrozadas. Ya ni los que se han ido reciben un descanso tras su marcha de este mundo» declara entristecido Tareq.
Apartada de los mapas que muestran la ciudad, la gran barriada que es la antigua Sadam City es un continuo encontronazo con banderas verdes que muestran a los mártires del chiismo. Con la mayoría de su población en paro y viviendo en infraviviendas, con el único apoyo de los clérigos, el caldo de cultivo para una población cada vez más islamizada está servido. EEUU no pudo manejarla a su antojo como hubiera querido. Sadam no los pudo gobernar como quiso. Moqtada al-Sadr es seguido ciegamente entre ruinas y escombros de batallas mil veces perdidas por todo aquel que ha intentado penetrar en el Estado dentro del Estado que es Sadr City.
Construida en 1959 por el primer ministro iraquí Abdul Karim Qassim, Thawra alberga a alrededor de tres millones de habitantes, según las últimas estimaciones oficiosas. Edificada con viviendas de baja calidad, fue concebida como la solución para la incesante llegada de inmigrantes a la capital. En su mayoría provenientes del campo desértico, estos inmigrantes se desplazaron en busca de un futuro mejor para sus familias.
En los años siguientes se convirtió en bastión del comunismo bagdadí. Con el marxismo como bandera, los antiguos habitantes hicieron una fuerte oposición al partido Baazista (antiguo partido de Sadam Hussein). En 1982 el régimen de Sadam Hussein cambió de nombre al barrio e invirtió grandes sumas de dinero para mejorar las infraestructuras. Le pusieron de nombre Saddam City, en honor al jefe de estado supremo, «a quien deberían amar todos los iraquíes». Sin embargo el barrio siguió siendo un arrabal incomodo para las autoridades de la ciudad. Con una mayoría chií aplastante, abandonaron la bandera de la hoz y el martillo para izar la del chiismo político. La respuesta de las autoridades de la ciudad fue un total abandono de sus calles y de sus gentes. Con una pobreza inusual en comparación con otras partes de la capital, el activismo político chií arraigó profundamente en la zona.
En 2003 adquirió de manera extraoficial el nombre de Sadr City, en homenaje a Mohammad Mohammad Sadeq al-Sadr, clérigo chií y padre del actual líder Moqtada al-Sadr. Durante la invasión estadounidense de aquel año fue un autentico hervidero de oposición a las tropas estadounidenses. Base de operaciones de las milicias de El Ejército de El Mahdi, adquirió el sobrenombre de «barrio de la muerte» para las tropas invasoras. Bombardeada y atacada hasta la saciedad, el ejército imperialista no logró imponer su paz nunca en este indómito lugar.
A mediados del mes de marzo de 2008, junto con la batalla de Basora (sur de Irak), Sadr City fue asediada por varios regimientos estadounidenses. Con el fin de aplacar la fiera resistencia que las milicias de Moqtada al-Sadr les oponían, la barriada fue bombardeada durante noche y día. Atacados con RPG (granadas autopropulsadas de precisión de fabricación rusa) e IED (potentes explosivos colocados en las cunetas) el Ejercito de EEUU fue incapaz de tomar el barrio. El 10 de Mayo, tras varias semanas de asedio y falta de víveres, el líder chií Moqtada al-Sadr ordenó un alto el fuego. Dejó entonces que varios batallones de FSI (Fuerzas de Seguridad Iraquíes) entraran dentro de su ciudad y tomaran posiciones antes ocupadas por las milicias Mahdi.
Desde entonces, la «otra ciudad de Bagdad» se convirtió en base de operaciones para varias milicias como la propia milicia Mahdi o su escisión, Kataib Hezbollah.
En los últimos meses varias ONGs locales e internacionales alertan de la grave situación de los derechos humanos en la zona. Varias personas acusadas de ser homosexuales o vestir de manera transgresora (como los emos o góticos) están siendo linchadas en plena calle. A.B.