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Maribel González Pedro | asamblea de pueblos del istmo de tehuartepec

«Las eólicas hacen pagar a los indígenas los abusos del capital»

Esta defensora de los Derechos Humanos de los pueblos indígenas de Oaxaca, Mexico, ha sufrido la represión, con detenciones y amenazas, por criticar un macroproyecto de paque eólico que ha alterado para siempre la vida de la cultura autóctona del Istmo de Tehuatepec.

Aritz INTXUSTA |

Maribel González acudió a Nafarroa en busca de la raíz de su problema. Habló en el Parlamento, pero su discurso chocó con una defensa acérrima de la energía renovable. Pero no todo lo que lleva la etiqueta «verde» es automáticamente bueno. El proyecto del corredor eólico en el Istmo de Tehuatepec -que prevé 5.000 molinos y es propiedad de transnacionales como Acciona o Gamesa- pone en peligro una cultura milenaria.

¿Qué problemas plantea a los pueblos indígenas el corredor eólico?

El primer problema es que el proyecto ha salido adelante pasando por encima de todos nuestros derechos. En especial, del derecho a la consulta que nos otorgan los tratados internacionales. Jamás hubo una consulta a los pueblos indígenas y ya hay diez parques, mil aerogeneradores, funcionando. Nuestra demanda es que se nos respeten nuestros derechos como pueblos originarios a decidir si queremos el proyecto o no, o cómo lo queremos. Tras la clara violación de este derecho, se han producido otras violaciones de derechos humanos, como las amenazas que hemos sufrido. Ciertamente, el implicado aquí es el Gobierno mexicano, pero las instituciones de los países de donde provienen estas compañías deben vigilar el actuar de sus empresas.

¿Por qué su oposición tan fuerte a un proyecto de energía verde? Se supone que ayudará a la sostenibilidad en el futuro.

En el Istmo de Tehuatepec quieren instalar 5.000 aerogeneradores y toda esa energía va a empresas privadas. Es un doble discurso, una doble moral. Mientras dicen que van a producir energía eólica para cuidar el medio ambiente, están afectando a miles de aves que están desapareciendo. Están dañando las tierras fértiles que como pueblo indígena siempre hemos conservado. Esas empresas se lavan las manos en nuestra tierra y destruyen al mismo tiempo otros ecosistemas del mundo. En Chile, Endesa está construyendo una megarrepresa que destruye el hábitat y el territorio de pueblos como nosotros. Unión Fenosa hace lo mismo en Nicaragua... ¿Y ahora vienen a nuestra casa vendiendo que protegen el medio ambiente? ¡Pero si son ellos los que lo destruyen!

¿Es un lavado de cara?

Quieren que nosotros, los pueblos indígenas, paguemos la factura del daño que han hecho las transnacionales al medio ambiente. El gran capital ahora viene al territorio de los indígenas a pasarnos la factura de sus abusos. Nos dicen: «Págala tú, que yo no puedo. Tú aún tienes un territorio limpio y te quedan tierras donde poner aerogeneradores». Han destruido todo y necesitan que seamos los indígenas que hemos cuidado el medio ambiente durante milenios los que tengamos que pagar por sus excesos. Han venido a lo poco que quedaba vivo.

Algo darán a cambio... ¿o no?

Por mucho que nos esforzamos, no vemos ningún beneficio. En Nafarroa, veo los molinos en los cerros. Allá, están construyendo los parques en los cultivos. A los campesinos les pagan 150 pesos al año (menos de nueve euros) por cada hectárea que la eólica les arrienda. Cuando ya entra en producción les pagan algo más. Pero aun así, es una burla, sobre todo tomando en cuenta la capacidad de la tierra. Sobre todo, cuando en esa región aún comemos lo que cultivamos. Son tierras muy fértiles y cosechamos maíz tres veces al año. El maíz es la base de la cultura y aún marca nuestro calendario.

¿Los ayuntamientos tampoco reciben nada?

Las empresas tienen que cambiar la titularidad del suelo de agrícola a industrial y por eso sí pagan, pero es un pago único que, al final, acaba en los bolsillos de los presidentes de las localidades. Sin embargo, esta recalificación de los terrenos tiene dos contras muy graves. Al pasar a ser terreno industrial, el campesino debe pagar impuestos y, más importante aún, al tener el campo bajo renta, no puede pedir créditos para seguir sembrando. Antes de la llegada de las eólicas, avalaba los créditos con sus tierras, pero al tenerlas rentadas, pierden esta posibilidad. Eso es algo que la empresa nunca se lo cuenta.

Pero, si hay molinos en sus tierras, ¿cómo las van a sembrar?

Las empresas les dijeron que podrían seguir cultivando sus tierras aunque instalaran los molinos. Han vallado el parque pero dejan pasar a los propietarios. Les contaron que todo seguiría igual, pero la tierra ya no vale nada. Las eólicas han igualado el terreno y los campos se inundan en la temporada de lluvias. Antes hacíamos canales para desaguar, pero todo eso ya no sirve. Cada año, los campesinos han ido a la empresa a que les pague las cosechas perdidas. Nunca hacen caso. Además, la tierra ya no es igual de fértil, pues la han rellenado con otra arena. Esto ha provocado que los campesinos corten la carretera y, en consecuencia, ha habido desalojos y represión. Lo más grave, sin embargo, es que hemos perdido nuestra soberanía alimentaria y, con ella, nuestra forma de vida.

¿Qué empresas son?

Están Gas Natural, Endesa (que allá conocemos como Enel), Gamesa, Acciona, Iberdrola, Siemens, Eléctrica de Francia, Renovalia, Grupo Premial, la transnacional mexicana Bimbo, Wal Mart. Todas transnacionales y, la mayoría, españolas.

¿Y dónde va esa energía? ¿Llega a los indígenas?

Claro que no. En México sólo puede producir energía el Estado. El parque es para alimentar otras transnacionales. Es una especie de red de autoabastecimiento para saltarse la Constitucion. El parque no vierte la energía a la red eléctrica estatal, sino que han construido una red paralela con la que la energía del parque va directamente a alimentar las grandes fábricas transnacionales que se han instalado en México.

 

soberanía

«El corredor eólico nos ha hecho perder nuestra soberanía alimentaria y, con ella, nuestra forma de vida. Eso es lo que estamos denunciando»

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