Los parlamentos de Sudán y de Sudán del Sur emplazaban ayer a sus respectivas poblaciones a prepararse para la guerra, para una guerra que en realidad no ha dejado de existir ni antes ni después de la independencia de Sudán del Sur. Una independencia respaldada por abrumadora mayoría en lo que sería el nuevo estado y aceptada a regañadientes por Jartum, que disputa a su vecino una zona rica en petróleo cuyo control pretenden ambos estados y es el principal motivo de la actual escalada bélica. El conflicto ha pasado por diferentes fases de mayor o menor virulencia, y los enfrentamientos fronterizos entre ambos estados han sido habituales, así como las acusaciones mutuas de agresiones, incluso bombardeos, y de apoyar a los grupos insurgentes que operan en sus respectivo país vecino. Todo ello, muestra de un largo conflicto irresuelto. En los últimos días los combates entre los ejércitos de ambos países se han recrudecido y se han suspendido las negociaciones que llevaban a cabo en Addis Abeba. Sin embargo, si la situación de guerra se oficializa, es previsible que la escalada bélica se convierta en catástrofe humanitaria, como otras tantas que desangran África.