El socialdemócrata François Hollande, confiado en su victoria, y el presidente saliente, Nicolas Sarkozy, por detrás en las encuestas, afrontan la recta final de la campaña presidencial marcada por el debate televisivo del miércoles que algunos auguran «violento» y que los dos candidatos confían en que será resolutivo en esta contienda electoral.

Los sondeos de intención de voto se mantienen estables desde la primera vuelta, previendo una victoria de Hollande por entre 54% y 56% de los votos, frente al presidente saliente, que obtendría entre 46% y 45%.

En su condición de favorito, Hollande enfrenta esta última semana de campaña con «confianza» y «movilizado», pero agrega prudentemente que «nada está decidido».

En los últimos días el tono entre los dos candidatos se ha endurecido. El resultado histórico de la extrema derecha en la primera vuelta, con casi el 18% de los votos, llevó a Sarkozy a alinearse con varias de las propuestas de Marina Le Pen, líder de Frente Nacional, y esa derechización de su discurso, sobre todo en materia de seguridad y la inmigración, que todavía mantiene en busca de los votos de la extrema derecha, ha sido muy criticada incluso por algunos partidarios.

Ayer volvió a rechazar los sondeos, aunque parece haber recortado ligeramente la distancia que le separa de Hollande y criticó a los «stalinistas del siglo XXI» que ven en su discurso una fusión con la extrema derecha.

Frente a Sarkozy y a sus «cien estrategias en seis meses», contrasta «la coherencia de la estrategia de Hollande, de sus declaraciones, de sus puntos de vista», señala a AFP el politólogo Frédéric Dabi.

El sábado, dos cuestiones irrumpieron en campaña: las acusaciones del exresponsable del FMI Dominique Strauss-Kahn (DSK) contra el entorno de Sarkozy por haber descarrilado su carrera a El Elíseo y las sospechas de que el régimen de Muamar al-Gaddafi financió la campaña de Sarkozy del año 2007.

La aparición de DSK en el «The Guardian» provocó un enfrentamiento entre la socialdemocracia y la derecha, y el presidente le pidió que se callara por «decencia» mientras que Hollande recordó que «ya no está en la vida política francesa».

A la otra cuestión Sarkozy trató de restar credibilidad incidiendo en que la fuente son los servicios secretos de Muamar al-Gaddafi y su propio hijo, mientras que su primer ministro, François Fillon acusó al medio que lo difundió, la web de investigación Mediapart.fr de ser «un laboratorio financiado por los amigos ricos de François Hollande».