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FINAL DEL PAREJAS

La final de los riojanos que hasta consiguió dejar al Athletic en un segundo plano

Asier AIESTARAN

La del Parejas de este año será recordada como «la final de los riojanos». Lo será porque los dos ganadores han sido, por primera vez, riojanos; porque durante el campeonato el Adarraga ha sido protagonista,; y porque en la final de ayer los aficionados riojanos fueron mayoría, inmensa mayoría. Suyo fue el protagonismo antes y durante el partido, y desgraciadamente para todos los seguidores de Xala y Laskurain, también lo fue después del encuentro.

Antes de que en el reloj dieran las cuatro de la tarde, en los aledaños del frontón Bizkaia de Bilbo los aficionados de Titín y Merino ya se dejaban notar. Con el zaguero como protagonista de sus cánticos -el «Villar es tan pequeño que no se ve en el mapa, pero jugando a pelota...» va camino de convertirse en todo un clásico-, ponían ambiente en los bares de Miribilla logrando dejar en un segundo plano el partido que a esa misma hora jugaba el Athletic en Zaragoza. Ya eso, de por sí, tenía bastante mérito.

Poco a poco, la gente se iba acercando al recinto y en sus puertas se reunían las habituales caras conocidas que no se querían perder el partido. Cargos instituconales varios, gente ligada al mundo de la pelota, e incluso tres futbolistas de la Real: Gorka Elustondo, Imanol Agirretxe y Dani Estrada. Esperemos que su presencia en el Bizkaia no sea tan polémica como la de sus cuatro compañeros que se acercaron a San Mamés para ver el partido entre Athletic y Sporting de Lisboa el pasado jueves.

Una vez dentro, los ánimos se fueron caldeando según se fue acercando el comienzo de la gran final. Que los riojanos eran mayoría era algo conocido, pero hasta qué punto era así no se pudo apreciar en toda su magnitud hasta que Titín hizo su primer tanto. Las banderas de color amarillo, rojo, blanco y verde salían a relucir y los aficionados comenzaban a subir el volumen en proporción a la ventaja de los suyos en el marcador. El frontón no lucía tantas pancartas como en otras ocasiones, porque se había prohibido su colocación en los cristales porque impedían la visión desde algunas localidades. Quizás por ello, unos chavales de Anguiano tuvieron que esforzarse tanto después del choque para que se viera bien su eslogan: «Con patatas, cordero y caparrones, le das a la pelota con dos...»

Una celebración colectiva de los riojanos que obligaba a los demás a quedarse con los detalles colaterales. Era el caso de Fernando Goñi, que ejerció de comentarista para ETBSat y que veía cómo Titín le igualaba a cuatro txapelas en la clasificación de pelotaris con más entorchados en la especialidad. «La verdad es que es un honor para mí verme en ese tipo de clasificaciones. Sabía que el delantero que ganara hoy me igualaba a cuatro txapelas y en este caso me alegro de que sea Titín. He jugado un montón de partidos con él, fuimos campeones los dos juntos en 2004, y ver que un amigo consigue algo así es para estar contento. Y además, viendo cómo está, Titín es capaz de conseguir alguna más todavía y pasarme en esa clasificación», nos reconocía el exzaguero de Zubiri tras acabar con su trabajo en la televisión.

Un trabajo, el de comentarista televisivo o radiofónico, que se ha convertido en habitual para varios pelotaris y expelotaris que acuden a la cita con las finales. Además de Goñi III, ayer también vimos a Peio Martínez de Eulate y Alexis Apraiz, que había jugado el primer partido, en esas funciones. Incluso se acercó a saludar el bueno de Miguel Capellán, contento como unas castañuelas con la victoria de sus paisanos y bromeando sobre los kilos que ha cogido desde que dejara de ser pelotari profesional.

Mención aparte para la invasión de campo, al más puro estilo futbolero, de los aficionados cuando se acabó el partido. Una invasión que acabó con uno de los encargados de prensa magullado y los pelotaris sin poder moverse en la cancha. Más de un aficionado de los llamados clásicos se tiraba de los pelos viendo semejante tumulto. Pero era su día y la fiesta que había supuesto toda la jornada, incluso todo el campeonato, se merecía el mejor final posible. Una fiesta y una celebración que continuarían, suponemos, hasta que el cuerpo aguantara.

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