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Patxi Zabaleta | (XII) Pruebas de cargo de la conquista de Navarra. Prueba de cargo documental

La navarra vigilada de los virreyes, las Cortes, el ejecutivo y la jurisdicción

Navarra tuvo virreyes desde el mismo 1512, es decir, desde antes de los virreinatos del Nuevo Mundo (Perú, Nueva España, etc.) y hasta más tarde que ellos, hasta 1840, aunque con algunas interrupciones. Es decir, durante 328 años. Hubo más de 130 virreyes, la mayoría nobles castellanos, aunque hubo también algún flamenco y hasta algún otro nacido en América. Solo uno de ellos fue navarro, Espoz y Mina, el general exguerrillero ya entregado al centralismo. Todos los demás virreyes, exactamente igual que sucede con los obispos de Iruñea posteriores a la conquista, no eran navarros, lo que no es casualidad, sino forma de administración de tierra conquistada.

Los virreyes eran, sobre todo, jefes militares en tierra invadida. El imperio conquistador mantenía su poder a través de un mando militar, que limitaba y controlaba el poder de las instituciones autóctonas, que había consentido en mantener precisamente para consolidar su dominio, mediante el sistema de la «legitimación y naturalización» de dicho poder.

Los virreyes de los demás reinos de la Corona de Castilla, igual que los de las posesiones del Nuevo Mundo, cumplían funciones similares. También las tierras del Nuevo Mundo habían sido, según la terminología oficial,  «incorporadas» a la corona de Castilla. El conquistador se valió en Navarra de los enfrentamientos internos, pero exactamente igual que han hecho todos los conquistadores a lo largo de toda la historia; desde los cartagineses y romanos hasta Hernán Cortés o el Duque de Alba, los conquistadores siempre  se han valido de las miserias del conquistado y han buscado argumentos para disfrazar la conquista de «incorporación».

La historia de los virreyes es mezquina. Eran personajes serviles, que venían a ser premiados o a medrar. El primer virrey, Diego Fernández de Córdoba, fue designado en el propio año de 1512,  cuando el trono de los reyes Juan III y Catalina III estaba aún caliente.  

Navarra era reino con moneda propia desde el año 1000, en que  Santxo III el Mayor fue el primer rey cristiano de la península en batir moneda. Después de la conquista Navarra siguió teniendo moneda hasta 1833, en que se batieron la últimas, precisamente en el valle de Araitz. Curiosamente, después de 1512 durante más de 150 años hubo dos monedas diferentes de Navarra; una moneda batida en la ceca de Iruñea y otra en Pau. Batir moneda ha sido precisamente la única prerrogativa real, que nunca delegaban los reyes.

Subsistieron las Cortes de Navarra con su anticuada estructura estamental, pero maniatadas por la Corona, única que las podía convocar. Subsistieron la Diputación y el Consejo, como poderes ejecutivo y judicial, pero con la espada de Dámocles del control económico y de la jurisdicción especial de la Inquisición, como lo demuestra la trágica historia de las brujas de Zugarramurdi, juzgadas y ajusticiadas en Logroño. 

Pues bien; el mantenimiento de la imaginería y las apariencias de los poderes originarios, sea el representativo, sea el legislativo, sea el ejecutivo o sea el judicial, constituye sin duda una prueba a posteriori de la naturaleza de la anexión. Navarra fue no solo tan conquistada como el Virreinado de Nueva España, sino que además mantuvo su simbología de reino hasta la mal llamada Ley Paccionada (también nombre inventado a posteriori) en 1841.

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