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Primera División

Europa sigue ahí pese al Valencia, a Lekic y a la paliza

La autoexpulsión del serbio al filo del descanso aboca a Osasuna a vaciar sus energías para nada en Valencia. Aguantó hasta el minuto 76 tras un gran ejercicio solidario, pero el partido se le hizo muy largo. Si suma los seis puntos, tendrá mucha opción

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VALENCIA 4

OSASUNA 0

Ramón SOLA

Los partidos se deciden por detalles, y las temporadas a veces también. Osasuna se queda sin margen de error en la carrera por Europa, aunque todavía tiene opciones, por una absurda autoexpulsión de Dejan Lekic con la primera parte ya acabada. No era un momento cualquiera. La intolerante grada de Mestalla ya había empezado a increpar a su equipo, los rojillos llegaban al descanso sin muchos sustos e incluso comenzaban a estirarse. El propio Lekic había tenido en el minuto 42 un balón, casi sin ángulo, que estuvo a punto de embocar a la red.

Pero con diez, obviamente todo fue diferente. Aunque no merezca mucho la pena detenerse en el detalle, el serbio la pifió por dos veces, casi tres. Primero se ofuscó con Rami por un quítame de ahí esa pierna, vio la amarilla y hasta pudo ser la roja ya si le hubiera soltado la mano en la cara al francés, lo que estuvo a punto de hacer (el propio Unai Emery saltó del banquillo para separarlos). Un minuto después, Lekic seguía en lo suyo y se fue a buscar al central sin balón de por medio. Rami fue más listo en todas las acciones: en la primera pegó también pero sin que le vieran, y en la segunda se tiró al suelo sin venir a cuento. El árbitro picó en las dos, pero la única culpa es imputable al rojillo. También se echó en falta algún compañero que le refrescara las ideas tras el calentón inicial, pero en su descargo hay que decir que bastante tenían con amarrar el 0-0 en ese momento tan sicológico.

Pelea metro a metro

Hasta entonces, Osasuna había firmado un partido de los que acostumbra. En esta liga los puede contar casi por decenas. No importa mucho quién sea el rival ni dónde se juegue el partido, porque todos responden a un patrón idéntico. Los rojillos no controlan el juego, pero tampoco se descomponen. No crean gran peligro, pero tampoco se encierran. No lucen, pero deslucen al contrario. Y, en fin, que casi nunca ganan -solo dos victorias a domicilio-, pero pocas veces pierden -siete con esta de ayer-.

Valencia fue un calco de tantos otros partidos fuera. Por ir al más cercano, del de Villarreal. Esta vez incluso Mendilibar apostó por continuar, algo raro en él, manteniendo a Cejudo en el banquillo, a Lamah en la derecha y a Nino en la izquierda. La entrada de Lekic por Ibrahima en la punta fue la única señal de refresco. Se barajaba la entrada de Raúl Loé en el eje, pero resulta evidente que el de Zaldibar ha hecho una apuesta por la experiencia en esta recta final en la que los experimentos se pueden pagar más caros.

Con eso y la habitual dosis ingentes de esfuerzos, a Osasuna le bastaba para contener a un Valencia con el tanque justito de gasolina, como había reconocido Emery. La prueba más clara, y la mejor noticia para los rojillos, fue la falta de punch de Roberto Soldado. Sin ese punto de velocidad en los últimos metros, un depredador del área deja de serlo irremediablemente. En el descanso fue cambiado, lo que evidenciaba que, aunque antes del partido se guardó la noticia, el exrojillo no estaba en plenitud física. Las vendas en el cuello también lo delataban.

La primera parte se consumió en un intercambio de golpes, no en sentido metafórico sino real. Además de las enganchadas de Lekic y Rami, Marc Bertrán y Ricardo Costa acabaron sangrando en dos de las decenas de colisiones en balones por alto. Se peleaba cada metro en defensa, pero ni uno ni otro renunciaban al ataque. El Valencia percutió por las dos bandas, con más habilidad para encontrar espacios, pero Osasuna también se buscó un par de opciones de calidad. La primera en un disparo de Nekounam desde fuera del área en uno de sus múltiples robos en la presión (minuto 4) y la segunda en una bonita cabalgada de Damiá que cedió atrás a Raúl García para que se la dejase a Nino, cuyo disparo se fue fuera (28).

De la resistencia a la debacle

Tras el punto de inflexión de la roja a Lekic, los dos entrenadores vascos buscaron soluciones muy rápido. Mendilibar no solo tenía un problema, sino dos, y los afrontó de golpe. Inyectó músculo en el centro con Raúl Loé y oxígeno en las bandas con Raitala, porque los dos laterales titulares estaban con tarjeta y quedarse con nueve hubiera sido ya letal.

Emery apostó por Aduriz y Piatti. El guion estaba escrito desde el descanso. Un acoso y derribo ante el que emergió el mejor Andrés Fernández, con una de esas manos milagrosas que saca a veces cuando la grada ya canta el gol (minuto 56). Sin embargo, la calma duraba poco. Con más jugadores y más calidad, el balón era blanco sí o sí.

Sin embargo, los puntos fueron pasando y allá por el minuto 65 Osasuna pareció pensar que las cosas no iban a ir a peor. El equipo se hizo grande a partir de un esfuerzo solidario encomiable y empezó a retener la pelota y hasta a mirar a Guaita, encomendándose a Raúl García y Nino. Emery buscó imaginación con Parejo por Albelda.

Paradójicamente fue ahí, en un chispazo aislado, cuando Aduriz encontró un balón de los que le gustan en el área pequeña y empezó a escribir el epílogo del partido. Osasuna todavía forzó algún corner a favor, más con corazón que con cabeza, pero en una contra fulminante el Valencia hizo el 2-0 y el campo se le puso cuesta abajo definitivamente.

Los chés acabaron de fiesta, tras haber garantizado la clasificación para Champions con sus 58 puntos. Osasuna no supo parar la sangría de goles, ni lo intentó siquiera, porque era más productivo guardar las escasas fuerzas disponibles para lo que tiene que encarar el sábado en El Sadar. Pese a todo, el resto de resultados hacen que Europa siga estando ahí y bien merezca 180 minutos de esfuerzo.

 

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