La mayoría de los países intentan establecer un control sobre las donaciones de esperma, a fin de que el número de hijos por donante no se dispare. Donde menos regulación existe al respecto es en los EEUU, y allí ya se empiezan a dar demandas judiciales de imposible resolución. Sus vecinos canadienses se lo toman por el lado del humor, y así nace esta comedia francófona rodada en Québec y Montreal, que ridiculiza las desproporcionadas consecuencias de la reproducción sin límites. Cuando comenzó el rodaje de «Starbuck», sus responsables no disponían de cifras exactas. En el guión habían puesto una cifra de 150 hijos, que consideraban lo bastante exagerada como para mover a la risa. Pero entonces saltó la noticia de un donante que tenía el récord de 500 hijos, por lo que redondearon la cantidad final dejándola en 533.

El enredo surge cuando una parte de los descendientes, exactamente 142, consiguen unirse para reclamar judicialmente el acceso a la identidad del donante anónimo, oculto bajo el pseudónimo del título, en alusión a un toro o semental. Para mayor inri el tal Starbuck trabaja en una carnicería, ajeno al gigantesco proceso judicial al que se va a enfrentar. Desconoce el fruto de las donaciones que hizo de joven, llevado por la necesidad económica. Vive centrado en el presente, pendiente del embarazo de su novia, con el deseo de formar una familia normal. Pero en lugar del bebé que esperan se toparán con un centenar amplio de adolescentes que desean tener una figura paternal como referente. La anormal situación se presta a un sinfín de situaciones grotescas, que la realización de Ken Scott intenta matizar mediante toques de ternura.

El guionista Ken Scott ya había despuntado con su ópera prima del 2009 «Les doigts croches», una comedia negra retrospectiva acerca de unos ladrones que deben redimir su culpa haciendo el Camino de Santiago. Por eso en su siguiente largometraje también ha querido manejar un argumento original y sorprendente, que dejó de piedra al público de la Seminci, donde el estelar Patrick Huard se llevó el Premio de Mejor Actor. La anécdota que cuenta podrá calificarse de inverosímil, pero la realidad siempre supera a la ficción.