CRóNIcA | regreso de bucarest
De la frustración a la reflexión, pasando por el caos
La historia sigue debiéndole una al Athletic. será el 25 de mayo o será en otra fecha. pero se la debe. Bucarest es historia, triste historia. pero ni uno solo de los seguidores rojiblancos que estuvo allí lo olvidará.
Joseba VIVANCO
Nunca nos quedará Bucarest. Plana, gris, repetitiva, caótica. Bucarest sin perros vagabundos, de tráfico asfixiante, de brutales contrastes, de bellas mujeres, machista. Allí este club dio lo mejor y lo peor de sí, la mejor imagen en las calles de una afición suprema y la peor cara de su equipo sobre el césped. Ayer, hoy, cada athleticzale sacó y sacará ese entrenador que lleva dentro. Lo que la noche del miércoles fue frustración, el paso de las horas ha ido dejando paso a la reflexión. Que si el sistema no gustó, que si los jugadores estuvieron mal, que si es imposible ganar si uno no hace méritos para ello, que si el partido le quedó grande al equipo, y una justificación, la más repetida incluso por aficionados colchoneros y hasta algún taxista rumano: que la veteranía pudo con la juventud, con la inexperiencia. Día de reflexión, pero de redoblada devoción. Perdiendo también se gana, dijo cierto entrenador. Y los Muniain, Ibai y compañía, sus lágrimas, ganaron muchos corazones, sobre todo, los de los más pequeños que lloraron con ellos.
Bucarest era una fiesta y terminó siendo un cementerio. En Bucarest todo fueron caras de frustración que desfilaban, incrédulas, lamiéndose la herida abierta, desde el Arena Estadio hacia sus respectivos autobuses, cerveza o kebah en mano, para trasladarse al aeropuerto de regreso a Loiu o a sus respectivos hoteles. Con lo que no contaban era con que la noche iba a terminar todavía peor.
Decenas de autobuses con seguidores rojiblancos quedaron colapsados en las dos amplias e interminables avenidas que desaguan el estadio hacia la ciudad. De madrugada, de bajón, el atasco que se formó fue monumental. Y el cabreo de la gente de similares proporciones. La Policía había cortado el paso a los vehículos bajo el argumento de que el aeropuerto ya no tenía capacidad para absorber más viajeros, eso sí, con rumbo a la capital bilbaina.
Primero, los del Atlético
La autoridades encargadas de la seguridad del evento habían decidido de manera arbitraria que la afición madrileña partiera primero y mientras ella fue destinada a la terminal de salidas, los primeros athleticzales en llegar fueron `estabulados' en la terminal de entradas, no acondicionada para ello.
El malestar se tornó mayúsculo cuando después de horas de espera, y cuando ya había algunos vuelos con los equipajes facturados, el grueso rojiblanco fue obligado a dirigirse a la terminal de salidas, una vez acabado el éxodo colchonero. Enojo, malestar, protestas. Los calificativos se quedaron pequeños. La noche en el aeródromo de Bucarest fue muy larga, muy dura, incluso con conatos de `revuelta', con vuelos que acumularon hasta cinco horas de retraso. No fue hasta las siete de la madrugada cuando las cosas empezaron a normalizarse, mientras en las cercanías del estadio, el caos con los autobuses retenidos por la policía no fue menor; el responsable de alguna agencia incluso decidió esconder su acreditación por miedo a sufrir las iras de la gente. Frustrados, cansados y ninguneados. A las cinco de la madrugada aun quedaban vehículos en el lugar esperando poder trasladarse al aeropuerto. El Athletic anunció ayer la presentación de una queja formal «a las instancias organizativas del traslado de los aficionados». Ayer, la última aeronave desde Bucarest tenía prevista su llegada a Loiu poco antes de las nueve de la noche.
El `superJumbo' con la expedidición del Athletic tomó tierra pasadas las 18.30, saludados a pie de pista por los ánimos de los operarios de la terminal vizcaina. Semblantes serios, sonrisas forzadas. El rostro de la derrota. De ahí a Lezama, donde aguardaban algunos cientos de aficionados para arroparles, que se quedaron sin el entrenamiento anunciado y suspendido en el mismo vuelo, pero que sí tuvieron ocasión de fotografiarse con ellos, ganarse sus autógrafos y saludarles. Grandes ambos. Aun quedaban aviones por tomar tierra. En el que precedió al del equipo, un aficionado preguntaba a su compañero de viaje «¿te dejas algo?», y raudo le contestaba «sí, nos hemos olvidado la copa». Sonrisas y lágrimas. Aunque sea a lo loco, a lo loco, a lo loco... Beti zurekin.