Dabid LAZKANOITURBURU Periodista
Atizando el fantasma del auge de la ultraderecha
Los resultados cosechados por la ultraderecha en los recientes procesos electorales en el Estado francés y Grecia han hecho correr ríos de tinta.
Lejos de mi intención intentar minimizar la preocupación por el eco electoral de estas posiciones xenófobas.
Pero llega un momento en que la insistencia y el alarmismo de los mensajes sobre un resurgir del fascismo entre nosotros le hace a uno sospechar que esa cacofonía esconde una doble intención.
Porque no es cierto que el FN haya logrado un resultado abrumadoramente histórico en plena crisis global europea. En 2002, Jean-Marie Le Pen rozó el 18% logrado ahora por su hija y, si le sumanos el 2% que cosechó entonces el escindido y ultra Bruno Mégret, el éxito de Marine Le Pen se matiza.
Otro tanto ocurre con los fascistas griegos de Amanecer Dorado, que se han beneficiado indudablemente de la debacle de los fachas de Laos, castigados por el electorado por su apoyo a los gobiernos títeres en Grecia.
Y no sólo es cuestión de comparativas electorales recientes. La existencia de la ultraderecha en Francia (régimen de Vichy) y en la Grecia ocupada por los nazis es un hecho histórico.
Otra cosa es que en vez de enfrentarlo políticamente, algunos traten de atizar el fantasma para mantener atenazado y anclado al electorado al actual status quo.
El «¡cuidado, que vienen!» es un ardid tan viejo como la política. Porque la extrema derecha no es una recién llegada a Europa. Ya estaba ahí, aunque se hubiera refugiado en 2007 en la UMP de Sarkozy o siga anclada en el PP de Rajoy. Extrema derecha o derecha extrema. Simple cuestión de orden.