Patxi Zamora | Periodista
«La tormenta somos nosotros»
Diario de Navarra» presentó recientemente su «Anuario 2012» con el boato de las grandes ocasiones: invitados de postín y editorial política ante los presentes por parte de su directora, Inés Artajo. En su alocución, Artajo repasó los hitos «de un mundo que muda de piel cada día...y que nos invita, y casi urge, a la reflexión».
Hasta ahí comparto el análisis de la veterana e influyente periodista. Después pasó a alabar a un «inédito» gobierno de coalición (sin añadir que el PSN lleva años apoyando a UPN desde una oposición más que amable) que «está tardando en engranar». También subrayó «el enorme poten- cial de fortaleza en esta alianza: el de su amplia base social», aunque es de suponer que a muchos socialistas no les hará mucha gracia esta afirmación. Y, de la defensa de ese pacto entre UPN y PSN, pasó a criticar y culpar de todos los males de este mundo a su «bicha» preferida: «desde las bancadas de la oposición, llámense Bildu o Batasuna, pretenden sacar partido de las dificultades para jugar al cuanto peor, mejor. El propósito, no lo duden, es el de socavar los cimientos del proyecto institucional de Navarra. Pretenden hacer saltar por los aires la estabilidad política que da el Gobierno». ¿Estabilidad? Crisis, paro y recortes en sanidad, educación y asistencia social que, según su análisis, son fomentados y es más, alegran a los soberanistas de izquierdas. Que me disculpe la señora Artajo, pero ya no cuela por mucho que se empeñe, pues adaptando un pasaje de Ray Bradbury: «¡Eh, gritó Will (PSN), la gente corre como si ya hubiese llegado la tormenta! ¡Llegó, gritó Jim (UPN), la tormenta somos nosotros!».
«Diario de Navarra» se ha convertido en el máximo valedor del pacto UPN-PSN. Hace poco más de 70 años animaron a quienes masacraron a la república y sus «hordas de rojos y separatistas», para imponer «la nación predilecta de Dios», la de «los verdaderos españoles». En épocas más recientes, volvieron a demostrar su espíritu democrático apoyando el lema «a por ellos» para aplastar al independentismo de izquierdas con métodos que describen sus ideales: ilegalizaciones, encarcelamientos, torturas, cierre de medios de comunicación... Por supuesto, «Diario de Navarra» no suele citar cuestiones que, interesadamente, son «agua pasada». Su talante democrático está enfermo de raíz, por eso no se ha opuesto a las medidas contrarias a la libertad de expresión y participación política.
El influyente rotativo defendió ideas antidemocráticas desde su fundación y, especialmente, durante los muchos años en que fue dirigido por Raimundo García, Garcilaso, uno de los inventores del navarrismo españolista, cuyo papel fue decisivo para llevar a cabo el golpe de estado del «36». «Diario de Navarra» fue pronazi y su línea editorial franquista continuó, incluso tras la muerte del Caudillo, bajo la dirección de Uranga, a quien le costó enormes esfuerzos deshacerse de su camisa azul. La directora de «Diario de Navarra» continua defendiendo gobiernos «estables», que conserven las esencias del rancio navarrismo conservador, con la ayuda de un PSN que no ha dado pie con bola desde los tiempos de aquel «gran espada de la política navarra», como denominaba el rotativo al corrupto expresidente Gabriel Urralburu.
Esta artimaña de echar la culpa «a los de siempre» es muy recurrente entre el unionismo hispano. No hace mucho, el europarlamentario del PP, Carlos Iturgaiz, llamó «hienas bolcheviques» a quienes estaban investigando la trama de sobornos Gürtel, que afectaba a miembros de su partido. No es de extrañar pues, que ante la prometedora unidad de acción de la izquierda navarra soberanista, que ya está dando sus frutos y que pone en peligro inminente el proyecto regionalista, carguen sus tintas contra ella y le achaquen la grave situación que padecemos. Por el contrario, «Diario de Navarra» nunca ha acusado al FMI ni a los grandes especuladores que han creado la crisis, como Lehman Brothers, donde trabajaba como responsable del Estado español y Portugal el actual ministro de economía, Luis de Guindos. Tampoco ha cuestionado a UPN-PSN por su nefasta política que aumentó en 10 años un 35% los altos cargos en la Administración navarra y un 67% en el Ayuntamiento iruindarra. Ni una sola alusión hizo Inés Artajo contra Sanz, Barcina, Jiménez o Miranda en los ruinosos asuntos de Guenduláin, autovía del Camino, Canal de Navarra, Circuito de Los Arcos, etc, que siempre fueron denunciados por la izquierda navarra, la misma a la que la heredera de Garcilaso y Uranga, Inés Artajo, quiere inculpar de la preocupante situación actual. Tampoco habló del desastre de la CAN, oscuras dietas incluidas, que hubiera provocado dimisiones y ceses en cualquier país verdaderamente democrático, ¿o es que un director de banco/caja, que pierde cientos de millones en disparatadas especulaciones debe conservar su puesto sin ser cuestionado por los políticos garantes de la entidad? La directora no dijo ni una palabra sobre la mediocridad y prepotencia de estos dirigentes, presentes en el acto, que están resultando carísimas para la sociedad navarra y, aunque no lo nombrara, su periódico también está apoyando el empeño cerril y megalómano de continuar con el «TAV/TAP», proyecto que nos recuerda al de otro destacado dirigente levantino del PP, Fabra, quien en la inauguración del aeropuerto sin vuelos de Castellón, fue pillado por las cámaras comentándole a su nieto: «¿qué, te gusta el aeropuerto del abuelo?».
Señora Artajo, la ruina por el derroche de años precedentes no es responsabilidad de Bildu. ¡No quiera desviar la atención sobre los verdaderos causantes del desaguisado! «La tormenta somos nosotros» debiera ser el sincero lema de campaña de UPN. Entiendo su preocupación porque su tormenta sea barrida por los vientos de libertad que empujan, con fuerza, desde esa izquierda que reclama en Navarra autogobierno, para llevar adelante una política social que responda a los intereses de la mayoría de la sociedad, y no a mantener los privilegios de la casposa «Navarra siempre p'alante».