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La Literatura y la Historia no tienen por qué estar reñidas con el fútbol

La industria editorial, en estas últimas semanas, se ha apresurado a presentar varios libros que tienen al fútbol como eje. Aunque hay un número considerable de gente que considera imposible el maridaje entre fútbol y letras, Ramiro Pinilla y Josu Turuzeta vienen, con sus libros, a negar la mayor.
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Alvaro HILARIO

Es bien sabido que las pasiones generadas por el fútbol no son comprendidas por mucha gente. Parafraseando a Karl Marx, son legión quienes, a la primera oportunidad, sueltan eso de que «el fútbol es el opio del pueblo»; quien más quien menos pretende descalificar este espectáculo de masas y, de paso, negar cualquier relación posible entre este y la literatura, entre fútbol y progresismo.

En este mes de mayo, se han editado dos libros que, en nuestra opinión, pueden sembrar dudas entre quienes defienden el famoso aserto. Uno, «Aquella edad inolvidable» (Tusquets), de Ramiro Pinilla (Bilbo, 1923), pertenece al género narrativo. El otro, «El Athletic Club. Origen de una leyenda o cuando el León era aún cachorro» (Txertoa), escrito por Josu Turuzeta (Bilbo, 1951), es, con todas las de la ley, un buen libro de Historia. Como señaló Martin Anso, editor de Txalaparta, en la presentación del segundo, «el fútbol también es un reflejo de la sociedad».

Galeano, Castresana

Raúl Zibechi, periodista del semanario de actualidad política «Brecha» (Uruguay), acostumbra a decir que «solo a don Eduardo se le permite escribir de fútbol en la revista». Quienes hayan leído «El fútbol a sol y sombra» (1995), entenderán porque Galeano (Montevideo, 1940) goza de estos «privilegios», al tiempo que comprobarán que fútbol y literatura son compatibles. El 28 de este mes, disertará en Bilbo sobre estos temas.

Roberto «el Negro» Fontanarrosa (Rosario, 1944-2007), famoso humorista gráfico y escritor, fanático de Rosario Central (rival histórico del Newell´s) tiene varias obras de ficción («El área 18» -1982-, «Once contra once. Cuentos de fútbol para los fanáticos del fútbol» -2000-, entre otras) con el fútbol como tema y anécdota. «No te vayas, campeón» (2000) es, sin embargo, un recorrido emocional por los equipos que más le impresionaron, como «La máquina» de River Plate o el Estudiantes campeón de tres copas Libertadores en la década de los 60.

Más cerca, tenemos «El otro árbol de Guernica» (1967), de Luis Castresana (Trapaga, 1925-Bilbo, 1986), donde un grupo de niños vascos exiliados en Europa, juegan al fútbol y se turnan para vestir la única camiseta del Athletic que tienen.

Aquella edad inolvidable

Ramiro Pinilla acaba de publicar «Aquella edad inolvidable» (Tusquets), una historia de amor y dignidad que tiene como protagonista a Souto Menaya, un albañil que da el salto desde el Arenas de Getxo al Athletic. Souto marcará el gol que, en 1943, dé la Copa a su equipo.

La narración es rápida, sin adornos ni florituras, sin adjetivaciones excesivas. Tiene, de hecho, un ritmo cinematográfico que, por momentos, recuerda al «Young Sánchez» (narración llevada al cine por Mario Camus en 1964) de Ignacio Aldecoa. La base es una buena historia en la que Pinilla trata temas universales como el amor, la dignidad o la importancia del dinero y de los sentimientos, todo visto por los ojos de Souto, un obrero del fútbol.

Un libro imprescindible para los amantes de las buenas letras y, cómo no, de quien guste del fútbol o del Athletic.

El Athletic nace en 1892

«El Athletic Club. Origen de una leyenda o cuando el León era aún cachorro» (Txertoa) es un sorprendente libro de Historia que desmonta un buen número de «patrañas» -en palabras de Josu Turuzeta- que, con el paso del tiempo, se han adherido a la historia del club como los parásitos al casco de la gabarra.

Una de estas mentiras se refiere a la misma fecha de fundación del Athletic: «El Athletic no ha tenido suerte con los historiadores. El primero que escribió sobre el tema, en 1922, fue José María Mateos, redactor de «La Gaceta del Norte» e hijo de un médico militar de Santoña. El Athletic fue fundado por ingleses -empleados en Astilleros del Nervión como técnicos- en 1892; Mateo, cegado por su localismo o su españolismo, obvió el dato y falsificó una fecha: dató la fundación en 1898 de modo aleatorio y, eso sí, para que fuera anterior al Barcelona, que nace en 1899», señala Turuzeta. De ahí en adelante, todo autor dio por buena esta falsificación de la historia rojiblanca.

La obra, de buena presentación y mejor redacción, desmonta esta «patraña» y otras en base a un exhaustivo trabajo de documentación. Otras «leyendas» que se vienen abajo son, por ejemplo, el primer centro educativo del Estado donde se jugó al fútbol: no fue Madrid y la Institución de Libre Enseñanza, si no el colegio de los Jesuitas de Urduña, como muestran fotografías de 1878 en las que los estudiantes aparecen jugando al fútbol.

Tampoco fueron los hermanos Castellanos los que trajeron el primer balón a Euskal Herria ni viene el grito de guerra, el «alirón», de las minas, si no del Teatro Vizcaya (en su momento estuvo en la calle San Francisco) y una cupletista madrileña, Teresita Zazá.

Hay otro punto que también -y en la misma dirección- aborda Pinilla en su hermosa novela: el Athletic no fue fundado o controlado por la oligarquía españolista de Neguri; el Club siempre ha estado regido, incluso en tiempos de Franco, por personas próximas al nacionalismo vasco. Más enigmas, más datos se desvelan en este buen libro de Historia: así, con mayúsculas.

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