El Ejército egipcio aspira a mantener sus privilegios tras las presidenciales
El Ejército egipcio ha prometido retirarse a los cuarteles una vez que se elija el nuevo presidente en las votaciones que comienzan hoy, pero esta retirada puede ser una ilusión dado el peso político y económico que mantiene desde hace décadas, incluso diseñando los pasos de la transición post Mubarak. Una victoria de alguno de los dos candidatos ligados al antiguo régimen facilitaría que mantuviera este papel.
Christophe DE ROQUEFEUIL (AFP) | EL CAIRO
El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA), en el poder desde la caída de Hosni Mubarak en febrero de 2011, asegura estar comprometido a entregar el poder al presidente que salga de las urnas, poniendo fin a una transición jalonada de protestas, represión y muertes en las que ha sido acusado de de mantener el aparato represivo del pasado y de aferrarse a sus privilegios.
Los militares se presentan como la única garantía de estabilidad en el país frente a los problemas de otras «primaveras árabes» y alegan a su favor que ha puesto a Egipto en la vía de la transición. «Es la única institución que funciona. Aún goza de cierta popularidad y tiene un poder económico real, mientras la policía es incapaz de reorganizarse para mantener el orden», subraya Tewfik Aclimandos, especialista de Egipto en la Universidad de París. «Tiene los medios para seguir como un actor político importante durante años», añade.
Para Hassan Nafaa, uno de los principales cronistas políticos del país, «el lugar del Ejército dependerá en gran medida del presidente que sea elegido».
Si proviene del antiguo régimen, como el ex jefe de la Liga Árabe, Amr Musa o el último primer ministro de Mubarak, el ex general Ahmad Chafiq, dos de los favoritos, «el Ejército continuará jugando un rol importante y no habrá reformas sobre su papel ».
Si gana otro candidato, «tendrá que buscar un acuerdo para que el retorno a los cuarteles se lleve a cabo sin problemas. Hay muchos intereses en juego, sobre todo económicos y habrá que tratar la cuestión con tacto», subraya. Uno de los principales candidatos islamistas, Abdel Moneim Abul Futuh, ha prometido limitar al Ejército a los asuntos de Defensa pero sin concretar cómo lo haría.
Los Hermanos Musulmanes, que dominan el Parlamento y presentan como candidato a Mohammed Morsi, podrían plantear problemas a los militares, con quienes tienen una rivalidad histórica.
En los últimos meses han alternado un discurso crítico con un actitud más ambigua, lo que sugiere que podrían llegar a algún acuerdo con los generales.
Inmunidad
«El CSFA se considera el único actor con la experiencia, la madurez y la sabiduría para dirigir el país», mezclando «el interés nacional con sus propios intereses», opina el International Crisis Group en un estudio reciente. Sin embargo, «su objetivo consiste en ponerse en segundo plano pero seguir siendo árbitro, evitar los focos pero seguir teniendo una influencia decisiva», indica. El Ejército constituye la espina dorsal del sistema político egipcio desde la caída de la monarquía en 1952 y desde entonces de sus filas han salido todos los presidentes del país.
Se han podido adivinar los principales objetivos del Ejército: conservar el secreto sobre su presupuesto, dejando al menos parte de él fuera del alcance del control parlamentario, mantener el derecho de revisión sobre la legislación que le afecte y obtener la inmunidad que les garantice no acabar como Mubarak por su papel en el antiguo régimen. Estos debates podrían resurgir durante la redacción de la futura Constitución, de momento en punto muerto.
El vasto y opaco imperio económico de los militares, que incluye numerosas empresas en los más diversos sectores, desde la construcción y el cemento a la hostelería, pasando por el agroalimentario aparece como telón de fondo de esta lucha.
El Ejército egipcio recibe también, desde los acuerdos de paz con Israel de 1979, una ayuda anual de 1.300 millones de Estados Unidos, con quien no pocos generales egipcios han forjado estrechos lazos.
Después de haber llenado la calle con miles de manifestantes para derrocar a Hosni Mubarak, los jóvenes revolucionarios egipcios se encuentran divididos y decepcionados sobre cómo hacer avanzar sus ideas entre el control del Ejército y la marea islamista que han «confiscado la revolución», en vísperas de las elecciones presidenciales. Pero en ningún caso lamentan haberse rebelado, incluso a pesar de la represión que ha costado al vida a decenas de personas. Quince meses después de la caída de Mubarak, siguen dispuestos a salir a las calles. Esraa Abdel Fattah creó en 2008 la página de Facebook «6 abril» que contribuyó a lanzar el movimiento. Explica a France Press, que «hay divisiones y eso nos debilita, pero es lo que quiere el período de transición». Pese a ello, se muestra optimista, incluso aunque una parte del antiguo régimen siga ahí. «Con el nuevo presidente, comenzaremos la verdadera transición», afirma. En las últimas semanas el debate se centra en si hay que participar en las presidenciales o a qué candidato apoyar. Algunos optan por el boicot; otros, como Esraa, por el nacionalista árabe Hamdeen Sabbahi y otros por candidatos islamistas. En cuanto a las movilizaciones, están quienes desconfían de las convocatorias islamistas, «que te dejan solo frente a los problemas y detenciones» y quienes creen necesario mantener las manifestaciones frente al Ejército. Con la división en su contra, cuentan a su favor con que no necesitan tomar el poder para influir en un cambio de mentalidad en la sociedad egipcia rompiendo tabúes. GARA
El general Mahmud Nasr, miembro del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, advirtió el pasado marzo de que «no permitirá ninguna injerencia por parte de nadie en los proyectos económicos del ejército».