[ ] análisis resaca del consejo europeo informal
Hollande tiene un problema
Hollande ha tenido una semana casi perfecta: Obama, OTAN, G8, cumbre de la UE... pero, hasta ahora, hemos visto un «Hollande de fogueo». Ahora llega la hora de negociar en serio y el presidente francés tiene un problema, no con Merkel, sino con Alemania y el Bundestag.
Josu JUARISTI
Tras un Consejo Europeo, sea formal o informal, cada gobierno difunde al día siguiente y en campo propio su versión pública de lo expresado u omitido en la reunión. El día de ayer no fue una excepción. En este caso, el interés se centró en dos aspectos: la relación de fuerzas entre Francia y Alemania, por una parte, y el «umbral de dolor» para el Estado español por otra. Vayamos por partes:
La relación de fuerzas entre Hollande y Merkel. ¿Ganó Hollande? ¿Perdió Merkel? ¿Ha terminado el dominio de Berlín? ¿Hubo un choque frontal entre ambos? ¿Ha muerto el eje franco-alemán? A los medios, en general, nos encantan los titulares llamativos. Podríamos exponer argumentos plausibles que nos permitieran responder de modo afirmativo a las cinco preguntas, pero lo cierto es que podríamos hacer también lo contrario y sonaría igual de creíble.
El presidente francés ha tenido una buena semana, al menos ante los medios: investidura el día 15 (señor Hollande, no vale gastarse un dineral en una investidura injustificadamente pomposa y cara y luego aparentar sencillez viajando en tren a la cumbre de Bruselas), buena sintonía con Obama en las cumbres del G8 (18-19) y de la OTAN (20-21) y papel protagonista en la cita informal europea el 23 (en la imagen). Pero, fijadas más o menos las posiciones, en la Unión Europea toca ahora negociar de verdad, y ahí no le salen todas las cuentas a Hollande.
El nuevo presidente francés no tiene un problema con el Gobierno de Merkel, sino con el Bundestag, el órgano federal legislativo alemán, y ahí ni tan siquiera SPD y Verdes apoyan totalmente las tesis de Hollande en torno, por ejemplo, a los eurobonos, tema que el presidente francés colocó en el centro de la agenda de la cena, quién sabe si como estrategia negociadora de máximos para arrancar alguna otra cesión a Berlín. Pero Merkel negociará primero en el Bundestag y lo que salga de ahí irá a misa en el Consejo Europeo del 28 y 29 de junio (este sí, el de verdad; la cena del miércoles ni tan siquiera llegó a la categoría de escaramuza).
La canciller federal comenzó ayer mismo a buscar el respaldo de la oposición socialdemócrata, socialista y verde para ratificar el Pacto Fiscal (necesita una mayoría de dos tercios que el Ejecutivo de coalición CDU-CSU-FDP no tiene). Aunque los medios españoles se limitan a destacar que el SPD y los Verdes solo aprobarán el Pacto Fiscal si va acompañado por un programa para fomentar el crecimiento y la creación de empleo y por la introducción de tasas a las transacciones financieras, lo cierto es que ni socialdemócratas ni verdes alemanes comparten las tesis sobre los eurobonos de François Hollande. Este, básicamente, calcó algunas propuestas del SPD y de los Verdes, pero trató de darles un toque propio completando su proposición con los eurobonos.
Merkel no tendrá mayor problema en aceptar (mañana o pasado mañana) la inclusión de medidas o estrategias de crecimiento que completen y permitan hacer un lavado de cara al Pacto Fiscal. Entre otras cosas, porque las sistemáticamente incumplidas Estrategia de Lisboa del año 2000 y la posterior Europa 2020 de 2010 así lo exigen (tanto a la UE como a cada Estado miembro). Ambas iniciativas contemplaban planes (concretos, incluso) de crecimiento y de empleo, inversión en cohesión y bienestar social, innovación, educación y energías limpias.
Ahora, un posible pacto entre Merkel, SPD y Verdes podría pasar por reforzar un poco el Banco Europeo de Inversiones con apoyo de inversiones privadas (aunque anunciada, la única novedad de la cena del miércoles) y, quizás, con la promesa de impulsar un eventual nuevo acuerdo intergubernamental entre aquellos que quieran participar en la implementación de tasas a las transacciones financieras. Aunque esto último supondría, de facto, finiquitar el gobierno de coalición con los liberales.
Pero en el Bundestag difícilmente habrá acuerdo en torno a los eurobonos que François Hollande dice impulsar, entre otras cosas, para atraer hacia su área de influencia a estados con graves problemas como España e Italia. Y tampoco parece probable que en el Bundestag se apoye ahora un cambio profundo de la función del BCE, de modo que pudiera convertirse en una especie de Reserva Federal (como en EEUU) que avasallara y calmara a los mercados con una inyección masiva y disuasoria.
En torno a los eurobonos no habrá acuerdo porque, además de participar a rasgos generales de la ortodoxia marcada por el Mecanismo Europeo de Estabilidad (el mecanismo de ayuda a los estados con graves problemas ligado absolutamente a los durísimos programas de ajuste económico y financiero), socialdemócratas y verdes alemanes no lo ven nada claro. Merkel lo rechazó claramente en la cena de Bruselas, y contó con el apoyo de Holanda y Finlandia, entre otros. El ministro de Economía alemán, Phillipp Roesler, lo repitió ayer con contundencia: «Los eurobonos son la herramienta equivocada». Además, como recordaron ayer los Verdes, obligaría a cambiar los tratados y eso exige mucho tiempo, algo que la UE no tiene. Aunque desde un punto de vista conceptual pudieran aceptar los eurobonos, el SPD no aceptará una fórmula plenamente igualitaria para todos (mismo precio del dinero, por ejemplo, para el mejor de la clase y mayor contribuyente neto, Alemania, y para uno de los peores, España). Una cosa es que coincidan en que debe impedirse la especulación contra un estado individual, y otra muy distinta que Berlín, esté quien esté en el Gobierno federal, acepte una política de solidaridad masiva y eterna que mantenga de un modo más o menos virtual (como hasta ahora) a los estados que más han derrochado y peor han gestionado su economía desde el punto de vista alemán.
Alemania sigue exigiendo un control presupuestario férreo a los peores alumnos y no parece probable que afloje mientras no considere que han hecho los deberes. Pero, ¿cuándo llegará ese punto? Es decir, ¿dónde está el umbral de dolor para los estados (y para los ciudadanos más castigados por la crisis y los recortes sociales impuestos)?
El «umbral de dolor». «Umbral de dolor» es una de las últimas expresiones de moda en la UE. «Geuro» y «Greexit» son las otras (es decir, salida ordenada de Grecia con una moneda paralela y tutelada o salto al vacío). «The Financial Times» lleva varias semanas alertando de que la acumulación de deuda por parte de España, que tiene que pagar unos intereses muy elevados cuando sale a buscar liquidez a los mercados, está llegando a unos niveles insostenibles. Aunque aún tengan cierto margen, ese «umbral de dolor» o límite máximo en el que ya sería inevitable una intervención, un rescate o la compra masiva de bonos por parte del Banco Central Europeo estaría ya muy cerca. Lo de «dolor» viene al pelo, porque son los ciudadanos de los estados miembros con problemas quienes están sufriendo las reformas (recortes).
Pero Berlín insiste en que son precisamente las reformas estructurales las que traerán el crecimiento, y no el crédito. Aunque no lo dicen, Alemania, y los alemanes, recuerdan que Madrid es quien más dinero ha recibido de la UE vía fondos estructurales y de cohesión, y que eso no evitó su caída. Ergo, impone una suerte de protectorado normativo (presupuestario, económico, financiero y social) sobre gobierno y ciudadanos.
De hecho, los socialdemócratas alemanes recordaron ayer que hubo un tiempo no lejano en el que el precio del dinero era igual para todos, y que eso no trajo, per se, crecimiento, ni sirvió para sanear España.
En este proceso paulatino y renqueante de integración económica y monetaria, es posible que vayan dándose también pasos hacia un sistema bancario europeo único. A Madrid, seguramente, le interesaría que el ridículo que ha supuesto la intervención de facto del Banco de España a raíz del caso Bankia y la absoluta desconfianza existente en Europa y EEUU sobre las cuentas del resto de bancos quede de algún modo tapado por un sistema europeo único.
Lo que ha cambiado y lo que se avecina. De momento, lo que ha cambiado en esta semana larga de Hollande es que ha acudido a una cumbre informal sin la tradicional reunión previa con el Gobierno alemán. Quizás hubiera resultado apresurado. Los previos al Consejo Europeo del 28 y 29 de junio demostrarán mucho más claramente en qué punto está la relación Berlín-París. Dicen los cronistas que Merkel se mantuvo a la expectativa, en cierto modo a la defensiva, pero tranquila. Dicen, además, que Hollande habló poco, pero que sus palabras tuvieron eco en la sala y que, en cierto modo, pudo constatarse la existencia de dos bloques (pro Hollande y pro Merkel). Pronto veremos si se trata de recursos periodísticos o de una realidad, pero es muy aventurado interpretar de una cena informal que el eje Berlín-París se haya roto. Hollande creó expectación, es normal. Aprovechó para darse su primer baño de periodistas de una y media a dos y media de la madrugada, mientras Merkel dedicaba apenas cinco minutos a un grupo mucho más pequeño en una sala contigua.
En junio habrá menos margen para dejar pasar el tiempo, que es lo que ocurrió el miércoles en Bruselas. Van Rompuy levantó acta y buscó posibles consensos a corto plazo; dijo que la cena había servido para «enfocar las mentes y limpiar el aire». Parece claro que el 29 de junio anunciarán algunas decisiones para «movilizar políticas europeas que fomenten el crecimiento y el empleo» aunque, sea lo que sea, poco habrá que pueda tener impacto real a corto plazo sobre la angustiosa situación de muchos. En todo caso, la primera vuelta se juega en el Bundestag.
Todo ello está relacionado con la negociación clave del próximo marco presupuestario, con el futuro de la PAC y de los fondos de cohesión en juego. Al igual que Angela Merkel, también el SPD pide nuevos criterios para repartir los fondos y advierte de que es inaceptable que la política agrícola común se coma el 40% del presupuesto. Otro frente para Hollande, ya que sus agricultores se llevan la parte del león de ese 40%.
Ewald Nowotny, miembro del Consejo de Gobernadores del Banco Central Europeo, afirmó que una salida de Grecia del euro tendría consecuencias en la eurozona: «Supondría un shock masivo y tendría un efecto dominó de consecuencias imprevisibles».
Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, declaró ayer que la UE vive un «momento crucial». Draghi subrayó la necesidad de lograr un pacto por el crecimiento junto al de disciplina presupuestaria contemplado ya en el pacto fiscal.
La ratificación del Pacto Fiscal se está convirtiendo en una trampa. Verdes y socialdemócratas alemanes no están dispuestos a ratificarlo mientras no sepan con detalle qué quiere el Gobierno francés y, además, quieren separar la aprobación del pacto presupuestario de la ratificación del Mecanismo Europeo de Estabilidad (Merkel quiere aprobar todo a la vez). Y Hollande afirma que tampoco lo someterá a aprobación mientras Berlín no acepte acompañarlo de medidas que impulsen el crecimiento. Es posible que ni uno ni otro lo ratifiquen hasta otoño. Se espera otro verano caliente.