Peio Aramaio Etxaburu | Expreso
La ruta del perdón
Democracia esta en la que nuestra libertad de expresión la convierten en apología del terrorismo y a los insultos que nos profieren ellos les llaman libertad de expresión La ruta del perdón por la ley del embudo nunca prosperará. Pero sin olvidar jamás que a la solución definitiva se le sigue llamando soberanía.
Se dice que la mejor enseñanza es la de predicar con el ejemplo, es decir, ser consecuente con lo que se dice o callarse. El verbo bonito en toda oratoria o disertación puede quedar elegante otorgándole aire de las buenas formas al hablante. Pero existe un dicho que siempre me solía repetir un gudari ya fallecido: «No hagas caso de lo que dicen, fíjate siempre en lo que hacen», y así es. Estamos en un momento histórico de esperanza, de ilusión, para la convivencia en paz y la resolución del conflicto, que nuestro pueblo lleva padeciendo más de 500 años. El cese definitivo de la actividad armada anunciado por ETA parece no ser suficiente por todo lo que estamos viviendo. Antes lo vendían como premisa principal para poder sentarse a hablar; en cambio, ahora, «nunca hablaremos con la organización terrorista» es el discurso que repite a diario la derecha franquista en el poder y sus aliados.
El discurso se centra también sobre los prisioneros vascos que desearían reinsertarse. Para ello, se les exige; pedir perdón a las víctimas y a la sociedad en general, suscribir un documento en que manifiestan que se desvinculan de la organización ETA y reconocer el daño causado.
Si nos fijamos en la historia no muy lejana hasta nuestros días, digo con toda la rotundidad del mundo que ETA se queda pequeña al lado de la violencia que siempre ha practicado el Estado español tanto en la época franquista como en la actual, y que no ha cesado aún, con todas las prácticas violentas más crueles y atroces que uno se pueda imaginar. El monopolio de la violencia siempre ha sido del poder: detenciones arbitrarias, torturas, secuestros, muertes, desapariciones, cadenas perpetuas, juicios políticos, «doctrina Parot», mentiras y falsedades en sus versiones oficiales, ilegalizaciones, decretos de urgencia para reprimir al independentismo vasco, cierre de periódicos y emisoras. Existen aún responsables políticos e institucionales que han practicado o permitido tales practicas violentas con absoluta impunidad.
Yo me hago la siguiente pregunta: ¿quiénes tienen que empezar a pedir perdón y a quiénes? ¿Cuándo y cómo? ¿Cuál es la ruta a seguir? ¿Valdría como solución el resultado de aplicar la conjugación del presente de indicativo del verbo pedir perdón?. Yo pido, tu pides, el pide...,
Aquí no se salvaría ni el apuntador, ni siquiera el rey franquista cazador de elefantes, que bajo el paraguas de la monarquía que representa con poder de Jefe Estado, se han cobijado el terrorismo de Estado y el capitalismo salvaje sumiendo al país en el umbral de la pobreza extrema, mientras que el monarca sigue amasando fortuna en beneficio propio. Ni tampoco la Iglesia Católica, que arrastra un saldo pendiente de «perdones» desde que el Papa Pío XII felicitara a Franco por su victoria en la guerra de 1936, golpe de estado que obtuvo licencia para matar en la llamada Santa Cruzada con la bendición del Vaticano, con el resultado de un millón de muertos.
Con el «borrón y cuenta nueva y aquí no ha pasado nada», sepultada con la Ley de Amnistía de 1977 y la llamada transición democrática, la Constitución del año 1978 hecha a la medida del nuevo franquismo y de la mano militar, sigue arrastrando un déficit democrático de gran magnitud. Aunque las leyes están redactadas para aplicarlas la justicia no es igual para todos.
Estamos asistiendo a una realidad del mundo al revés. Personas que deberían de estar aún en prisión gozan de la libertad absoluta con honores y ascensos incluidos. Por citar algunos: Enrique R. Galindo, José Barrionuevo, Rafael Vera, José Amedo, Julen Elgorriaga, Julián Sancristóbal y otros muchos... Acaso pidieron perdón estos señores? Y qué decir de los chivatos, mercenarios a sueldo (BVE, Triple A, GAL), torturadores, políticos corruptos y otros intocables que con su mierda corrupta salpicada ha alcanzado hasta la Casa Real? Pues bien, señores, todo esto es España. En cambio, los presos vascos que deberían estar libres desde hace tiempo (según sus propias leyes) o que nunca deberían haber sido encarcelados por haber ejercido una actividad política en favor de la paz, siguen aún en prisión por la política venganza. ¡viva la justicia española¡
Democracia esta, en la que nuestra libertad de expresión la convierten en apología del terrorismo, y en cambio a los insultos que nos profieren ellos se les llaman libertad de expresión.
En cuanto a la ruta de perdón a seguir, recurrir a la obligación de «arrodillarse» y a la humillación, es pura venganza. A mi forma de entender, el perdón revolucionario no existe. Sin querer hacer paralelismos, ¿acaso pidió perdón el franquismo?
Y qué decir del Sr. Fraga Iribarne, con su pasado represivo y terrorífico de muertes a sus espaldas, que tras su fallecimiento reciente las homilías concelebraciones y apologías dedicadas a tal efecto por la iglesia de Rouco Varela y Cía., parecían ceremonias de una beatificación.
La solución pasa necesariamente por el dialogo y la negociación. Dar la espalda por parte del Gobierno español a las recomendaciones recogidas en la Declaración de Aiete, así como al documento suscrito en el Acuerdo de Gernika y de otras personalidades internacionales, y apostar únicamente por la vía policial y la ley del embudo, muestra a mi entender el deseo que tiene la derechona española de que ETA se active nuevamente para reforzar su discurso eterno. Tenemos que tener claro que a la paz que nos quieren imponer se le llama violencia.
Efectivamente, tiene que haber un reconocimiento y reparación a todas las víctimas de todas las violencias. La solución no pasa por perdones e inserciones individuales. La solución debe ser colectiva. Dialogo y negociación entre los estados (español y francés) con ETA y como decía Telesforo Monzón, conversaciones posteriores de pueblo a pueblo y todo lo demás llegará. La ruta del perdón por la ley del embudo nunca prosperará. Pero sin olvidar jamás que a la solución definitiva se le sigue llamando soberanía.