Iñaki Lekuona | Periodista
Cría cuervos
Azarenka, actual número uno, cayó a manos de Dominika Cibulkova, una tenista que tiene la curiosa costumbre de olfatear las pelotas nuevas.
Los inventores del pecado, veneno que provoca la muerte de la libertad personal, crearon también su antídoto, la indulgencia. Y con ambos instrumentos han trampeado conciencias individuales y colectivas en beneficio propio, moldeando el mundo según sus necesidades, satanizando cualquier discrepancia, destruyendo toda resistencia, acumulando tanto poder mundano que el divino ha quedado relegado al rito.
Pero ese poder de césares, envidia de purpurados, se ha convertido en un veneno para Joseph Ratzinger, antiguo prefecto de la Inquisición y actual representante de dios en el mundo bajo el alias de Benedicto XVI. Cuenta la prensa seria que el Papa se siente traicionado, víctima de las luchas cardenalicias por su sucesión, luchas de las que él mismo algo ya sabe como protagonista de la anterior pelea por la silla de Pedro. Algo huele a podrido en el Vaticano. ¿Será aroma de santidad?
Poco de santo tiene una institución de patrimonio millonario y cuya obra social se basa más en la voluntad y generosidad de los laicos que en el corazón financiero del Vaticano, opulento hasta la obscenidad. Sin embargo, según Benedicto XVI, el problema no lo tiene la iglesia, lo tiene la sociedad, desigual, injusta y consumista. Por ello, desde un atrio instalado en el aeródromo milanés de Bresso, quizá por estar más cerca del cielo, Ratzinger ha ensalzado los valores de la familia tradicional católica, entre ellos, es un suponer, la jerarquía.
Pero difícilmente podrá dar ejemplo si ni siquiera él mismo logra hacer valer la suya, discutida entre sus propios cardenales hasta el punto de que uno de ellos advierte de que hay un judas que busca estrecharle el alzacuellos. Cría cuervos.