Assad denuncia una «guerra» contra Siria y rechaza la masacre de Hula
El presidente sirio, Bashar al-Assad, compareció por sorpresa ante el Parlamento, donde denunció que el país afronta una «verdadera guerra» y pidió distinguir entre el combate a los grupos armados, a los que culpó de la violencia, y el diálogo con los opositores, con quienes se mostró dispuesto a hablar «sin injerencias». Sobre la masacre de Hula, tildó de «bárbaros» a sus autores y negó cualquier reponsabilidad.
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El presidente sirio, Bashar al-Assad, habló durante algo más de una hora ante el Parlamento. Lo hizo sin previo aviso. Con tono duro, arremetió contra quienes quieren destruir Siria, que, según resaltó, «no afronta un problema político sino un proyecto para la destrucción de la nación cuyo instrumento es el terrorismo». Denunció una «conspiración internacional» que se ha ido fraguando durante décadas.
«Esta crisis no es interna. Es una guerra externa perpetrada por elementos internos», alegó como en ocasiones anteriores.
Al-Assad pidió distinguir entre los grupos armados, a quienes acusó de dirigir «una verdadera guerra» contra el país, y los opositores políticos internos, con quienes se mostró dispuesto a dialogar pero sin «condiciones ni injerencias extranjeras».
Aseguró que «las puertas todavía siguen abiertas a quienes quieran un reforma verdadera» y animó a «los que aún dudan a volver al diálogo. Les aseguro que el Estado no tomará represalias. Si trabajamos juntos, confirmo que el final de esta situación está cerca».
No obstante, descartó cualquier diálogo con los opositores que operan en el extranjero, en alusión directa al Consejo Nacional Sirio (CNS), principal grupo opositor.
Insistió en que «para llegar a una solución de la crisis es importante distinguir entre terrorismo y política», porque «los responsables del terrorismo no están interesados en el diálogo o las reformas. Están encargados de una misión y no pararán hasta que cumplan con esa misión o logremos detenerlos».
Si bien no ofreció una respuesta específica a la petición del enviado especial de la ONU y la Liga Arabe, Kofi Annan, para que dé pasos destinados a resolver el conflicto, afirmó que Siria «está abierta a todos los sirios, sean cuales sean sus opiniones, pero el terrorismo no puede formar parte del proceso político y debemos luchar contra el terrorismo para curar la nación». Advirtió nuevamente de que «no habrá compromisos en la lucha contra el terrorismo y aquellos que lo apoyan». «Ahora no hay grises. Es el momento para clasificar a los ciudadanos como patriotas o no patriotas», afirmó al término de su comparecencia entre una gran ovación.
En relación a la masacre de Hula, en la que murieron al menos 108 personas, en su mayoría niños menores de diez años, y que provocó la expulsión en cascada de embajadores y diplomáticos sirios, negó cualquier responsabilidad de las Fuerzas Armadas y tildó de «bárbaros» a sus responsables. «Es una masacre que no la cometen ni las bestias. Una verdadera monstruosidad», subrayó.
Testigos de la matanza señalaron que hombres armados con uniformes militares, a quienes identificaron como paramilitares del régimen, entraron en varias casas tras una tarde de intensos bombardeos matando a casi todos sus ocupantes. Rupert Colville, portavoz del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, dedujo a raíz de las investigaciones que «familias enteras recibieron disparos dentro de sus casas. Menos de 20 de los 108 asesinatos se debieron a disparos de artillería y tanque».
Entre las reacciones que suscitó esta sorpresiva comparecencia, el dirigente del CNS Samir Nacha consideró que este discurso «refleja la voluntad de Al-Assad de seguir reprimiendo la revuelta con sangre».
Rusia, mientras, reafirmó su apuesta por el plan de Annan como única vía para solucionar el conflicto, aunque su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, se mostró abierto a estudiar diversas variantes de coordinación de los esfuerzos internacionales.
Arabia Saudí denunció que el régimen sirio ha estado «manipulando e intentando ganar tiempo» sin aplicar el plan de paz de Annan. Pese al aumento de la tensión en la zona, rechazó una injerencia militar árabe en Siria porque «los países capaces de llevarla a cabo sufren problemas internos».
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, afirmó que «hay que terminar ya con la violencia» y calificó la situación de «difícil». Ayer se reunió con el secretario general de la Organización de la Cooperación Islámica, con quien trató la crisis en Líbano y Siria.
El Gobierno libanés envió ayer unidades del Ejército y la Policía a los barrios de Bab al-Tebbaneh, de mayoría suní, y de Yabal Mohse, predominantemente alauí, en Trípoli, donde desde la noche del viernes se han registrado fuertes enfrentamientos entre detractores y partidarios del presidente sirio, Bashar al-Assad, dejando un balance provisional de catorce muertos y una treintena de heridos. Varias cadenas de televisión informaron de los movimientos del Ejército y la Policía para evitar nuevos choques, al tiempo que mostraron imágenes de la retirada de los vecinos de los barrios enfrentados. A mediados de mayo, al menos diez personas fallecieron y un centenar resultaron heridas en enfrentamientos similares entre los habitantes de ambos barrios.
Por otra parte, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), 57 soldados sirios murieron el sábado en combates con grupos armados. Se trata del balance más mortífero para el Ejército desde que comenzó la revuelta en marzo de 2011. El responsable del OSDH, Rami Abdel Rahame, atribuyó este alto número de bajas a «la intensificación de los combates por parte de los opositores, que conocen muy bien el terreno». GARA