Raymundo Gleyzer y el cine de la base: arte, compromiso y militancia
Al cineasta argentino Raymundo Gleyzer el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 le sorprendió en Nueva York. Sus compañeros de Cine de la Base, sin embargo, estaban en Argentina y Raymundo volvió. Fue secuestrado cuando salía del Sindicato de la Industria Cinematográfica. Fue visto con vida por última vez en el centro clandestino de detención El Vesubio.
Alvaro HILARIO
En 1968, se pudo ver por primera vez «La Hora de los Hornos», dirigido por Pino Solanas y Octavio Getino, miembros del grupo Cine de la Liberación. Este es un tríptico de cuatro horas cuyo fin es introducir a la gente de a pie en el debate político. La película tuvo un gran impacto tanto en Raymundo Gleyzer (Buenos Aires, 25 de septiembre de 1941 - desaparecido el 27 de mayo de 1976) como en el nacimiento de Cine de la Base. Aunque los primeros hacían cine militante, lo hacían desde una perspectiva peronista. Gleyzer, por el contrarrio, estaba ligado al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), dirigido por Mario Roberto Santucho y era muy crítico con el peronismo.
El objetivo que Gleyzer perseguía en cada una de sus producciones era convertir al cine en un arma de contrainformación para intervenir en la lucha social. Estos lineamientos se traslucían en cada intervención fílmica que generaba. La constitución de Cine de la Base en 1973 marca el inicio de un fortalecimiento acerca de las metas que se debían concretar desde el punto de vista de la acción política. De todos modos, los trabajos desarrollados por Raymundo y su equipo antes de 1973 siempre expresaron la intención de ser parte de la lucha por la Revolución y acompañar con la cámara los acontecimientos políticos que se iban desarrollando.
En esta línea de trabajo, Cine de la Base prefería la proximidad a la gente que las grandes salas comerciales. Así, se dedicaron a la construcción de salas de proyección en fábricas y barrios.
En 1974, se estrenó uno de los trabajos más alabados de modo unánime por la crítica: «Me matan si no trabajo y si trabajo me matan». Esta nos cuenta el proceso por conseguir unas condiciones de trabajo dignas en una fábrica donde muchos obreros habían muerto a causa del saturnismo. Realizada con la participación de los obreros, muestra la victoria de estos.
No se pueden olvidar, empero, dos de los trabajos más significativos de Gleyzer y sus colaboradores: «La revolución congelada» (1970) y «Los traidores» (1973). El primer documental (que no se estrenó en México hasta 2007) arranca con imágenes de la parafernalia priísta en la campaña presidencial del que fue poderoso secretario de Gobernación, Luis Echeverría. En el periodo que va entre las matanzas de Tlatelolco (1968) y del jueves de Corpus (1971), registra la decadencia de la «revolución institucional» del PRI en su quinta década de poder, recorre el empobrecido sureste mexicano y concluye con el sello de sangre del 2 de octubre de 1968. El filme enfureció a Echeverría, que mediante su embajador en Buenos Aires exigió y consiguió que se prohibiera el documental. La obra de Raymundo Gleyzer sólo duró un día en cartelera.
«Los traidores» une el entretenimiento y la denuncia política: es la historia de un sindicalista que se corrompe y vende a su clase.
Otro título imposible de soslayar es «Ni olvido ni perdón» (1973). Relata los hechos de la fuga de Trelew (prisión militar que albergaba a cientos de presos políticos argentinos) en boca de sus supervivientes. 16 compañeros fueron fusilados a sangre fría.
A excepción de Raymundo Gleyzer, que se encontraba en Nueva York exhibiendo «Los traidores» y «La revolución congelada» (producida por el estadounidense Bill Sussman), todos los miembros de Cine de la Base se encontraban en Argentina cuando Videla dio el golpe de estado del 24 de marzo de 1976. Gleyzer, después de denunciar la actuación militar en diversos programas de televisión, decidió volver a Buenos Aires.
El 27 de mayo, que ahora, en Argentina, es denominado como Día del Documentalista, Raymundo fue secuestrado por un comando del Ejército a la salida del Sindicato de la Industria Cinematográfica.
En los siguientes días, un Comité, formado por, entre otros, Francis Ford Coppola, Elia Kazan, Jack Nicholson y Jane Fonda, lanzó una campaña internacional pidiendo la liberación de Gleyzer. Jamás apareció. Fue visto con vida por última vez en el centro de detención clandestina El Vesubio. Ubicado en el Gran Buenos Aires, en La Matanza, comenzó a funcionar en 1975 siendo utilizado por la Triple A, antes del golpe de Estado, dejó de funcionar en 1978. Entre desaparecidos y sobrevivientes estuvieron allí 400 personas.