Una exposición de artes plásticas en un suburbio al norte de Túnez, algunas de cuyas obras fueron consideradas ofensivas para el Islam, fue el detonante de una ola de violencia imputada a grupos salafistas y también a matones del antiguo régimen supuestamente infiltrados en ellos que recurren a la cuestión islamista para tratar de desestabilizar la situación en el país. En Sousse, el martes por la noche falleció un joven de 22 años por un disparo en la cabeza.

La calma prevalecía ayer en el país después de los graves disturbios que estallaron simultáneamente en varios puntos del país, donde varias comisarías de Policía y sedes de sindicatos y partidos fueron atacadas y el Gobierno decretó el toque de queda. Se registraron más de un centenar de heridos y más de 160 detenidos.

Las «tres presidencias» del país (el jefe del Estado, el líder del Gobierno y el presidente de la Asamblea Constituyente) condenaron a los «grupos extremistas que ponen en peligro las libertades», en referencia a los salafistas implicados en los disturbios, pero afirmaron que esos grupos (salafistas) «están infiltrados por criminales (...) fantasmas del antiguo régimen que tratan de frustrar el proceso de transición», en referencia exmiembros del disuelto RCD, el partido del derrocado Ben Ali.

Varios analistas dudaron de la identidad de los manifestantes. Alaya Allani, especialista en movimientos islamistas en el Magreb, señaló a AFP que en las protestas que él presenció «había tantos verdaderos como falsos salafistas» y coincidió con las autoridades en que «hay una instrumentalización y una infiltración de la corriente salafista, posiblemente por parte de ex- miembros del RCD». Allani recordó la propia división de los salafistas entre quienes buscan su integración en la vida política, como en Egipto, y quienes son utilizados para crear el caos.

Un miembro de Ansar al-Sharia, la facción más radical, negó el martes a AFP su participación en los disturbios.

«Hay una gran manipulación», aseguró el analista político Ahmed Manai, quien agregó que «en estos incidentes, hay tantas verdaderos como falsos barbudos y nadie, incluida la oposición, juega limpio».

La teoría de la conspiración y la demagogia, infladas en las redes sociales, las manipulaciones -fotos de obras «blasfematorias» que no tenían nada que ver con la exposición de la Primavera de las Artes enviadas a Facebook-, aumentan más la confusión, subrayan los analistas, que coinciden en que lo más inquietante es la «debilidad» de las autoridades ante los problemas de seguridad pública.

En su comunicado, las «tres presidencias» condenaron también la «provocación» de la exposición artística por considerarla una «violación de lo sagrado» y no «libertad de expresión».