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Iker Casanova | escritor

Basura, elecciones y mociones de censura

La presentación de EH Bildu y la legalización de Sortu terminan de definir el escenario preelectoral que vive la Comunidad Autónoma Vasca. La batalla electoral se confirma como una carrera a dos en la que el PNV y la izquierda abertzale disputarán el liderazgo político del país. El PPSOE, después de llevar al Estado Español a la quiebra, tiene poco que ofrecer a su electorado. Nadie cree que, por ejemplo, traer a la campaña vasca el cadáver político de Rubalcaba sirva para sumar votos a un alicaído PSOE. En nada ayuda tampoco contar con líderes como Basagoiti que se permite calificar la independencia como «la verdadera prima de riesgo para el País Vasco» y acusar a los abertzales de fomentar «un corralito político», en presencia de un Rajoy que se revolvería en su asiento al escuchar a su brillante cachorro hacer gracietas enumerando los desastres que, gracias a su partido, amenazan al Estado Español.

Con estos mimbres no se puede hacer un cesto. El españolismo fáctico apostará sin duda por apoyar al PNV para frenar a EH Bildu. El grupo Vocento ofreció casualmente el pasado domingo las portadas de «El Correo» y «El Diario Vasco» a Urkullu y Egibar para defender un pacto con el PSOE y atacar a la izquierda abertzale. Esa es la realpolitik del constitucionalismo: tratar de que el PNV gane las elecciones para cerrar posteriormente una entente estatutista PNV-PSOE en Ajuria Enea que además, en el mejor de los casos, pudiera extenderse a Gipuzkoa y Donostia mediante mociones de censura. La dirección del PNV parece estar de acuerdo. No sería una píldora agradable de tragar para sus bases abertzales, pero Sabin Etxea ya está preparando las justificaciones.

El ensayo general de esta estrategia ya se ha puesto en marcha en Gipuzkoa con la moción de censura contra el Diputado de Medio Ambiente en relación con la gestión de las basuras en el territorio.

Dejando al margen la cuestión de la contaminación, que por sí sola debería ser determinante, no se puede defender técnicamente la construcción de una incineradora en Gipuzkoa. La lucha sostenida por el movimiento popular y su continuidad institucional de la mano de Bildu han hecho que el debate sobre los residuos esté muy vivo en la sociedad y que nadie pueda defender una política de gestión que no contemple las más altas tasas de reciclaje posibles. Si no se queman recursos reciclables (práctica que además la Unión Europea está en vías de prohibir) la incineradora, que ya hoy no tendría basuras suficientes para quemar con las producidas en el territorio, se vería abocada a importar casi todos los residuos, propuesta que no que gozaría de demasiada aceptación. Si a eso le sumamos el sobrecoste de al menos 200 millones de euros con respecto a la propuesta de la actual Diputación, el problema de la generación de residuos tóxicos y el hecho de que en estos momentos en el Estado haya un problema de sobreproducción eléctrica, la incineradora está racionalmente en una vía muerta.

¿Por qué entonces está guerra despiadada al modelo que permite eliminar la incineradora? Muy sencillo. Aparte de los compromisos ocultos que puedan haber adquirido, para los partidos de la oposición este asunto es, aparentemente, una buena vía de desgaste al gobierno de Bildu. La optimización de la recogida selectiva de residuos, pieza clave para una adecuada política de reciclaje, exige hoy por hoy la implantación del sistema Puerta a Puerta (PaP). No es un debate teórico: el PaP ha demostrado empíricamente que es con muchísima diferencia el mejor sistema de recogida selectiva. Pero la aplicación del PaP exige un moderado esfuerzo a la ciudadanía, pequeño, pero mayor que tirar las basuras mezcladas.

Apoyándose en este hecho y en cierta resistencia a los cambios más o menos generalizada, el tripartito incinerador cree haber encontrado el filón con el que atacar a Bildu. En lugar de sumarse a una empresa colectiva que puede situar a Gipuzkoa en la vanguardia europea en temas medio ambientales y compensar la pequeña molestia que supone el PaP generando la sensación de un positivo esfuerzo comunitario, prefieren aliarse con la pereza, el individualismo y el incivismo para intentar sacar tajada partidista.

Hasta la presentación de la readecuación del Plan de Gestión de Residuos la campaña pro-incineración había sido brutal, cuajada no ya de opiniones contrapuestas y legítimas discrepancias, sino de burdas manipulaciones y mentiras. Pero es altamente significativo el hecho de que desde la presentación de la revisión del Plan el debate sobre el modelo de gestión de residuos haya desaparecido prácticamente para dar pie a una bizantina discusión sobre competencias políticas y a la preparación de la moción de censura contra el Diputado de medio ambiente.

Los partidos del tripartito sistémico esperaban un documento voluntarista que dejara abiertas muchas incógnitas, pero no una sólida hoja de ruta hacia el objetivo basura cero, elaborada por expertos internacionales, a la que no se le puede negar su rigor. Por eso su presentación ha sido la que ha desatado la histeria de la moción de censura. Su problema es que Bildu ha presentado un plan viable, que puede funcionar minimizando la producción de residuos, maximizando el reciclaje, eliminando la incineradora y ahorrando dinero. El debate, entendido como la contraposición de ideas razonables, ha terminado. Sólo les queda el pataleo, la desestabilización y el ruido.

El PaP es más incómodo y exige un esfuerzo mayor a la ciudadanía que tirar las basuras sin clasificar. Pero ahí terminan las desventajas de un sistema cuyos beneficios compensan con mucho las molestias que genera. En los pueblos donde se ha implantado el PaP no se ha producido ninguna hecatombe. Ni ratas, ni peste bubónica ni nada más allá de algunas bolsas fuera de sitio y la necesidad de acostumbrarse a algo nuevo... y los mejores ratios de recogida selectiva de Europa.

Tratar de desgastar a Bildu saboteando la mejor política medioambiental posible es de una irresponsabilidad moral supina. Pero que tengan cuidado, porque dejar a Bildu representar en solitario los intereses del ecologismo es arriesgado para los demás partidos. La compañía del movimiento ecologista internacional es más grata para muchos ciudadanos que la de Esther Koplowitz, marquesa del ladrillo, dueña de FCC y principal beneficiaria de la incineradora. Sólo un ejemplo entre muchos: El pasado 14 de mayo la edición digital de «El País», sospechosamente de forma conjunta con otros periódicos y televisiones, abordaba el tema bajo el titular de «Rebelión en Gipuzkoa contra la recogida de la basura puerta a puert». Pues bien, el artículo en cuestión ha provocado más de 600 comentarios de los cuales más de la mitad son favorables a la recogida selectiva. Bildu como referente ecológico de los lectores del periódico más leído en lengua castellana.

Urkullu ya ensaya su discurso para justificar el pacto con el PSOE. Además de las consabidas menciones a la transversalidad y a la estabilidad institucional, dará un papel relevante a la supuesta incapacidad de Bildu para gestionar las instituciones. A falta de casos reales de desastres de gestión, (como los 1.000 millones de euros gastados en la inútil Supersur, la reiterada quiebra de los túneles de Artxanda, los 350 millones de déficit del BEC, los 900 millones de agujero en las carreteras guipuzcoanas, los casi 10.000 millones de euros de la mayor estafa de la historia vasca: el TAV, las decenas de ayuntamientos dejados en la ruina por el PNV...) Urkullu apelará al tema de las basuras en Gipuzkoa: «... La izquierda radical ha demostrado su incapacidad para la gestión... No es lo mismo estar en la pancarta que gobernar... Han llevado a Gipuzkoa al borde del colapso... No están preparados para dirigir el país...».

Hay que ponérselo difícil. Primero intentando ganar las elecciones. Y, sea desde el primer o desde el segundo puesto, ofertando al PNV un acuerdo para gestionar conjuntamente el final del ciclo de confrontación armada, buscar un marco democrático para Euskal Herria, realizar una gestión del gobierno de Lakua al servicio de la construcción nacional y gestionar la crisis al margen del modelo liberal y desarrollista partiendo de la defensa de los derechos sociales. En estas condiciones Urkullu y el resto de michelines tendrán muy difícil vender su propuesta españolista a la sociedad vasca. Y con respecto a la gestión de residuos en Gipuzkoa no hay que tener ningún complejo. Con el orgullo de las cosas bien hechas hay que seguir reivindicando la corrección de la apuesta realizada, que puede tener incluso más comprensión electoral de la que algunos piensan. Pero dé votos o no dé votos la línea basura cero es la más correcta, ecológica, racional y honrada. Felicidades a todos los implicados en su puesta en marcha.

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