El cine y la literatura se han adelantado en tantísimas ocasiones a los estados de ánimo, desánimo y estados sin más, de nuestras sociedades que bien vale enumerar algunas de esas oportunas creaciones. Mas allá de las predicciones Orwellianas («1984», «Rebelión en la granja»), las de Huxley («La isla», «Un mundo feliz») o, entrando en terreno pantanoso y de Jiménez del Oso, las de Nostradamus, la ficción avanza retrocediendo, adelantándose, quedándose corta en sus presagios... Y a pesar de que sea cierto aquello de que la realidad supera a la ficción, esta última nos recuerda lo dormidas que están nuestras acomodadas estructuras humanoides occidentales. Debilitado el tejido social hasta para efectuar una mínima protesta, tímidos hasta para reclamar lo que nos pertenece, las redes sociales hacen de eco de las pataletas y reclamos, como portavoces de la ficción colectiva en la que nos refugiamos. Un eco que retumba durante segundos, minutos, un día tal vez, para volver a dejarnos sordos y ensimismados. La última llamada de atención, la enésima propuesta de pataleta, llegaba desde la ficción y se quedaba en ella. El protagonismo efímero lo adquiría esta vez el personaje de la película «Network» de Sidney Lumet, Peter Finch, un presentador que es despedido por las bajas audiencias de su noticiario. Cuando le dan la oportunidad de despedirse de sus espectadores el suyo será un adiós contundente, como brillante es la secuencia donde él se «desahoga» y provoca un desahogo colectivo mediante su frase: «Estoy más que harto y no pienso seguir soportándolo». Más que hart@s.