Las hogueras de cambio de estación alumbran la noche más corta para que dure como las brasas hasta que el amanecer nos encuentre besándonos. O asando patatas. Pero mientras tanto, los sortilegios nos confieren un estado de conciencia alterada por esa llamada de los instintos que se nos queda congelada con la noticia de la muerte de José Luis Galiardo, un actor generoso, que nació a la fama con una serie televisiva de abogados, «Turno de oficio», que volcó todas sus experiencias de sicoanalizado en obras y pasajes vitales, que estuvo al frente de repartos de películas de gran tirón, que fue amigo de los más nobles representantes de esos oficios de la comunicación artística, y que se ha ido, según dice las notas periodísticas, «tras una rápida y devastadora enfermedad». Cáncer de pulmón. Después de algunos sustos con el corazón. Con proyectos, trabajando hasta el último aliento, como los grandes. Un gran tipo, un chulo y fanfarrón en su más esbelta juventud y primera madurez que supo cambiar el paso de su vida y de su carrera para hacerse un actor notable, de peso, sabiendo elegir los proyectos. Y en televisión fueron varios, como aquella notable «Farmacia de guardia», entre otros muchos y destacbales.
Pero los días impares suceden y/o preceden a los pares, y resulta que en Paraguay dan un golpe de estado amparándose en unas leyes arcaicas y al frente de ese pronunciamiento está un tal Fernando Franco. Qué casualidad. Al cura Lago lo echan, de muy malas maneras. Dicen que por ingenuo, por creer demasiado en las reglas de juego limpio. Lo que no pueden conseguir en las urnas, cuando les molesta la decisión popular, siempre la pueden enmendar los subterfugios, las leyes leídas a favor del poder económico y oligarca. No es un caso latinoamericano singular. Es una costumbre, una manera muy anacrónica de entender la vida democrática, quizá una herencia de los colonizadores que en la madrastra patria intentan hacer lo mismo con Sortu, sin ir más lejos. Que un ministro de justicia asegure que será la sombra de un partido político legal, es un ejemplo de democracia inspirada por y para todos los Franco que en el mundo ha sido, son y serán.