Análisis | UCRANIA, MÁS ALLA DE LA EUROCOPA
Fútbol, tópicos y mentiras para cumplir el guión occidental
El autor denuncia la actitud de algunas cancillerías europeas que han aprovechado la atención mediatica que recibe el país gracias a la Eurocopa, para rediseñar el futuro de Ucrania en el seno de la Unión Europea como intentaron años atras. A día de hoy podemos encontrar situaciones ligadas a mafias, corrupción o abusos de diferente tipo, pero todo ello es algo que buena parte de los actores europeos pueden encontrar dentro de sus fronteras.
Txente REKONDO | Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)
La celebración de la llamada Eurocopa de fútbol en Polonia y Ucrania ha servido como excusa para que desde algunas cancillerías europeas se retome la vieja campaña diseñada hace más una década y que busca que Ucrania acabe cumpliendo el guión occidental.
En estas semanas, previo al comienzo de la competición, hemos asistido a un bombardeo de declaraciones por parte de importantes políticos occidentales, junto a la publicación de reportajes tendenciosos sobre la realidad de aquel país.
La historia de esta celebración se remonta hasta 2007, tres años tras el triunfo de la llamada «revolución naranja», uno de esos acontecimientos que caracterizó la campaña impulsada desde Occidente para lograr el cambio de régimen en diferentes estados que antes pertenecieron al espacio soviético.
En ese momento desde Europa se pretendió impulsar, en clara sintonía con los que entonces eran dirigentes del país, salidos de la «revolución naranja», la cooperación intrafronteriza, acelerando la instauración de una determinada Europa en la zona y sobre todo diseñar el futuro de Ucrania en el seno de la UE. Todo ello unido a los consabidos intereses económicos que este tipo de celebraciones genera y los de corte político.
Los posteriores acontecimientos políticos en Ucrania, el retroceso de los partidarios del citado cambio de régimen y la nueva correlación de fuerzas, netamente ajena a los intereses marcados en las cancillerías europeas, ha supuesto un giro en la actitud de esos actores hacia el país. De esta manera, las exageraciones y los intentos por dar una imagen de un país en «crisis democrática» han sido una constante estas semanas, con denuncias sobre «racismo, corrupción y abusos de los derechos humanos».
La tendencia al uso de los tópicos sobre Ucrania se ha generalizado los últimos días. Algunos pretenden presentar a Polonia «como la buena», mientras que Ucrania sería «la mala». Dos realidades que se relacionan con un antiguo espacio común y que ahora conviene resaltar sus diferencias.
Las denuncias sobre la corrupción en el sector de la construcción pretenden pasar por alto que, de darse esa situación en Ucrania, no difiere mucho de situaciones similares en otros lugares donde se ha celebrado este tipo de acontecimientos deportivos (los últimos Juegos Olímpicos o Mundiales de fútbol son buenos ejemplos).
La división ideológica entre supuestos partidarios de Europa y sus contrarios, cercanos a Rusia, es otro tópico que busca simplificar de manera insultante la compleja realidad política que encontramos a día de hoy en Ucrania. Así mismo, la presentación de los protagonistas de la «revolución naranja» como estereotipos de los valores democráticos es algo alejado de la realidad del país.
En ese sentido, la palabra que mejor define, para buena parte de la población, el camino recorrido por los políticos que accedieron al poder tras aquellas protestas, es «desilusión» en opinión de analistas locales.
A la vista de la actual crisis económica y política que sacude a la mayor parte de los estados europeos de la llamada «eurozona», y sobre todo tras las actuaciones que en Grecia e Italia se ha llevado a cabo a través de los gobiernos dirigidos por tecnócratas que no han afrontado ninguna consulta electoral, otro tópico que se genera en torno a Ucrania es esa defensa que los actores citados hacen en torno a presentar la integración en la Unión Europea como un sinónimo de democracia.
La campaña de mentiras interesadas refleja el interés de algunos en utilizar a Ucrania como chivo expiatorio. Uno de los aspectos que se ha venido resaltando en las últimas semanas es el supuesto carácter «racista y xenófobo» de Ucrania. Se han remarcado algunos incidentes racistas protagonizados por seguidores de algunos equipos de fútbol ucranianos. Sin embargo, esos mismos medios han ocultado la campaña que desde hace años mantienen contra el racismo otros seguidores.
Tampoco han recogido esos medios los informes de grupos como el Congreso Judío Euro Asiático, que sigue de cerca la «xenofobia y el antisemitismo en Ucrania», y que ha reconocido que desde hace dos años no ha habido ninguna muerte violenta ligada a ataques racistas.
No obstante, sí es evidente que en estos momentos Ucrania asiste al auge de un movimiento ultraderechista que se ha articulado en torno al partido Svoboda (Libertad). Con buenos resultados en algunos municipios durante las pasadas elecciones locales, en estos momentos aspira a entrar en el Parlamento ucraniano tras la próxima cita electoral en octubre.
Este fenómeno no es ajeno a otros que están teniendo lugar en Europa, donde la extrema derecha está adquiriendo un peso institucional que en ocasiones cuenta con el beneplácito de los llamados partidos tradicionales.
Con un programa populista, que entremezcla y glorifica la historia de movimientos racistas y fascistas del pasado, y se orienta en torno a lo que ellos definen como «el principio de identidad nacional», reclaman medidas que impongan claras diferenciaciones étnicas y que pueden «acabar estigmatizando a las minorías del país».
Algunos medios occidentales siguen empeñados en presentar a esta organización como fruto de maniobras interesadas por el partido gobernante, Partido de las Regiones. Sin embargo, eso habría que enmarcarlo dentro de la campaña de distorsiones anteriormente citada. En ese sentido es curioso observar cómo esos mismo medios han pasado por alto el acuerdo que este mismo año han suscrito los partidos de la llamada «revolución naranja» con Svoboda, por el cual, se comprometían a no criticarse mutuamente.
O la cooperación que mantuvieron el partido de Tymoshenko con Svoboda en 2010, participando juntos en una marcha bajo el slogan «el fútbol ucraniano no es un asilo de emigrantes».
A día de hoy en Ucrania podemos encontrar situaciones ligadas a mafias, corrupción o abusos de diferente tipo, pero todo ello es algo que buena parte de los actores europeos pueden encontrar dentro de sus fronteras. Y ese tipo de actuaciones en ocasiones están protagonizadas por partidarios de todo el espectro político ucraniano, como ocurrió en el verano de 2007 donde todos intentaron presionar y utilizar el Tribunal Constitucional en beneficio propio.
Las elecciones acentuarán las presiones internas y externas sobre Ucrania, y nuevamente, ante la ausencia para entonces de la Eurocopa, se volverán a utilizar tópicos y mentiras.