Guzmán Ruiz Garro | Ex consejero general en la asamblea de BBK
Kutxabank: la guinda de Guindos
Las nuevas fundaciones desarrollarán la obra social y cultural de las cajas de ahorros, y con su conversión, las cajas perderán su condición de entidades de crédito y tendrán como máximo órgano de gobierno un patronato
La guinda es una fruta semejante a la cereza, pero más ácida. Si además consideramos que poner la guinda supone poner fin a una cosa, intuiremos que lo que pretende el Sr. De Guindos y que tiene que ver con las cajas de ahorros, va a ser agrio e irreversible. Se da por hecho que, en breve, el ministro de Economía y Competitividad con apellido de cerezo recogerá las exigencias del FMI y de Bruselas y todas las cajas del estado, incluidas la BBK, Kutxa y Vital que dieron origen a Kutxabank, se tendrán que transformar en fundaciones. Sabido es que, con el visto bueno de la capital europea, el estado, por medio del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), será el dueño exclusivo de la matriz de Bankia y la participación de las siete cajas que fundaron el grupo se esfumará, lo que supone el acta de defunción de estas entidades, ahora abocadas a convertirse en fundaciones y a buscar recursos por otras vías para mantener su obra social.
Las ganas por acabar con las cajas por los grandes bancos vienen de lejos y la oligarquía financiera ha encontrado en la crisis el campo abonado para llevar a cabo sus propósitos.
Acaban de desaparecer de una tacada Caja Madrid, Bancaja, Caja Ávila, Caja Segovia, Caja Canarias, Caixa Laietana y La Rioja, y una vez aprobado por la Generalitat, este pasado 3 de julio de 2012, en un claro intento de anticiparse a disposiciones de mayor rango, el proyecto de ley para transformar las cajas de ahorros en fundaciones privadas de carácter especial afectará a las cajas que optaron por crear un banco después de su fusión y que fueron participadas por el FROBP, como es el caso de Unnim (resultado de la integración de Caixa Sabadell, Caixa Terrassa y Caixa Manlleu), Catalunya Banc (que integra Caixa Catalunya, Caixa Manresa y Caixa Tarragona) y las que se integraron en una coalición de cajas de diferentes autonomías como es Caixa del Penedès, miembro de la alianza de BMN, y Caixa Laietana en Bankia. En el caso de Unnim, el BBVA podrá elegir si mantiene una única fundación para la antigua Unnim o bien si crea tres fundaciones.
Condenadas están también, además de la CAM, una de las primeras en entrar en barrena, aquellas cajas con bancos que sin estar nacionalizadas deben recapitalizarse con ayudas europeas, como son BMN, Ibercaja con Liberbank o previsiblemente Unicaja con Caja España. Le seguirán en esta larga lista Caja Segovia y Novacaixagalicia, ya que la Xunta de Galicia ha iniciado los trámites para transformarla en fundación.
Si ya es preocupante de por sí que las cajas se sustituyan por fundaciones, no lo es menos que las llamadas comunidades autónomas pierdan capacidad de control de estas a favor del estado. En su último informe específico sobre las cajas de ahorros, publicado el pasado día 11 de junio, el FMI indica que lo más coherente con los principios de buen gobierno sería que las fundaciones de las cajas tuvieran la consideración de «carácter especial» y con ello estuvieran bajo el control del Estado y no de las comunidades autónomas, como ocurre ahora.
Mirándonos en el espejo italiano, tantas veces mentado para explicarnos cuál sería la vía de privatización de las cajas, y en lo concerniente al papel de las fundaciones, habría que aclarar que estas eran personas jurídicas privadas sin ánimo de lucro y que su principal aportación consistió en establecer para dichas fundaciones la obligación de reducir la participación mayoritaria en las sociedades bancarias, de tal manera que solo podían tener participaciones de control en empresas cuya actividad fuese necesaria para el logro de sus fines estatutarios, es decir, la utilidad social.
De esta manera, se profundizaba en la diversificación patrimonial y de riesgos de las fundaciones a la vez que se hacía más nítida su separación de las entidades bancarias.
Que las cajas de ahorros puedan seguir siendo cajas y no fundaciones no es un elemento baladí. En tanto que sean cajas, siguen siendo titulares de licencia bancaria y, por tanto, entidades financieras. Por el contrario, una vez transformadas en fundaciones, la situación sería irreversible y ya no podrían volver a ejercer la actividad financiera. Disponer de ficha o licencia bancaria propia no solo es un activo en el poder de las cajas que perderían automáticamente de convertirse en fundaciones, su posesión también deja abierta la posibilidad, aunque sea remota, de recuperar su independencia, desarrollar su actividad directamente.
En este contexto, cabría preguntarse si BBK, Kutxa y Vital y La Caixa podrán evitar transformarse en fundaciones porque, al menos hasta el momento, no han recibido ayudas públicas. Aclararé que el interés de las autoridades económicas europeas es que estas cajas también sean fundaciones. A este respecto, entre las plantillas de las cajas vascongadas (léase Kutxabank), es vox populi que estas desaparecerán definitivamente. Sí existen algunas dudas sobre la necesidad de recurrir a las ayudas de Bruselas. Algunos directivos reconocen que, si se recurre al dinero del rescate -algo que a estas alturas parece práctica- mente inevitable- la batalla está pérdida. La opción que proponen: llegar al cierre del ejercicio sin «auxilio» de nadie y, sobre todo, con unos buenos beneficios (400 o 500 millones de euros) para que los males se aminoren. Evidentemente estos beneficios no irían destinados a las Obras Sociales de las tres cajas, sino a cubrir con las nuevas exigencias de capital de Guindos 3.0. Jugada maestra y problema resuelto: de un plumazo matamos las Cajas de Ahorros y sus Obras Sociales.
Por ir situándonos en todos los escenarios posibles, vamos a imaginar que Kutxabank tenga que recapitalizarse y decida salir a bolsa. La espita de la privatización se abriría y convendría prever que para ejercer el control de una sociedad anónima el requisito de capital difiere según lo atomizado que esté el reparto del resto de las acciones, el número de socios y las alianzas entre ellos. La posibilidad de que las instituciones de este país asumiesen esta ampliación de capital no sería mala, pero hay un problema: en este momento no hay liquidez. Y por otro lado, habría quien -con razón- pondría el grito en el cielo por destinar más dinero público para sanear alguna entidad mal gestionada, sin que se hayan dado explicaciones ni dimisiones.
Dibujado este panorama, nos encontramos la convocatoria de las Asambleas en las tres cajas para finales de este mes de julio, donde habrá que adaptar a la recientemente aprobada ley de cajas vascas el reglamento de procedimiento para la designación de los órganos de gobierno y los estatutos. Por no repetirme, indicaré que en el penúltimo artículo publicado ya hice un extenso análisis de la ley emanada del Parlamento de Gasteiz considerándola atemporal e inútil.
Y a la velocidad que se precipitan los cambios normativos y considerando las aviesas intenciones de la «troika económica», no sería aventurado decir que lo se apruebe en esas asambleas va a tener un recorrido muy corto.
Y por ir viendo todas las vertientes del problema, y dedicado a todos los creyentes «del buen hacer y capacidad de gestión del partido», diré que he leído el documento titulado «Una nueva política económica para Euskadi», publicado este pasado junio por el PNV, y mi moral y expectativas de mejora han bajado muchos enteros. Me explico: aparecen bastantes eslóganes sobre la situación de recesión crediticia o el requerimiento para que Euskadi sea una verdadera plaza financiera, donde las entidades financieras no solo capten recursos, sino que también los pongan al servicio del país y de sus empresas, pero ni una mención a la necesidad del un sistema financiero propio o al papel de Kutxabank.
Sin soberanía económica y política no vamos a ningún sitio bueno. Sin entidades financieras pegadas al territorio y a los problemas de las personas que viven y trabajan en Euskal Herria, no somos nada. Estamos abocados a confiar nuestro crecimiento económico a los espurios intereses de inversores globales cuya única divisa es el dinero. La cuestión está en si este axioma reconocido por muchos tiene los suficientes defensores como para cambiar la coyuntura, recordando que esta palabra, aunque se asocia con situaciones breves, perfectamente puede ser de crisis secular. O sea, por ir recapitulando, queda por concretar qué participación tendrían las fundaciones en el banco y durante cuánto tiempo se mantendría esta. Las nuevas fundaciones desarrollarán la obra social y cultural de las cajas de ahorros, y con su conversión, las cajas perderán su condición de entidades de crédito y tendrán como máximo órgano de gobierno un patronato.
Concluyendo: A la espera del nuevo decreto «Guindos 3.0», y vistas las consecuencias que las exigencias de los dos anteriores han tenido en el ya mermado capital de Kutxabank, todos sabemos que antes de final de año, BBK, Kutxa y Vital, las tres cajas vascas, seguirán irremediablemente el mismo camino. Por lo demás, salvo que la sociedad vasca apueste por la opción soberanista y le ponga la guinda al Guindos, rien de rien.