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Arrancan unos sanfermines con más reivindicaciones que nunca

El chupinazo voló dando inicio a nueve días de fiesta. Los trabajadores de Inasa, la ikurriña y las ganas de que los presos regresen en casa arruinaron la imagen de una Iruñea dormida en la orgía de alcohol desde el primer minuto. El Ayuntamiento ha dado la espalda a los sanfermines populares, pero el carácter reivindicativo de las fiestas ha emergido con fuerza.

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Aritz INTXUSTA | IRUÑEA

La fiesta más grande de Euskal Herria echó a andar en Iruñea. En el momento de volar el cohete, bajo el balcón del Ayuntamiento, había desplegadas tres pancartas por los presos, una ikurriña gigante y la reivindicación de los trabajadores de Inasa, una empresa de Irurtzun que unos inversores alemanes han decidido cerrar, pero cuya plantilla sigue en lucha. La gente clamando por un nuevo tiempo y la lucha obrera destacaron por encima de la imagen de la Iruñea monocolor y de puro desenfreno. Dos enormes balones de Herrira botaban también sobre la marabunta que se empujaba en la plaza en busca de un sitio que no existía.

Disparó el txupinazo Iñaki Cabasés, por NaBai, que gritó una sola frase: «Iruindarrok, pamploneses, pamplonesas y cuantos habéis venido a disfrutar con nosotros: Viva San Fermín, gora San Fermín». En los pasillos, dedicó el lanzamiento a quienes sufren la crisis.

Este es un San Fermín de lucha, pero también de cifras; y no todas son positivas. El primer número es redondo: se cumplen 500 años bajo dominación española (o solo casi, ya que el Duque de Alba cruzó las murallas de Iruñea el 25 de julio). Los navarros que reivindican su independencia saldrán a recordar su estado hechos el día 9, antes de los toros.

En la práctica, estos sanfermines vuelven a ser unas fiestas de talonario al uso de UPN. Pero el Ayuntamiento cuenta con menos fondos y, al final, se gastará un 8% menos que el año pasado, pese a que en esta ocasión las fiestas de Iruñea abarcan dos fines de semana. Se trata de una espiral de recorte que ya lleva varios años. En estas fiestas se van a gastar 2,4 millones de euros, cuando en 2008 fueron 3,1. Además, el intento de sacar dinero con patrocinios puede considerarse un fracaso, porque con 17 marcas sólo han recaudado 215.000 euros. Una risión si se compara con las fiestas de Baiona, que obtienen tres veces más.

Al margen de lo popular

La caída en el presupuesto no tendría por qué ir en el deterioro de los sanfermines. Hubiera bastado con que el Ayuntamiento hubiera dado aire a los voluntarios que trabajan con unas fiestas populares. Pero el alcalde, Enrique Maya, ha decidido, nuevamente, dar de lado a Gora Iruñea y a la Federación de Peñas (que, por cierto, tiene más socios que militantes UPN). La entrega del espacio de La Runa a una empresa privada que sólo deja entrar cuando se realiza una consumición parece ser una broma de mal gusto con la que está cayendo. Aun así, la fiesta popular sigue en la calle con decenas de actuaciones y txarangas que parecían salir ayer de la nada en cada rincón, apiñando a la multitud con camisetas rosa sangría tiznadas de cacao y harina.

La falta de fondos ha puesto al Ayuntamiento en un brete. El cartel anunciador, con Caravinagre convertido en Tío Sam y en inglés, parece una invitación al turismo extranjero y una declaración de intenciones convertida en un quiero y no puedo. No hay una sola actuación de artistas internacionales. Ni buenos ni malos, no viene ninguno. Como siempre, los que llegaron fueron los australianos y neozelandeses que aterrizan en masa dentro de su tour enlatado. Llegaron de los campings en autobús y se esfuman por la noche. Si se comportan como otros años, pocos aguantarán hasta el lunes. Aun así, el interés que las fiestas de Iruñea despiertan en el resto del mundo sigue siendo muy alto y periodistas de 17 países se acreditaron para cubrir ayer el chupinazo.

Pese a todo, los sanfermines son imprevisibles desde el momento en el que la gente rugió, tras la explosión en el cielo. Y podrían salir mejor que nunca. ¿Por qué no? Las fiestas del todo vale, que ha impulsado el Ayuntamiento para conseguir patrocinios mediocres de refrescos y marcas de ron, han entrado en una crisis de la que será difícil que salgan. Mientras tanto, por los balcones de Alde Zaharra se centuplicaron las denuncias van, desde el acercamiento de los presos y la tijera contra los recortes, a la lucha contra las agresiones sexistas -que se han convertido en la auténtica lacra de las fiestas de la capital navarra-. El desafío a la autoridad, a la crisis y al modelo social han marcado el carácter de las fiestas de Iruñea. Y esto viene de tiempo atrás, como en 1978 en la plaza de toros, pero hoy está por todas partes, en camisetas, canciones, pañuelos, paredes y balcones. Porque ayer los balcones no sólo arrojaron agua tras el cohete, también lanzaron denuncias y gritos de libertad. La revolución sanfeminera ya está aquí. Estuvo ayer en la plaza del Ayuntamiento y estará presente todos los díás que restan.

El centro de la plaza estuvo presidido por un grupo de personas que exhibieron múltiples banderas, no sólo las grandes. Lamentablemente, esta panorámica no coge la pancarta que estaba justo detrás, en la que los trabajadores de Inasa, en Irurtzun, reivindicaban sus derechos frente a los intereses de una empresa de capital riesgo alemana, que les ha echado.

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