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«Hay que volver a casa limpica o, al menos, parecer que vas limpica»
Aritz INTXUSTA |
«Todos me decís lo mismo. No voy de guipuzcoana, los de Sakana tampoco somos de llevar faja. Nos ponemos la camiseta blanca y punto», se queja Garazi, la alcaldesa de Altsasu, mientras apura un culín de champán que ha sobrado del brindis de los presos. «Vengo con la cuadrilla y sí, soy sanferminera. Medio hemos llenado el autobús para venir». Apenas ha pasado una hora y cuarto desde que estallara el chupinazo y Garazi está sonriente y tiene, quizá, un poco de coloretes. Pese a ello, no hay forma humana de que revele alguna anécdota sakanícola en sanfermines. «Lo que faltaba, que los del GARA empecéis a decir que soy una borracha». Nada más lejos de nuestra intención, pero su aterrizaje en las fiestas de la capital apuntaba prometedor. «Hemos venido muchos de la cuadrilla, pero como hemos llegado pronto, al final nos quedaremos dos o tres», confesó al poco rato. No va a venir más días, porque el próximo fin de semana también son fiestas de Iturmendi y dice que le toca algo así como una visita institucional, porque, a fin de cuentas, es cargo público. «En sanfermines hay más desmadre porque no te conoce nadie».
Garazi dice que lleva pantalón vaquero a lo guipuzcoano por coquetería. «Hay que llegar a casa limpica o, al menos, parecer que vas limpica. Antes de dejar Iruñea tiro la camiseta blanca, y así tengo un regresar digno». Hay que reconocerle que, como sigue bebiendo kalimotxo, su teoría tiene algo de sentido. Además, Garazi lanza un aviso a navegantes, «si entras en un bar y, en el rincón más oscuro y negro, hay gente con camiseta blanca y pantalón vaquero, casi seguro que son de Sakana». Tener esto en cuenta es algo bastante serio. La sangre de Sakana es viva y su habilidades en la parranda rozan lo legendario. Por cierto, La alcaldesa de Altsasu, de 25 años, confirma que la leyenda del gato y el aceite de la churrería es una hazaña real. Fueron los de Arbizu.
Como no suelta prenda de sus andanzas sanfermineras, hablamos de sus asombrosos contactos en Oriente Medio, como cuando inauguró una gasolinera con un emir kuwaití. «Ahora que lo dices, me habló de sanfermines. Dijo: `Sanfermines, toro y olé'. Tampoco habló mucho más». Aun así, el jeque de Kuwait le dio su tarjeta de contacto. «Yo seguiré trabajando por mi pueblo. Oye, y si algún día tenemos un apuro, igual cojo y le llamo».