HIRIZ HIRI | VERANO EN NÁPOLES
Nápoli: ciudad popular y transfronteriza
Acostumbrados, como estamos, a una cierta homologación del espacio urbano en absurdas (y costosas) operaciones de lifting, vivir Nápoles resulta un gozoso delirio para nuestros sentidos.
El verbo vivir no es aleatorio ya que Nápoles no es una ciudad que se visite, más bien se respira, sobre todo en épocas donde las buenas temperaturas empujan a sus habitantes a la calle en bulliciosa profesión de fe mediterránea.
Pero siendo fiel a esta herencia cultural, no lo es menos el carácter insólito de Nápoles en el contexto europeo: «Se trata de la única ciudad sudamericana fuera de Sudamérica», comenta Maurizio Di Giovanni, napolitano de pro y uno de los escritores de mayor éxito en Italia. La conexión sudamericana se manifiesta, desde luego, en la anómala relación que mantienen con la muerte, asumida como una prolongación de la vida.
Sobre este rasgo de personalidad, que conlleva una exaltación paralela de lo místico y lo profano, se asume mejor la naturaleza napolitana comenzando por el carácter transfronterizo de la propia ciudad, donde los contrastes se manifiestan de manera abrupta. Basta con asomarse al inicio de Vía Toledo en su desembocadura en Piazza Plebiscito: a la izquierda, la Galería Umberto y el Teatro San Carlo se erigen como iconos del Nápoles burgués; a la derecha emergen los Quartieri Spagnoli, donde sus calles angostas y empinadas son un entramado de balcones abiertos, ropa tendida y vespas rugiendo.
Y, sin embargo, esas fronteras tan marcadas terminan por diluirse en una dimensión abiertamente popular. Buena prueba de ello es la ópera programada por el San Carlo estos días para cerrar temporada: «Cavalleria Rusticana» de Pietro Mascagni: amor, celos y venganza, ingredientes todos ellos muy celebrados en la cultura del mezzogiorno.
Para imbuirse de ese carácter popular plenamente nada mejor que dar una vuelta por el centro histórico de la ciudad. Desde Piazza Bellini, foco de animación nocturna, la Via dei Tribunali nos conduce hasta el Duomo en una sucesión de rincones maravillosos, ideales para hacer «la passeggiata», primera opción de ocio del napolitano. Del bullicio de esta arteria puede uno pasar a la animación de San Biagio dei Librai, calle repleta de cafés, librerías, terrazas y asociaciones culturales (insertas en vetustos palacetes barrocos reconvertidos en condominios) que organizan llamativos montajes teatrales a bajo precio. Ambas vías transcurren en paralelo pero resulta grato realizar el tránsito de una a otra por San Gregorio Armeno, cuya fama mundial se debe a la cantidad de talleres de belenistas que acoge.
La Galería «Principe di Napoli», frente al Museo Arqueológico (visita obligada como complemento a un recorrido previo por Herculano y Pompeya), alberga bastantes espectáculos familiares donde el vasto folclore musical local, universal a estas alturas, se da la mano con el mito de Polichinela, venerado en tanto arquetipo de la napolitanidad.
Pero en verano lo que se impone es salir de la ciudad, lo cual no quiere decir abandonarla, pues la influencia de Nápoles se extiende prácticamente por toda la región de Campania. El «Transvesuviano», vetusto y animado tren que recorre todas las poblaciones del Golfo con final en Sorrento, es el transporte ideal para quienes optan por poner rumbo a la playa. También para las hordas de turistas que desafiando las altas temperaturas buscan deslumbrarse con la fastuosidad fósil de Pompeya y de otros yacimientos vecinos.
Cerca de Sorrento se encuentra Giffoni Valle Piana, localidad que se ha convertido en referente del verano cultural napolitano pese a distar 80 kilómetros de la ciudad. Allí se celebran, del 14 al 24 de julio, dos citas de gran impacto. Por una parte el Neapolis Festival, consagrado al rock, cuyo plato fuerte este año es la presencia de Patti Smith. Por otra Giffoni Experience, una muestra de cine por donde se dejarán caer Jean Reno, Jessica Alba o Nicolas Cage para presentar sus últimos trabajos a una audiencia entregada, convocada por los organizadores bajo el lema «La felicidad». Un concepto que hace justicia a una ciudad viva.
Jaime IGLESIAS