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Bermutean.. Jokin Elarre

«No hay nada que más me moleste que ver a un jodido PTV en San Fermín»

Aritz INTXUSTA | IRUÑEA

Jokin Elarre sorbe el caracol (traía su propio palillo) y muestra credenciales. Saca nada menos que un carné de la peña El Bronce del año 1968 y... ¡sale con pelo y luce el mismo bigotazo!. Era el socio número 57, pero duró poco. «Me expulsaron en el 71. Me tocaba barra y me pasé de camarero a cliente. El cabrón que me echó era compañero mío de trabajo». Desde entonces, no pertenece a ninguna peña y se reivindica como «de la calle». Este abogado dice haber llevado de oficio más de 60 casos en un sólo día de San Fermín, «principalmente manguis». Ahora que se ha jubilado no ha tenido mejor ocurrencia que hacerse campanero de la catedral de Iruñea. Aun así, ayer no tocó por lesión. «Me agredió la campana Gabriela. Si no, hubiera tocado un tentenublo por los 500 años», afirma enseñando rasguños en las muñecas. El tentenublo es un repique que avisa de tormenta o invasión.

«Desde que pasó lo de Germán y compañía, me he convertido en un sanferminero raro», continúa Elarre. Pese a ello, su rareza está bastante extendida en Iruñea. «No hay nada que más me moleste que ver un jodido PTV (como se conoce a los que son de Pamplona de Toda la Vida). Prefiero a los guiris». La afirmación cobra seriedad si nos fijamos en su pañuelo bordado con hilo dorado que le identifica como campanero de la catedral y que contrasta con su gorro de Independentistak. «Odio estos sanfermines comerciales y más este año, que han dejado sin espacio a Gora Iruñea», proclama.

Llega el momento de las batallitas. «Me casé, pero no me formalicé. Una vez tardé dos días en llegar hasta casa y la mujer se me vengó rompiendo el abono de los toros». Al final, tuvo que volver a la reventa para comprar no solo una entrada, sino dos, porque llevó a su compañera para compensar. Sin embargo, su capacidad juerguista ha ido yendo a menos y a los toros sólo se atreve en solisombra. «Ya no tengo el ardor guerrero de antaño, estoy calvo y fastidiado», admite. Ahora, lo que le «emociona» son los kilikis. «Paso el tiempo con mi nietica, Nahiane, y sigo a la comparsa. Eso sí, también me gusta la cerveza navarra. Sobre todo porque quien la fabrica es el padre de mi nietica». Y, por la forma de hurgar con el palillo, también le gustan los caracoles.

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