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ANÁLISIS | CONFERENCIA DE NACIONES UNIDAS sobre desarrollo sostenible

Avances y retrocesos en la Cumbre de la Tierra Rio+20

Los principales temas, posiciones y pasos dados en la Conferencia de Naciones Unidas Rio+20, presentado por un testigo privilegiado de la cumbre, que resume los claroscuros de un debate de tres días celebrada en Rio de Janeiro.

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Katu ARKONADA Delegado del equipo negociador del Estado Plurinacional de Bolivia en Rio+20

Si queremos realizar un balance de los resultado de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible Rio+20, debemos observar el contexto de crisis sin precedentes en el que nos encontramos. Los países del Norte geopolítico, aquellos que se industrializaron a costa del saqueo y explotación del Sur, principalmente Estados Unidos y la Unión Europea, llegaron a Rio de Janeiro con dos frentes abiertos; tratar de hacer retroceder los avances y principios acordados en la Cumbre de la Tierra de Rio92, y imponer una ofensiva neoliberal en defensa de la privatización y mercantilización de la naturaleza.

La hegemonía que tradicionalmente ostentaba este bloque de se ha visto rota por una nueva correlación de fuerzas, donde Brasil, Rusia, India y China han jugado un papel determinante. Mención especial merece Brasil, anfitrión de la Conferencia, que asumió la presidencia de la cumbre desde el día 15 logrando un nivel de consenso sin precedentes y con un rol activo en todas las negociaciones previas.

Los dos bloques, la UE y EEUU, y los llamados países en desarrollo agrupados en torno al G77+China, han disputado una batalla política en las negociaciones para consensuar un documento final llamado «El futuro que queremos» que probablemente es más parecido a lo que querían los países en desarrollo que el Norte industrializado, y es por eso que sin ser un gran avance el documento, si debe valorarse significativamente el que no suponga un retroceso respecto de Rio92.

El primer borrador del documento o Draft Zero, distribuido para su negociación en enero 2012, retrotraía el debate 40 años atras a la cumbre de Estocolmo72, colocando la discusión en términos de población y medio ambiente y dejando de lado deliberadamente el componente social del desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza y la soberanía de los países sobre sus políticas nacionales. Como consecuencia, los componentes sociales y de reformas a la economía global planteados por el G77 desaparecían del texto. Eso planteaba un gran frente para la negociación en el que el ALBA se mantuvo firme en la defensa de principios básicos de Rio92 como las responsabilidades comunes pero diferenciadas, el derecho al desarrollo de los países en desarrollo, el derecho a la alimentación y la soberanía de los estados sobre sus recursos naturales, introduciendo además el nuevo paradigma de Madre Tierra en una visión más holística del desarrollo.

Además, la gran protagonista de la Conferencia, la economía verde, impulsada por algunos gobiernos y sectores empresariales en busca de nichos donde recomponer el modelo capitalista, ha quedado reducida a una serie de vaguedades sin definición precisa, evitando que la protección de la naturaleza se convierta en un actividad rentable económicamente.

Todo esto en un escenario de negociación complicado, donde el G77 no era un bloque homogéneo y en muchas ocasiones los países de África y el Caribe defendían las posiciones de los países desarrollados debido a las fuertes inversiones realizadas por las agencias de cooperación de estos países en proyectos piloto de economía verde. Todo ello hacía aún más difícil y complicada la posibilidad de mantener una posición firme, aunque es de destacar que el G77 no se rompiera durante el proceso negociador.

Protagonismo de Bolivia y el ALBA. Si en 1992 fue Fidel Castro el gran protagonista con su discurso en defensa de la humanidad, en esta ocasión ha sido Evo Morales quien ha tomado el testigo con un encendido discurso en el que denunció el colonialismo ambiental de la economía verde, recogiendo las denuncias de los movimientos sociales y pueblos indígenas de todo el mundo.

El Presidente de Bolivia explicó como la economía verde es un colonialismo que opera en dos niveles. Por un lado es un colonialismo de la naturaleza al dotarla de un valor económico dentro del sistema capitalista y convertirla en una mercancía sometida a la dictadura del mercado que privatiza la riqueza y socializa la pobreza. Definió la economía verde como una estrategia imperial que cuantifica financieramente los recursos naturales y servicios ambientales, poniéndoles un precio y dejándolos dispuesto para la acumulación capitalista. Por otro lado es un colonialismo a los países del Sur que cargan con la responsabilidad de proteger el medio ambiente que es destruido por la economía capitalista industrial del Norte, es decir los países desarrollados le traspasan a los países en desarrollo la responsabilidad de preservar la naturaleza para las futuras generaciones mientras ellos la destruyen mercantilmente.

Junto a Bolivia, el bloque del ALBA se ha mantenido unido y cohesionado en todo el proceso negociador, asumiendo varias veces el liderazgo al interior del G77 junto a Brasil y la India, reivindicando el derecho al desarrollo de manera complementaria con los derechos de la Madre Tierra y defendiendo la soberanía nacional de cada país para poder decidir sobre sus recursos naturales y sobre el diseño de sus propias políticas publicas.

Análisis del documento. Las dos primeras secciones del documento han sido denominadas «Nuestra visión común» y «Renovación del compromiso político», siendo una parte del documento más declarativo y de principios, en el que se reivindican los principios de Rio92 siendo clave el de las responsabilidades compartidas pero diferenciadas entre unos países desarrollados y otros en vías de desarrollo. El documento afirma que el planeta Tierra y sus ecosistemas son nuestro hogar y que Madre Tierra es una expresión común en muchos países y regiones, además de observar que algunos países reconocen los derechos de la naturaleza en el contexto de la promoción del desarrollo sostenible. También se reconoce la necesidad de encontrar un equilibrio entre los tres pilares del desarrollo sostenible, el económico, social y ambiental, siendo para ello necesario promover la armonía con la naturaleza. Además, el párrafo 40 reivindica una visión holística del desarrollo que lleve a la humanidad a vivir en armonía con la naturaleza y conduzcan a la adopción de medidas para restablecer el estado y la integridad del ecosistema de la Tierra.

Todo lo anterior, a pesar de los múltiples matices, introduce una cierta ruptura epistemológica y cambio de paradigma a la hora de repensar el desarrollo. La naturaleza deja de ser un stock de recursos, estableciéndose una visión más sistémica de la misma, incorporando además la visión de los pueblos indígenas respecto de la Madre Tierra aunque en el debe de la Conferencia debemos colocar el que el documento final no reivindica la Declaración de las Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas.

La tercera sección del documento es la que hace referencia a la economía verde, desarrollada en 4 paginas de las casi 60 que consta el documento, un significativo retroceso sobre las más de 20 páginas dedicadas a la economía verde en el Draft Zero. Hay que destacar que después de Rio+20 la economía verde ya no es la misma que buscaban los países desarrollados. El documento final no contiene ninguna de las propuestas iniciales más peligrosas -aunque el simple hecho de que aparezca el término asociado con el desarrollo es un retroceso.- como reformas estructurales, hojas de ruta en la implementación con mecanismos de monitoreo, indicadores, aéreas de implementación, pago por servicios ambientales, mecanismos de mercado generalizados a todos los ámbitos de la naturaleza o valorización del capital natural. Se ha diluido el alcance de la economía verde y se han puesto varias salvaguardas para su aplicación como ser consistente con las leyes internacionales, respetar la soberanía de los países a sus recursos naturales, tomar en cuenta las necesidades de los países en desarrollo, promover un crecimiento económico inclusivo y sostenido, evitar condicionales de financiamiento, fortalecer el bienestar de la población indígena y comunidades tradicionales, y preservar y respetar los enfoques de no mercado que contribuyen a la erradicación de la pobreza.

Ya que en la sección IV «Marco institucional para el desarrollo sostenible» no ha habido avances reseñables, es necesario revisar las dos últimas secciones del documento, el «Marco para la acción y el seguimiento» y los «Medios de ejecución», donde el mayor logro del G77+China ha sido la eliminación de cualquier referencia a mecanismos de mercado o pago por servicios ambientales, es decir, la conceptualización de la naturaleza como capital en si misma, evitando además un enfoque exclusivamente ambiental del desarrollo y la lucha contra la pobreza, a la que se la dota de la más alta de las prioridades al menos en el terreno declarativo. Asimismo y debido a la influencia de Bolivia, se ha logrado eliminar del texto cualquier referencia al mecanismo REDD+ que promueve la mercantilización de los bosques, buscando generar un mercado financiero a partir de la capacidad de absorción de carbono de los mismos.

Otro de los resultados de Rio+20 han sido los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible pero debido a la forma en que fueron planteados, con un sobredimensionamiento del componente ambiental respecto del social y el económico, un programa de metas e indicadores para los países en desarrollo sin medios de implementación, un rol excesivo del Secretario General de Naciones Unidas, y la no mención a las responsabilidades comunes pero diferenciadas, han hecho que estos objetivos, una especie de actualización de los Objetivos del Milenio, hayan quedado en vía muerta a la espera de retomar su diseño en la Asamblea General de Naciones Unidas.

Entre los aspectos negativos de la última parte del documento podemos encontrar también la relevancia que se le da al rol del sector privado, lo que permitiría en un futuro desmontar la cooperación internacional y convertirla en acuerdos de asociaciones (partnerships) alianzas de negocios e inversión privada.

¿El futuro que queremos? Rio+20 no ha terminado, está comenzando, pues la implementación del acuerdo de la Conferencia depende de que capacidad económica y voluntad política haya de implementarlo. En realidad, la forma en que se implementen los acuerdos es una batalla que debe librarse en la Asamblea General de Naciones Unidas y en el propio ámbito territorial de cada país. En cualquier caso hay que mencionar que probablemente se ha logrado evitar un retroceso político con este acuerdo, retroceso que se hubiese dado en caso de no haber alcanzado un consenso, dejando vía libre para que la economía verde se desarrollara como estaba planteada en el documento inicial Zero Draft.

En el ámbito de Naciones Unidas ha sido el ALBA quien ha mantenido las posiciones más criticas con las nuevas formas que adapta el capitalismo en este momento de crisis de acumulación mediante un reciclaje verde que busca priorizar de manera hipócrita lo ambiental sobre lo social para volver a negar al Sur sus posibilidades de crecer en armonía con la Madre Tierra y utilizar sus propios recursos. Pero, es otra declaración, la de la Cumbre de los Pueblos realizada en paralelo a la Conferencia de Naciones Unidas, la que de manera mas clara hace frente a la ofensiva neoliberal contra la naturaleza desnudando la verdadera causa estructural de la crisis global: el sistema capitalista patriarcal, racista y homófobo.

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