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Anjel Ordóñez Periodista

Una selección de abrazafarolas

Cuando menos, debo reconocerle valentía al director general de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, que se llama Ignacio Calderón, al criticar a la selección española de fútbol por exhibirse por las calles de Madrid en estado de manifiesta ebriedad en los actos de celebración que siguieron a su victoria en la Eurocopa. Llamar borra- chos a los dioses del deporte rey apenas unos días después de que fueran coronados por la prensa española como el mejor equipo del mundo desde la invención del balón, tiene un elevado punto de coraje. Sí señor. No cuesta adivinar en el gesto de Calderón una calculada intención publicitaria: ¿qué mejor propaganda que incorporar a tu discurso a los faraones del balonpié?, ¿qué mayor eco que llamar abrazafarolas y cierrabares a Casillas, Iniesta, Alonso y compañía? Acaso lo sean, pero...

No sé. No digo yo que a Xabi, Ramos, Alba, Arbeloa y demás compadres de la «roja» no se les fuera el codo y se dejasen tentar hasta las trancas por el champán, el carajillo o vaya a saber usted qué otras sustancias. Pero, otras consideraciones aparte, flaco favor se hace a la causa contra la drogadicción cuando se pretende denigrar a quienes, ya sean campeones de Europa o del torneo de dardos del barrio, celebran una victoria en un momento de euforia justificado. ¿Podrían haber bebido horchata? Podrían.

Un gran número de jóvenes, con entre 14 y 18 años, dedican 144 horas al consumo de alcohol durante los tres meses de verano, según una encuesta reciente. Una barbaridad. Ese es el argumento correcto. El consumo indiscriminado y abusivo de alcohol, el beber por beber sin siquiera chupar unos cacahuetes, sin asociaciones socio-culturales ni alternativas equilibradas. Sin sentido. Ese es el verdadero peligro que se embosca tras la absoluta ausencia de expectativas para una generación en evidente riesgo de desestructuración en todos los ámbitos.

La selección de fútbol de los españoles, como seguramente lo hará en su día la de Euskal Herria, créanme, está en su derecho de perder por un día la cabeza. Y no por ello van a ser la causa del alcoholismo de nadie. Agarrar el rábano por las hojas en nada ayuda a solucionar un problema mucho más que delicado.

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