Es uno de los iconos perennes de las fiestas de San Fermín. Aparecen puntuales, como el vallado del encierro. Son las camisetas que se venden en cualquier punto de la ciudad. Ha habido intentos de renovar la estética de la vestimenta, como los dibujos de Kukuxumusu, pero todavía persisten los diseños atávicos que no han sufrido modificaciones desde el neolítico textil.

Uno de estos diseños que persisten y persisten en el tiempo es el de la camiseta que muestra en el pecho un dibujo de un toro con un fondo de ikurriña. Es difícil encontrar un dibujo más feo, aunque hay quien se empeña en sacarla, año tras año.

La camiseta del toro y la ikurriña es de esas que no te puedes poner en ningún sitio. Si apareces con ella por Nabarreria o por Jarauta, seguro que te encuentras con algún animalista de salón que te suelta una chapa sobre el maltrato animal. Incluso, aunque todavía lleve el pozal recién salido de la plaza.

Este es un riesgo de los asumibles, porque en esas zonas son tolerantes. Pero llevar una camiseta con ikurriña en algunas zonas de esta ciudad tiene lo suyo. El domingo por la noche me comentaron unos colegas que el día 7 se vieron envueltos por la procesión en la calle Eslava y que les empujaban por llevar pañuelicos con ikurriñas.

Total, que la camiseta de marras no sirve ni para ir a unos sitios ni a otros. Quizás sea por eso por lo que la siguen vendiendo, porque el stock no se agota ni a tiros.

Realmente, solo conozco a dos personas que hayan vestido la horrenda camiseta. Uno es un amigo de la Aezkoa, que la tiene guardada y se la pone en los escasos días que sale a dar una vuelta por Iruñea.

El otro debe ser un profesor de Berkeley que un compañero de esta casa conoce de no sé muy bien qué. Se la compró porque dijo que le parecía una fusión de dos culturas contrapuestas. Realmente, un ejemplo de contraculturalidad.