Udate
El mapa iniciático del Camino de Santiago
Desde tiempo inmemorial, el Camino de Santiago siempre ha estado asociado a los mitos ancestrales en los que confluyen las creencias paganas y la religión cristiana. Fruto de esta asociación es el popular Juego de la Oca que fue creado por los templarios y que incluye algunas de sus etapas más evidentes en Nafarroa.
Texto: Koldo LANDALUZE
Fotografías: Jagoba MANTEROLA - Lander Fdez Arroiabe - GARA | Argazki Press
El más joven de los cuatro observa la alegre comitiva que asoma de entre las cien puertas que rodean la ermita de Eunate. En esta mañana primaveral del medievo navarro, cuando los primeros rayos de sol se asoman de entre las lomas y señalan la llegada del equinoccio, el pueblo llano se reencuentra con sus orígenes paganos y rinde tributo a su virgen negra, aquella que vela por el buen transcurso de lo natural y asegura la fertilidad de la tierra. Mujeres y hombres cantan de buen animo, engalanan sus cabezas con flores y pequeños ramajes y son las más ancianas, aquellas que un día fueron dadoras de vida, las que cierran la comitiva permaneciendo en los alrededores de la ermita de Eunate para prolongar su estancia en este rincón que otorga energía y sabiduría a quien sabe y desea apreciarlas.
El más joven de los cuatro caballeros no pierde detalle de esta escena que se le antoja extraña, inusual y un tanto herética. En un intento por comprender lo que su corto entendimiento no le permite, ruega ayuda a uno de sus mayores; un caballero de gran estatura, pelo cortado a ras y barba cana y que, al igual que el resto de la compañía, luce con orgullo, no exento de cierta altivez, la túnica blanca animada por la Cruz Tau roja del Temple.
Escenario del juego
El joven acompaña a su mentor hasta el edificio octogonal de Eunate y allí le son mostradas las figuras talladas en piedra por los Caballeros Constructores que dan sentido a la estructura santificada: máscaras de piedra de cuyas bocas brotan hojas de acanto, hojas de higuera y a ambos lados de la arquivolta exterior del edifico, dos cabezas humanas de mirada aterradora cuyas barbas se enrollan a ambos lados en espiral. El joven caballero reconoce de inmediato en estas cabezas a los Bafomet que adora la Orden por la que ha jurado dar su vida; dos cabezas humanas que giradas, se transforman en machos cabríos. A los pies de una de estas cabezas se encuentra un caballero templario tallado en la piedra y entre el dragón, la arpía y el resto del bestiario que recorre los rincones de Eunate, se asoma la imagen de una mujer desnuda, la Madre-Tierra que regala a sus hijos mortales la energía que recorre el subsuelo. Antes de que la ciencia revelara los secretos que oculta este mundo, antes que los Caballeros Constructores legaran para la posteridad este edificio, los antiguos habitantes de estas tierras ya eran sabedores de la fuerza que recorre este subsuelo.
Bajo Eunate cruzan dos corrientes telúricas; una de estas corrientes, con dirección Norte a Sur, desciende desde Donibane Lohizune y, pasando por las concentraciones megalíticas que se encuentran entre Lesaka y Oiartzun, discurre por los dólmenes de Leitza y los cromlech de Ezkurra, atraviesa Aralar y bordea Iruñea antes de cruzar la capilla de Eunate y prolongar su ruta hasta el Moncayo. La otra corriente, con dirección Este a Oeste, procede desde el Aneto y pasa por el centro de San Juan de la Peña y del Monasterio de Leire, cruza Eunate y se interna en la zona megalítica de Araba dirigiéndose hacia el Oeste y en paralelo al Camino de Santiago. Siguiendo las indicaciones de su mentor, el joven templario coloca sus manos sobre la tierra, pero no siente nada en absoluto, ninguna fuerza energética que ilumine su todavía pobre entendimiento.
Un tablero que no debe ser olvidado
Cuando los cantos de las gentes del pueblo no son más que un murmullo perdido en la lejanía, los cuatro templarios se sientan alrededor de una tabla de madera de forma cuadrada. Uno dibuja en su superficie rugosa una espiral que segmenta en 32 casillas las cuales se transforman en 63 porque se trata de un viaje de ida y vuelta. En algunas de estas cuadrículas coloca imágenes reconocibles: un pozo, un puente, una posada, una cárcel, la imagen siempre presente e inevitable de la muerte y diversas ocas que recorren una etapa que nace con la figura de un peregrino y culmina en un Jardín de la Oca del que se debe regresar al punto de partida.
El mentor señala a su pupilo que guarde en su memoria la distribución de este imaginario porque no se trata de un juego -la Orden templaria no admite juegos de azar-, es un código cifrado que señala el camino que ellos han de proteger al igual que antes lo hicieron los nueve primeros caballeros que guiados por el primer Maestre Hugo de Pains, velaron el buen tránsito de los peregrinos en Tierra Santa durante las primeras cruzadas; cuando la hoy poderosa Orden del Temple era conocida como Los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón.
El joven se esfuerza en recordar cada una de las casillas que componen este tablero que será borrado de inmediato, en cuanto den por finalizado su pequeño cónclave a la sombra de Eunate, y en el que se describe las etapas del recorrido del Camino de Santiago. Tal y como dicta la tabla, ahora se encuentran en la casilla número 4 -o la 36 si ahora estuvieran de regreso- y señala la etapa que va de Iruñea a Gares.
Todo nace y culmina en la primera casilla -Donibane Garazi y Orrega- y en ella se asoma la figura del peregrino, que inicia su odisea dentro de una inconsciencia que, progresivamente, se tornará en una progresiva sapiencia iniciática que en la última casilla-etapa se transformará en pureza y plena sabiduría.
El Cristo de la Oca
En breve los cuatro caballeros retornarán a sus monturas para continuar su ruta hasta la siguiente etapa -Gares- donde el tintineo de sus espuelas será escuchado en las entrañas de la iglesia que posee su Orden en esta localidad; Santa María de Hortis, Nuestra Señora dels Ortz, o para mejor comprensión, Nuestra Señora de los Huertos cuyo apelativo vino dado por el enclave de este edificio santo, enraizado en el llamado «Barrio de los Huertos», un espacio ancestral en el que antaño se adoraba a la Mater Terra cuya fecundidad, simbolizada en las vírgenes negras, fue retomada por los templarios para dotar de forma y sentido a sus propias vírgenes, siempre relacionadas con el paganismo o con la injustamente vilipendiada María Magdalena.
Cruzado el umbral de Nuestra Señora dels Ortz, los cuatro templarios hincarán sus rodillas en el empedrado para postrarse ante la imagen de un anacrónico Jesucristo que no ha sido crucificado en una cruz común, sino en una V seccionada en la mitad por una línea vertical que representa la huella de una oca.
Los cuatro caballeros prolongarán su ruta jacobea, cruzarán el hermoso puente de piedra que también figura en el tablero y, siguiendo la hilera de peregrinos que se dirige hacia Santiago de Compostela, observarán la llama que, desde las alturas de la Iglesia del Santo Sepulcro de Torres del Río, guía a los peregrinos durante la noche. Mientras sus tres hermanos entonan aquel «Antiphona: Salve Regina» que les recuerda sus días de gloria en Jerusalén, el joven templario memoriza cada etapa de este viaje que le ha sido mostrado en un tablero encriptado y que, con el paso de los siglos, se tornará en juego popular. El joven se une al canto «Salve, Regina, mater misericordiae, vita, dulcedo et spes nostra, salve. Ad te clamamus, exules filii Hevae».
El apelativo Iglesia del Crucifijo donde se encuentra el Cristo de la Oca es muy tardío, cuando la Orden del Temple se extinguió y la Orden de los sanjuanistas se hizo cargo de ella y creó la Hermandad del Crucifijo y el nuevo Hospital para peregrinos.
La imagen del Cristo -de origen teutón- se representa en forma de Y y diversas opiniones aluden a la intersección de los dos caminos que se citan en esta localidad, la Gran Elección, la Encrucijada y la Pata de Oca, símbolo de la sabiduría. K. L.
Para los celtas, la oca o el cisne representaban animales sagrados; eran portadores de conocimientos divinos y eran considerados mensajeros del otro mundo. Tras su asentamiento en Galicia, y con la llegada de los druidas, se instauró una especie de peregrinación pre-cristiana, un viaje iniciático -«Camino de las estrellas» o «Camino de las Ocas»- cuya ruta podría estar dictada por signos como la «Pata de Oca».
En Jerusalén, los templarios utilizaban conchas de Nautilus en un juego criptográfico. Estas conchas cuentan con 63 espacios, los mismos que las casillas de El Juego de la Oca. Cuando estos guerreros monjes custodiaron el Camino de Santiago, idearon un mapa simbólico que dictaban a los Caballeros o Compañeros constructores. De esta forma, se creó una especie de jeroglífico universal que era fácilmente comprensible para los integrantes de la orden que hablaban diversos idiomas. Los templarios asumieron el simbolismo de la oca y el cisne y lo aplicaron a un tablero similar al Disco de Phaitos, un disco de arcilla de origen griego, de forma circular cuyas espirales están divididas en 30 y 31 casillas y en las que aparecen dibujos relacionados con la fauna y la vegetación. N.B.