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«Handala», 40 años reflejando el derecho y anhelo palestinos
Cuatro décadas después de su nacimiento y 25 años tras la muerte de su creador, Handala -un personaje de viñeta- continúa siendo uno de los más potentes símbolos de la causa palestina, de los refugiados y de resistencia ante la injusticia. Al pequeño, de trazo sencillo y sin aderezos, le acompañan varios personajes, entre los que destaca Fátima.
Ana CÁRDENES | LEKUA
El pequeño descalzo de 10 años, que aparece casi siempre de espaldas testigo mudo de abusos y violencia, llena calles y muros y adorna colgantes, llaveros, camisetas, cuadernos y todo tipo de artículos: un emblema que en casi todo el mundo se reconoce como palestino pero del que pocos fuera de la región conocen su origen.
El sencillo dibujo nació en 1969 de la mano de Nayi al Ali, refugiado palestino en el sur de Líbano, que dio a su personaje el nombre de una planta amarga del desierto con fortísimas raíces y la edad que él mismo tenía al huir de Palestina en 1948, durante la primera guerra árabe-israelí que siguió al nacimiento del Estado de Israel en parte de la Palestina del mandato británico.
El objetivo de Nayi al Ali, que nació en la aldea de Al Shayara, era que el niño, con un parche en la camisa y que plasma la desposesión absoluta del refugiado, no creciese hasta que él volviese a su patria, algo que nunca ocurrió.
Tras décadas de usar sus viñetas como agudos dardos contra los ricos y poderosos, la clase política, Israel y EEUU, el dibujante fue asesinado en Londres en 1987.
El icono más importante
El próximo día 25 se cumplirán 25 años de su muerte sin que esta se haya esclarecido.
«Handala es el icono más importante para los palestinos. Es un símbolo igual de fuerte que nuestra bandera. Todos le consideran representante de los palestinos, tanto en los campos de refugiados como en nuestra tierra y en el resto del mundo», explicó el caricaturista palestino Mohamed Sabaneh.
La pequeña figura, reprobadora y cínica, «dio la espalda a todo el mundo y sueña con regresar a su tierra. Refleja el pasado y el presente de los palestinos», indicó el dibujante, que recuerda cómo, de pequeño, sus padres le ayudaban a leer las viñetas de Ali en el diario kuwaití «Al Qabbas», que «eran siempre parte del desayuno».
Cambio de actitud
En su origen, Handala era un testigo quieto, con las manos cruzadas tras la espalda, pero tras la guerra árabe-israelí de 1973 su pasividad dio paso a una actitud más activa: el pequeño abraza a los heridos, tira piedras, participa en manifestaciones, quita banderas israelíes y levanta la palestina.
«Handala simbolizaba al principio a los refugiados, pero pronto pasó a representar a todos los palestinos, luego a los árabes y, hoy, es un icono de resistencia ante la injusticia, el expolio, el colonialismo, el imperialismo, Israel y las políticas de EEUU en Oriente Medio», dice Miguel Llabrés, profesor de castellano en Ramala, donde realiza una tesis doctoral sobre la obra de Ali.
Al pequeño, de trazo sencillo y sin aderezos y con diez pelos como púas de erizo, le acompañan varios personajes, entre los que destaca Fátima, la mujer patria, quien guarda la llave del hogar abandonado, más fuerte que el hombre, al que a menudo recrimina su dejadez y falta de iniciativa.
Valiente y resistente, Fátima personifica a Palestina.
Sectarismo
A su lado está Abu Fateh, el hombre bueno, sumido en la pobreza y consumido por interrogantes; representa la división, el sectarismo y la falta de liderazgo en el mundo árabe, y también la soledad absoluta, las dificultades de movimiento y las penurias del exilio y la ocupación.
La maldad, el egoísmo y la glotonería están representadas por los barrigones, que plasman a los negociadores, la burguesía, los políticos, quienes venden la tierra, los países petroleros, árabes estadounidenses y líderes falangistas.
«Están obesos, deformados, tienen miradas y sonrisas maliciosas y no tienen pies, mientras que los personajes positivos si, a menudo están descalzos y a veces de ellos salen raíces que muestran su apego a la tierra», explica Llabrés.
Los presidentes egipcios Anuar el Sadat y Hosni Mubarak, políticos y soldados israelíes y el estadounidense Henry Kisinger fueron varios de los satirizados en alguno de los más de 10.000 dibujos que firmó Ali antes de ser asesinado.
Unas obras que no han quedado olvidadas en hemerotecas y librerías, sino que hoy pueblan las calles de los territorios ocupados y se han convertido en una especie de «Che» palestino que aglutina la indignación y la denuncia de la injusticia.