Udate
«Elefante blanco» muestra la labor social de los curas en los poblados chabolistas
Los ecos de la Teología de la Liberación no se han apagado en América del Sur, tampoco en Argentina. Así lo hace saber Pablo Trapero en su nueva película, sobre dos curas obreros que llevan su apostolado a una de las zonas marginales más degradadas de Buenos Aires, convencidos de que las necesidades materiales están por encima de las espirituales en los casos extremos, cuando la Administración se olvida de los que menos tienen y los abandona a su suerte.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
El cineasta Pablo Trapero y el actor Ricardo Darín se entienden muy bien a través del compromiso social y juntos dotan de credibilidad al cine que comparten. En la anterior «Carancho», denunciaban la desproporcionada siniestralidad alcanzada en las calles y carreteras argentinas, por culpa de un negocio ilegal montado por las aseguradoras de accidentes de tráfico. A Darín le tocó interpretar a una de esas aves carroñeras descrita en el título.
En «Elefante blanco», en cambio, su caracterización es todo lo contrario, puesto que no interpreta esta vez a alguien que se aprovecha de la gente, sino a una persona dispuesta a ayudar a sus semejantes de forma totalmente desinteresada.
Curas villeros
En Argentina, a los sacerdotes que trabajan en los poblados chabolistas les llaman «villeros», toda vez que esos asentamientos en infraviviendas se denominan «villas». «Elefante blanco» toma como referencia un gran edificio abandonado que debía haber sido un hospital, pero que nunca llegó a cumplir su cometido asistencial. En torno al esqueleto del fantasmal paquidermo fueron reuniéndose los «sin techo», y desde el primer momento la administración no quiso saber de ellos. Como quiera que la villa está situada a un lado del camino de la vía que conduce al aeropuerto internacional, lo que hicieron fue levantar un gran muro para tapar esa verguenza nacional.
Pablo Trapero trabajó en voluntariado durante su época de estudiante, lo que le dió oportunidad de conocer la situación de abandono en la que se encuentra la población marginal. Por eso resulta tan importante la figura del cura entregado a la causa de los que nadie defiende, en la mayoría de las ocasiones por su cuenta y riesgo. La Iglesia a nivel oficial reniega de este tipo de sacerdotes, junto con un poder que no quiere que sirvan de altavoz para problemas que conviene silenciar.
El padre Julián que interpreta Ricardo Darín encuentra un colaborador en el padre Nicolás, al que da vida el belga Jérémie Renier, conocido por sus películas con los hermanos Dardenne. El extranjero se suma a su proyecto, una vez que su misión en la selva es atacada y destruida.
Ricardo Darín lleva más de cuarenta años trabajando como actor, porque empezó con diez años. Sus padres eran de la profesión y él les acompañaba a sus ensayos, donde llamaba la atención por la naturalidad con que podía actuar. Así que nunca necesitó estudiar ningún método, ya que le salía de forma innata. Él dice que siempre ha tenido «mucho culo», que es la expresión con la que los argentinos definen a alguien que atrae la suerte.
Pero ha sido consecuente con el don recibido, sin que la fama alcanzada en su país, o a este lado del charco, se le haya subido a la cabeza. En su ejemplar humildad no se ha dejado atraer por los cantos de sirena procedentes de Hollywood, después de ganar el Óscar con «El secreto de sus ojos». M.I.