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HAMAIKETAKOAN... Miguel Reta

«Ya casi no sacamos la vara, echamos cuatro juramentos y ya»

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Ion ORZAIZ | IRUÑEA

«¿Me vais a sacar a mí solo? No, hombre, no jodas. Que salgan también los demás». La timidez de Miguel Reta frente a la cámara contrasta con la soltura con la que se desenvuelve entre compañeros, amigos, conocidos y varios advenedizos que se le arriman a cada paso que da. Es lo que tiene ser uno de los pastores más conocidos del encierro, que la gente te llama por tu nombre, te felicita, te pregunta por la carrera de hoy... Él trata a todos con la misma simpatía. De hecho, aunque al principio no reconoce al fotógrafo y al reportero que firma estas líneas, nos saluda con amabilidad a la entrada del bar Kairos, donde suele almorzar con el resto de pastores. Le recordamos nuestra cita. «¡Ah, los del GARA! Ya ni me acordaba». Da igual. Se sienta a la mesa. Y nosotros con él.

Viene de correr un encierro rápido y limpio. «Como casi todos, últimamente». Los toros llegan cada vez más entrenados. «Durante los últimos años, ha habido una evolución en el encierro. Los toros están muy `andados', y eso se nota», explica. Pero más problemáticos que los animales de cuatro patas suelen resultar otro tipo de cabestros, estos también muy andados: «La gente corre por detrás de los toros, los cita, se agarra... Por suerte, hay muchos corredores que te ayudan a controlar a esos `patas'. Hay gente que corre muy bien, y eso limpia la carrera. No podemos hablar de profesionalización, porque el encierro es un festejo anárquico y popular, pero la gente viene cada vez más preparada». Por ello, Miguel asegura que ya no necesitan sacar tanto la vara. «Echas cuatro juramentos y la gente se aparta», ríe.

A pesar de lo que mucha gente cree, la labor de los pastores no se limita al encierro: «Empezamos la jornada a las seis y media de la mañana, dando de comer a los toros y enchiquerando las vacas para después del encierro. Tras la carrera y la suelta de vaquillas de cada mañana llegan el festejo, el apartado, la siesta... Por la tarde, tenemos que estar en la corrida, por si acaso, y después vamos corriendo a los corrales del Gas para preparar el encierrillo. Por último, llevamos los toros sobreros a la plaza para el día siguiente». ¡Uff!

Para cuando Miguel termina de hablar, el camarero ya ha vuelto a la mesa con un plato de huevos con txistorra, patatas y tomate frito. «Esto es sagrado», confiesa. Y es que, si hay alguien que se gana el almuerzo, son ellos. Los que cuidan de la manada.

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