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Mikel INSAUSTI Crítico cinematográfico

El mecenazgo colectivo

Hay amigos o lectores, o las dos cosas a la vez, que me piden mi opinión sobre el tan traído y llevado crowdfunding. Me ponen en un aprieto, porque de economía entiendo muy poco y me guío por lo que dice el profesor Niño, que es el que más acierta en sus predicciones, pese a que nadie le hiciera caso cuando pronosticó la crisis que ahora nos atenaza.

De la situación marcada por los recortes en cultura nace, precisamente, la necesidad de acudir a sistemas de microfinanciación alternativos. Todos son válidos para garantizar la continuidad del proceso creativo, pero ninguno de ellos es la panacea. Este tipo de ayudas a base de pequeñas aportaciones pueden servir para proyectos modestos como un cortometraje, un videoclip o una webserie. También para documentales o películas de muy bajo presupuesto.

Para los largos siempre se trata de un ingreso limitado, más bien a modo de impulso a una producción o rodaje, o para cubrir algún aspecto concreto como la promoción, la grabación de la banda sonora o el copiaje. Hoy en día es más difícil que se vuelvan a dar precedentes históricos como el de «Amalur», que salió adelante gracias a la suscripción popular.

La razón está en la mayor dispersión, pues en las plataformas de internet tipo Verkami suele haber más de un centenar de proyectos en marcha a la vez. Por lo que llevo observado, el techo parece estar en los 20.000 euros. En lo que nos toca de cerca, «Zuloak» o «Blue Lips» han gozado de respaldo en la red, pero se observa el agujero que hay en los bolsillos de los particulares, a los que se les pide demasiado.

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