Los rebeldes recelan de la trastienda en la deserción del embajador sirio en Irak
Los sirios que se manifiestan y luchan sobre el terreno contra el régimen de Damasco no ocultan sus sospechas de que tras la deserción del embajador en Irak y del general Tlass se halla el intento de Occidente de captar cuadros para preparar una transición controlada.
GARA | DOHA
Mientras el régimen de Damasco anunciaba la destitución de su embajador en Irak y Occidente se congratulaba de que estaríamos ante la primera deserción de un alto representante diplomático del Gobierno de Bashar al-Assad, muchas voces entre los rebeldes alertan de la existencia de una o varias manos negras tras este movimiento.
Damasco amenazó con llevar a los tribunales a Nawaf Fares, quien ya se halla en lugar seguro en Doha (Qatar). No en vano anunció su deserción en un comunicado difundido por la cadena qatarí Al Jazeera, en el que llamó al Ejército a «sumarse inmediatamente a la revolución».
La prensa occidental ha destacado la versión de que estaríamos ante un nuevo golpe para el régimen días después de la defección de Manaf Tlass, un general próximo a al-Assad.
Los rebeldes sirios recuerdan, sin embargo, que se trata de un miembro del ala dura del régimen. Originario de Bou Kamal, una localidad fronteriza con Irak, Fares pertenece a la gran tribu suní de los Ouqaydate, implantados en la zona oriental de Deirz Ezzor, pero también en Irak, Jordania y Arabia Saudí.
Titular de una licenciatura de derecho, entró en la academia de Policía de Deir Ezzor de donde salió como oficial.
Comenzó su carrera como jefe de la temible policía secreta política de Lattaquia entre 1990 y 1994 antes de ser nombrado jefe del partido Baath en Deir Ezzor (1994-1998) tras lo que fue gobernador de Lattaquia (1998-2000), Idleb (norte), Quneitra (sur) y del Golán hasta 2008.
El 16 de setiembre de aquel año, al-Assad le nombró embajador en Bagdad, lo que muestra la confianza que generaba en el núcleo del régimen. Y es que su tarea era restablecer las relaciones con Irak, rotas 30 años antes y mientras Bagdad acusaba a Damasco de dar refugios a los resistentes iraquíes.
Maniobra internacional
«Yo sé que ese hombre es un criminal», señala tajante Rami Abdel Rahmane, jefe del opositor Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).
Un militantes de Hama que se presenta como Abu Ghazi coincide en que «la gente desconfía mucho de las razones por las que ha desertado. Puede ser que en un momento en el que Rusia parece virar poco a poco, la comunidad internacional y el régimen buscan poner en pie un gobierno consensuado. Esta deserción se inscribe en este escenario». No obstante, el joven advierte de que «queremos una democracia y un Estado de Derecho y eso no se puede construir con gente que tiene tanta sangre en las manos y han sido cómplices del régimen».
En la web Tansiqiyat, que recoge la opinión de los militantes sobre el terreno, uno de ellos acusa a el hijo del exembajador, Barges, de comprar coches de lujo en Arabia Saudí sin pagar tasas aduaneras y de venderlos a precios exorbitantes. Otro de ellos, «Golan First», augura irónico que «mañana nos dirán que es un hombre honesto que quiere reformar Siria».
El jefe del OSDH concluye: «Es lo mismo que Manaf Tlass. A ambos les mueve el ansia de poder, ahora que los servicios de inteligencia occidentales buscan personalidades que puedan ser utilizadas en la transición».
El ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, confirmó contactos entre Tlass y el opositor Consejo Nacional Sirio.
La OSDH informó de la muerte de cinco civiles y tres rebeldes en bombardeos contra la localidad de Treimsa, en la provincia central de Hama. Dio un balance de 85 muertos la víspera, 37 civiles, 34 soldados y 14 rebeldes.
Human Rights Watch denunció la utilización por el régimen de bombas de racimo de fabricación soviética en Jabal Shahshabu, una zona montañosa del noroeste de Hama donde se refugian en cuevas los rebeldes.
Al menos cuatro personas, una madre y sus tres hijos, resultaron heridas por obuses disparados desde territorio sirio sobre el valle de la Bekaa, en el este del Líbano, tras el impacto de otros proyectiles en el norte del país, que no causaron víctimas.
El puerto de Tartus, única base naval rusa en el Mediterráneo a donde se dirige una flota estos días, es un símbolo de la influencia de Moscú en Oriente Medio pese a su escasa importancia militar.
La base es modesta, con escaso personal y un puerto con poca profundidad para acoger grandes naves. Hasta tal punto de que algunos analistas le niegan el término de base. El Ejército ruso prefiere hablar de «punto de avituallamiento y de asistencia técnica». Pero Tartus es importante no solo como símbolo sino «desde el punto de vista técnico y táctico», en palabras del experto ruso Alexandre Chumiline.
«Es una pequeña superficie sobre la costa donde las naves pueden avituallarse de carburante y de mercancías. Es mejor tenerla que no y perderla no sería estratégico», coincide Alexandre Filoniuk, experto en Oriente Medio de la Academia de Ciencias rusa.
Vestigio de los estrechos lazos entre la URSS y el finado Hafez al-Assad, Tartus recuerda la época en la que Moscú albergaba ambiciones mundiales. GARA