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«Yo, como los Blues Brothers, tengo una misión divina: traer la música»

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Gay Mercader

Promotor musical

Cerca de cumplir 63 años, Mercader vive, alejado del negocio, en su masía de Girona. En su opinión, la profesión de promotor de conciertos tiene una «tasa de supervivencia bajísima». El secreto para seguir en la brecha es estar dispuesto a privarse de vacaciones, de horas de sueño, de salud y a manejarse sin tregua con el teléfono. De hecho, este le ha causado «codo de tenista».

Alvaro HILARIO | BILBO

Conversamos con Gay Mercader en la Alhóndiga de Bilbo -donde puede verse su exposición Live Music Experience, de entrada libre en estos días de BBK Live- sobre el negocio de la música del cual fue pionero a nivel estatal.

¿Cómo recuerda los comienzos?¿Qué méritos y dificultades tuvo?

El mérito principal reside en haber puesto al Estado español en el mapa de la música mucho antes de que entrara en el Mercado Común. En aquellos tiempos casi medievales, tajimos a los Rolling Stones, que parecía el grupo más «peligroso»; esto nos posicionó muy bien, pronto en los 70, para traer a los demás grupos. El trabajar era bastante deprimente porque todo era gris; aún vivía Franco y había que pasar por censura. Conscientes de que el censor no sabía inglés, le dábamos las letras que nos daba la gana y, con el sello puesto, íbamos al sindicato vertical, a la Policía a por el permiso del Gobernador Civil... era una situación desagradable, la ventaja es que me motivaba y había poca gente que estuviese tan zumbada como para meterse en este pollo en aquel momento. Hasta las discográficas me aconsejaban que no hiciera conciertos, que no iba a ir nadie.

¿Qué recuerdo tiene de Santi Ugarte y su promotora Tiburón?

Santi y yo nos conocimos en la puerta de la Feria de Muestras de Barcelona: me habló de un tío que cantaba en una silla de ruedas, vestido de novia (era Gurruchaga). Era muy echado para adelante. Nos asociamos y estuvimos trabajando mucho tiempo juntos. Luego, no recuerdo por qué, nos distanciamos. Después, trabajamos con Txalupa y Get In. Recuerdo que, entonces, el local más grande de todo el Estado donde trabajábamos era el velódromo de Anoeta. Al estar cerca de la frontera, venían muchos franceses y Donostia era un sitio importante. También en Bilbao hicimos muchas cosas: trajimos a Neil Young, The Cure, Ramones. Trabajábamos más en Euskal Herria que en Madrid. El Estado español geográficamente no estaba bien situado para que viniesen los camiones, era un desvío considerable para no mucha cosa, porque no era un lugar potente en lo económico. Pero Catalunya y esto, junto a las fronteras, nos daban la oportunidad de que vinieran para uno o dos días.

Sigue aún en el negocio, ¿cómo se hace para sobrevivir?

El trabajo de promotor tiene un índice de supervivencia bajísimo. He sacrificado todo. Me han dejado cinco mujeres, tengo el sistema nervioso dañado, tengo insomnio.Pero yo, como los Blues Brothers, tenía una misión divina, que era traer la música; como soy muy cabezón, aguanté. Estoy por hacer 63 y me he distanciado un poco. Si no aprovecho para vivir, me van a pillar con las entradas en la mano.

¿Ha habido burbuja económica con los precios?

Ha habido delirio. Durante años, conseguimos mantener el precio de las entradas. Yo decía, de cachondeo, que hubiese sido un buen ministro de finanzas porque conseguía mantener los precios a su nivel. Pero luego, la cosa se fue de madre. Ha habido gente que ha pagado lo que no se podía pagar y muchos grupos siguen sin darse cuenta de lo que hay. Otros, como AC/DC, en la última gira, viendo que el precio de las entradas era muy alto, pidieron bajarlas: les dije que tuvieran en cuenta que por cada 5 euros que bajase, ellos cobraban 500.000 menos y estuvieron de acuerdo. Y pidieron que todas las localidades tuvieran el mismo precio. Por un grupo que hace esto, hay otros 500 que no.

¿Cómo va a afectar a la industria cultural la subida del IVA?

Yo, por suerte, estoy ya medio fuera de concurso. Pero va a ser algo dramático. Va a ser dramático para las editoriales de libros y para muchas otras cosas, porque la cultura no es algo que la gente consuma tan alegremente: cuesta vender libros, entradas... no se vende todo y hay muchos conciertos que no se llenan. Hemos vivido como millonarios y, ahora, toca esto.

 
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