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Udate

Tarde amable entre rockeros bañados de pop

Acudir a un festival debe de soltar una dosis de adrenalina parecida al camino que lleva a un campo de fútbol para disfrutar de un partido de máximo interés. De lo primero estamos convencidos, de lo segundo hace tiempo que desistimos por hartazgo del sistema futbolero. Así que viva la música desde el Bilbao BBK Live

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Texto: Pablo CABEZA
Fotografía: Luis JAUREGIALTZO, ARGAZKI PRESS

Mira que yo tengo mala leche, pero hoy estoy muy feliz, encantada. ¡Vamos, vamos,vamos...!», explica a gritos una chica asturiana al grupo que le acompaña, ya cerca de la entrada al recinto del Bilbao BBK Live. No extraña su entusiasmo, corre la brisa, Bilbo abajo estrecho y curioso, el mar al fondo, peñascos hacia el Este, verde, grises y azul, mucha peña y tres días (ya dos) con decenas de emociones por disfrutar y dilucidar.

Bilbao BBK Live ha cambiado este año su estructura física, yendo a mejor. El inútil espacio de aparcamiento para caravanas ha sido captado para el festival, por lo que se han conseguido metros para un escenario más, el cuarto, y mayor terreno para la numerosa gente que acampa. Además, una obra de hace años, en terrenos de la zona sur, se ha convertido en lugar para una gran carpa que alberga diferentes necesidades. Todo más holgado y más opciones por metro cuadrado de hierba y asfalto.

En el BBBK Live también han cambiado algunas otras circunstancias, como los horarios. De comenzar a las 15.00 o 15.30 se ha pasado a las 18.00, quizá un horario más humano, aunque para los jóvenes, ya que, por contra, las actuaciones se retrasan hasta más allá de las 3 de la madrugada. De hecho, Pat Mahoney tiene previsto concluir su actuación pasadas las 4.30 de la madrugada o de la mañana, que por un poco más se ve amanecer.

Si las actuaciones son más tarde, los aficionados también van llegando más tarde, de tal forma que durante la actuación de Band of Skull (19.30) la afluencia es mucho mayor que a las 17.30, el momento de apertura de puertas. Ese instante mágico que permite entrar en un mundo hasta cierto punto irreal. Irreal porque en el universo de la música surgen ensoñaciones, lo merlinesco, lo fantástico, aunque también la jodida realidad: aquella que aporta su dosis de egos malvados, desprecios escondidos, mercantilismo, indiferencia... (músico, música y negocios). Como en la calle, sobre un escenario y lo que le rodea hay personas, por lo que los modelos de lo cotidiano se repiten, aunque quizá con otros colores y con más piedad. Hace cincuenta años los Stones ofrecían su primer concierto por unas libras, es posible que hasta perdieran dinero. Hoy son una maquinaria, una empresa donde los abogados son más importantes que los instrumentos o las canciones. Me he quitado del fútbol, se puede. Por ahora me resisto a dejar la música por similares criterios: la falta de honestidad. Obviamente, siempre cabe la posibilidad de refugiarse en los que comienzan, como en el fútbol, pero si los padres solo desean el triunfo y el dinero, poco se habrá avanzado y poco se diferenciarán unos y otros del banquero o del político sin moral.

Regresando a las campas de Kobetamendi, ya con menos hierba y más tierra tras el pisoteo casi inicial, el ambiente es excelente. El tiempo aguanta y todos los escenarios cuentan con buena presencia. Quien puede y quiere luce moreno y poca ropa, es verano y esto lo más parecido a la playa o a un guateque/fiesta moderno. Se oye mucho inglés, francés... Los ingleses han pasado vía San Fermin con una oferta especial.

En acordes

Belako, de Mungia, recibían a los primeros visitantes. Rock tensado con rabia y buenas ideas. A unos metros ya estaban en escena The Gift, rock suave o pop amable. Gratos. Lori Meyers se empeñan en ser lo más indie de la escena estatal, les siguen los apropiados. Si nuestra opinión importa, aburren. Su pretendida trascendencia crispa y empalaga, lo que no resta que sea un grupo con empaque. Band of Skulls fueron de menos a más. No cuentan con un rango que desnivele, pero se lucen por momentos. En la carpa Vodafone vemos a las bilbainas Elbis Rever. Su dance pop, su descaro, su sensualidad y atrevimiento pasan por ser parte de lo más singular de la tarde. Es un proyecto internacional, pero aquí vimos el lado local. The Maccabees no fueron más allá del lado correcto del pop-rock. La Habitación Roja, como los Meyers, empalagosos. Snow Patrol suenan como una banda grande. Cristalino sonido y buenas canciones, pero se les olvida pronto. a pesar de su supuesta grandeza sonora. Queda noche, y larga, pero en este papel tendrá que esperar hasta mañana.

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