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Jule Goikoetxea Investigadora, EHU-UPV

Democracia Federal Vasca

La estructura de Euskal Herria tiene y tendría que asegurar el respeto a la pluralidad territorial, social y política, porque ello facilita un reparto más equitativo de la producción y del conocimiento, y por tanto de la riqueza y el bienestar

Buscan fundamentalistas, negros, blancos, lesbianas y falocráticos, judíos, cristianas..., «todos los cuales tendrán sus propios perió- dicos y páginas web, todos los cuales estarán preocupados, por encima de todo, por sus propios derechos, mientras el mundo se desgarra y los pocos siguen dominando a los muchos». Así sentenciaba Susan George nuestro futuro más inmediato. Mucho antes de que llegara la crisis económica, la crisis política ya se paseaba a sus anchas. Yo sé fabricar existencia -le susurraba el reino de España a Europa, hace una década-. Satisfago los instintos especulativos y hago de la intuición smithiana base para fumadores insaciables. «Pues fabrica miseria, que para eso te financiamos», responde ahora Europa. Se acabó por tanto el cívico asociacionismo multi-liberal europeo, por una temporada. Es hora de luchar políticamente por la producción y distribución de poder.

No es posible un proceso de democratización europeo si este no implica a su vez la distribución de poder político y por tanto de soberanía. No solo nos encontramos en Europa con multitud de esferas, ajenas al control de la sociedad, en las que se toman decisiones políticas y económicas que afectan directamente a nuestra miseria, sino que nos encontramos con multitud de pueblos dentro de un mismo estado-nacional-izante.

Esto significa que la soberanía estatal no coincide con la soberanía popular, lo que deja en entredicho la legitimidad democrática no sólo de España y Francia, sino de la Unión Europea, dirigida por un clan de naciones-estado dominantes. Dicha crisis de legitimidad no se da porque de repente nos encontremos con sociedades europeas post-estatales o porque la construcción nacional de los pueblos ya no requiera de instituciones estatales, sino porque dichas instituciones han de ser legitimadas por el pueblo o pueblos, no por el estado, dado que es en la soberanía popular donde reside la legitimidad democrática. Euskal Herria, el pueblo vasco, requiere de soberanía para poder tener instituciones estatales legítimas y poder así construirse como un sistema democrático gobernado por su demos.

La tan de moda gobernanza multinivel no deja la soberanía obsoleta, ni nos lleva a una época post-soberana, sino que distribuye la soberanía. No queremos ser una región-nacional en Europa. No queremos una democracia autonómica y una nación cultural vasca. Queremos un estado democrático, vasco y soberano. Y para ello no necesitamos que Kant (Europa-Alemania), acompañado por Roberspierre (España-Francia), nos muestre cómo debe proceder la revolución analítica de las naciones sin mayoría de edad. Debemos exigir, o debemos seducir, para que la soberanía europea sea distribuida en relación a lo que y a quien la legítima: los pueblos de Europa. Si los pueblos no tienen su propio sistema democrático en Europa, nunca habrá una Europa democrática.

Es hora por tanto de empezar a pensar cómo queremos que sea nuestra soberanía, nuestra comunidad política vasca. Yo abogo por un estado vasco confederal, negociable a federal. Sé que esto produce urticaria entre la progresía europea, incluida la española y la vasca, que imbuida por el ilusionismo ilustrado del management tecnológico considera grotesco el bailar alrededor del fuego confederal mientras además se veneran derechos territoriales y colectivos, nada funcionales ¡Cómo si los derechos humanos e individuales no tuvieran que ser anclados y amarrados a golpe de fuego a la tierra para que no desaparezcan volando por falta de peso!

Así las cosas, nuestra propuesta no es bienvenida por la social-demophobia española y el post-porno financiero europeo donde las Aquilesas, las Ateneas y la violencia política popular se consideran también propias de espíritus obscenos, atávicos y por supuesto, nada funcionales. Pero no todo es medievalismo y bayoneta en esta propuesta. De acuerdo a las últimas tendencias en política, también queremos un gobierno de última temporada, es decir, multi- nivel. La llamada gobernanza multinivel, si es democrática, implica la aplicación sistemática del principio de subsidiariedad en todos y cada uno de los niveles donde se toman las decisiones, tanto políticas como económicas.

Del principio de subsidiariedad política se infiere que el poder de decisión ha de ser distribuido entre los diferentes niveles de gobierno. Es decir, que los niveles inferiores, instituciones munici- pales y diputaciones en el caso de la CAV y Nafarroa, sean empoderados de forma que todo aquello que puedan llevar a cabo dichos niveles, lo realicen: desde recogida de basuras hasta colecta y regulación de impuestos.

El principio de subsidiariedad política debe democratizar el poder y la toma de decisiones haciendo que las instituciones más cercanas a la ciudadanía tomen aquellas decisiones que afectan al bienestar común. Son estas instituciones las que además resultan más fáciles de controlar por parte de la ciudadanía. Y de eso trata la soberanía popular y la democracia: del control popular sobre las instituciones y el gobierno. Y de eso trata la democracia vasca soberana y federal.

Euskal Herria siempre ha rechazado el modelo jacobino tanto español como francés, porque dicho modelo ni respeta ni reconoce la pluralidad de gentes y territorios que forman Euskal Herria. Si reclamamos el derecho de autodeterminación como un principio democrático básico, también Euskal Herria deberá respetar el derecho de autodeterminación de sus territorios. Y proponer la centralización para construir nación no es más que repetir el esquema del estado nación jacobino y antidemocrático hoy en crisis. Insistimos por tanto en que la democracia del siglo XXI requiere que el poder esté repartido.

Y en este aspecto Euskal Herria bien podría ser un modelo de democracia federal, donde las instituciones territoriales, más cercanas a la ciudadanía y que confi- guran y aseguran además la distribución de poder a lo largo y ancho del territorio fueran eficaces, no en el sentido economicista de costo-beneficio, sino democráticamente eficaces. Todo estado federal es más complejo que uno unitario-centralizado, pero también es mucho más rico social y políticamente.

En términos capitalistas y cortoplacistas es más ineficiente, pero puede ser mucho más efectivo democráticamente, y por tanto, en términos de cohesión socio-económica.

La complejidad federal no deviene en ausencia de perspectiva nacional, y si no miremos a Alemania, Austria o Suiza. La ausencia de perspectiva nacional resulta de que los y las gobernantes y agentes sociales no tengan, ni actúen con, perspectiva nacional. La estructura política de Euskal Herria tiene y tendría que asegurar el respeto a la pluralidad territorial, social y política, porque ello facilita un reparto más equitativo de la producción y del conocimiento, y por tanto de la riqueza y el bienestar.

Ahora bien, por ahora no parece que Europa nos vaya a obsequiar con pluralidad, riqueza y bienestar, y mucho menos con un Estado Vasco Federal. Pero siempre hay alternativas.

Podemos seducir a Europa. Seducirla para que nos devuelva la soberanía que le ha quitado al estado español y nos aumente el tono. Nos costará, porque Europa no sólo es muy celosa de la soberanía de sus grandes estados-nacionales, es también escurridiza, tejida en la guerra, con olor a excesividad y una antigua fisiología aristocrática. Podemos, con un canuto en la mano izquierda acariciarnos el muslo con la derecha y mostrar nuestra mirada más penetrante al negociar, mientras nos frotamos, suavemente, de Escocia a Gibraltar. Pero Europa también tiene mirada implacable y roce intenso, además de ninguna inherente predilección por la calma, aunque muestre imparcialidad ante las eróticas hachas sureñas y el canibalismo nórdico.

Otra alternativa es la estrategia catalana: La seducción a España. Podríamos acercarnos al estado Español por detrás y rodearlo por la cintura, envolverlo entre nuestras piernas, palpar sensualmente sus labios madrileños y lamer con serenidad sus montes y llanuras castellanas hasta que delirara, oh pétalo de rosa, recién llovida, recién nacida, hasta que se sintiera poseído por el mismísimo cosmos, vaciado de todos sus secretos y todas sus armas... O también podemos seducirnos entre nosotras y nosotros y construir el estado vasco federal, democrática pero unilateralmente.

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