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Inexorable rescate global

Como el día sigue a la noche, el rescate en toda regla del Estado español es ya inevitable. La cuestión no es si habrá o no rescate global, sino cuándo y cuán grande será. Los indicativos económicos hablan por sí solos: la economía colapsa, la salud financiera de las autonomías empeora crónicamente, la implosión de los mercados inmobiliarios, la prima de riesgo vuelve a romper su techo y la rentabilidad del bono del Estado supera las cifras de no retorno. El rescate a los bancos, el reiterado desmentido del Gobierno de Madrid al inevitable rescate o la presentación pública del Memorándum de Entendimiento han sido meras cortinas de humo, un juego de espejos que no ha impresionado a los mercados. El PP puede seguir inventando palabras para no llamar a las cosas por su nombre, ensimismándose en su enésima obra a la ineptitud, Rajoy puede seguir escondiéndose y negándose a dar explicaciones, pero la realidad es tan innegable como inexorable es el rescate general. E, internacionalmente, es un escenario ya asumido y prácticamente unánime.

Uno es libre de agarrarse a un milagro de última hora. Madrid apunta a una intervención masiva del Banco Central Europeo como pócima mágica. Pero el propio presidente del BCE, Mario Draghi, se ha encargado de desenmascararlo al defender que esa institución no está «para solucionar los problemas financieros de los estados, sino para asegurar la estabilidad de los precios». La pérdida de confianza en el Estado español es generalizada y al más alto nivel. El ministro español de Economía, De Guindos, visita hoy a su homólogo alemán Schäuble con la esperanza de un nuevo capote salvador germano, pero se equivoca de plano y persiste en el error.

Alemania mira ya a Grecia con la esperanza de que esta acepte una salida unilateral del euro. Cada día son más las voces en Alemania que creen que han llegado al final de la carretera y, sin garantías, no debe haber más ayudas. Hace un año Grecia ocupaba el ojo del huracán que hoy ocupa el Estado español. Un año después, los problemas son los mismos. Las respuestas económicas, igualmente fallidas. La crisis es la misma, pero muchísimo más grande.

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