CRíTICA: «Cumbres borrascosas»
Andrea Arnold puede hasta con Buñuel
Mikel INSAUSTI
La mejor adaptación que se haya hecho jamás del eterno drama romántico de Emily Brontë es la del 2011, lo que viene a contradecir la falsa teoría de que los clásicos ya han sido exprimidos por el cine y no admiten otra vuelta de tuerca. La realizadora inglesa Andrea Arnold supera de largo a la versión hollywoodense filmada en 1939 por el maestro William Wyler, dejando desfasada su teatralidad. Y también, aunque me duela reconocerlo, hace palidecer a la surrealista e irreverente lectura de Luis Buñuel en la mexicana «Abismos de pasión».
La nueva «Cumbres borrascosas» ofrece una visión brutal e inmisericorde de la dura forma de vida que llevaban los habitantes de los páramos de Yorkshire a principios del siglo XIX, en un atravemiento sin precedentes que quita la razón a una Emily Brontë que, con su estilo poético y su lenguaje culto, quiso dulcificar la realidad de la época. Sus personajes le han sido robados por Andrea Arnold, que los hace hablar poco y mal, con dificultades de expresión solventadas a fuerza de exabruptos y palabrotas propias del entorno rural en plena naturaleza salvaje al que pertenecían.
Andrea Arnold es una verdadera y valiente autora fiel a un estilo personal, razón por la que «Cumbres borrascosas» no difiere de las ambientaciones documentalistas en el mundo actual vistas en «Red Road» o «Fish Tank». Se rebela contra el maniqueo concepto de «película de época», consiguiendo actualizar un tema novelesco sustentado originalmente en un conflicto de clases. Para hacerlo comprensible al espectador de hoy en día, introduce el problema más candente de la marginación por motivos raciales. La figura protagónica de Heathcliff, descrita en el papel impreso como la de alguien agitanado, pasa ahora a ser la de un esclavo negro, interpretado de niño y de adulto por actores afroingleses.
Pese a su estilo contemplativo, Arnold se las arregla para profundizar en su psicología, que es la de un ser resentido y violento, cuyo amor por Cathy se vuelve destructivo. No podía ser de otro modo, tras los maltratos recibidos, sobretodo por parte del hermanastro, junto con la imposibilidad de vivir al lado de su amada, casada por interés con un blanco.