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La huerta del sol: soberanía alimentaria contra el paro en un mercado de Madrid

Alberto Rosón y Marcelo Marotti llevan dos y tres años en paro. Ahora, junto a dos compañeros de la asamblea de desempleados de Madrid, gestionan un puesto de alimentación ecológica en el mercado de San Fernando, en Lavapiés. Una alternativa, todavía embrionaria y por ahora no rentable, para un Estado en el que una de cada cuatro personas no tiene trabajo.

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Alberto PRADILLA

«La vida del parado es ver cómo las cosas se deterioran». Alberto Rosón, de 57 años, se quedó sin trabajo hace dos. Pasó de encargarse de la logística de «una multinacional de latas de refrescos» a verse en la calle, «con otros cinco millones» en las listas del desempleo. Buscó y rebuscó. Tiró de teléfono, de contactos, de webs. Y nada. «El paro es ver cómo el grifo de casa se estropea y no tienes dinero para cambiarlo», repite. Bien lo sabe este madrileño de Fuenlabrada que cada mes hace malabarismos contables para que los cuatro miembros de su familia cubran las necesidades básicas con 426 euros de subsidio. Su mujer y su hija, también desempleadas. El hijo, con más contratos que días tiene el mes, aporta lo que puede. No hace falta ser economista para darse cuenta de que siempre entra menos liquidez de la que hace falta.

Tras dos años de reparto masivo de currículums, llegó a la conclusión de que el sistema no le ofrecía opciones. Así que, al mismo tiempo que seguía con su búsqueda infructuosa («hay que vivir, se necesita dinero»), el 15 de julio del año pasado comenzó a tomar parte en la asamblea de desempleados surgida dentro del 15M. Allí se congregan, dependiendo del día, entre ocho y 40 personas. Se organizan protestas (fueron muy activos en la marcha de parados), se tejen lazos solidarios y se construyen fórmulas de autoempleo. La primera de ellas, la única que ya está en funcionamiento, es «La huerta del Sol», un puesto en el mercado de San Fernando, en Lavapiés. Está en marcha desde mediados de mayo y sirve productos ecológicos tratando de compaginar «un precio justo para los productores» castigando lo menos posible el bolsillo de los clientes. En lo que a ellos respecta, Rosón explica que su objetivo es «crear trabajos estables». Una alternativa para un Estado en el que uno de cada cuatro está en paro y donde no se prevé mejoría hasta, al menos, dentro de dos años.

«Ya no busco patrón. Me han explotado toda la vida». Rosón lo deja claro mientras echa un vistazo al puesto. En el mostrador, quesos, pan, miel u hortalizas. «Son todo productos de la zona. El queso, elaborado a partir de leche de cabra guadarrameña, de la que solo quedan 9.000 ejemplares. El vino; producido en Madrid. También el pan», explica Marcelo Marotti. Este argentino de 55 años acumula ya dos décadas en el Estado español. Hace tres años trabajaba en un hotel en la Costa del Sol y, desde entonces, solo ha podido obtener pequeñas chapuzas. El período máximo de contrato ha sido de un mes. Ahora, aguanta con los 426 euros del subsidio en un piso compartido del centro de Madrid. Junto a Rosón, forma parte del núcleo de cuatro a cargo del comercio.

Dos meses con el puesto en marcha

«Esto simboliza una posibilidad. Para nosotros, pero también una alternativa al capitalismo o a las grandes superficies», afirma Marotti. La idea surgió vagamente en Sol. De ahí llegó la asamblea de parados. Y, con ella, los distintos estudios sobre producción y consumo, los planteamientos de soberanía alimentaria o de rehabilitación de algún municipio despoblado. «Este mercado estaba semivacío y a punto de ser adquirido por una gran cadena. Finalmente se echó atrás y surgió la posibilidad de coger el puesto».

La filosofía es de autogestión. «Ni pedimos préstamos a la banca ni subvenciones», remarca Rosón. Aunque para poner en marcha una iniciativa como esta era necesario un mínimo de capital. «Recurrimos a amigos y a donaciones», explica. «Tampoco estamos para que la gente trabaje gratis». Lo que se busca es «otro tipo de relaciones, basadas en la reciprocidad».

Con estos principios, Rosón enumera sus múltiples proyectos. Desde los amplios, como una cooperativa, hasta las pequeñas urgencias, como arreglar pequeños desperfectos. «De momento no nos da para subsistir, pero calculo que llegaremos a crear uno o dos empleos con su Seguridad Social», indica. Por ahora, todo es sin ánimo de lucro y trabajo voluntario. «No es solo una tienda». Además, añade que «está previsto crear una fórmula de comercio on-line, lo que podría generar uno o dos puestos más». Pese a los dos meses que lleva en marcha el puesto, las facturas siguen asfixiando a Rosón o Marotti. «Tampoco hay beneficios para un consejo», bromean. Sin embargo, el tenderete constituye el símbolo del «sí se puede». Un lema que se corea, cada vez más, en muchas de las marchas que tienen lugar en Madrid.

 

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