Habituado a esa Hallé tan flojita de la época de Barbirolli -grabaciones bastante antiguas, lo reconozco- me llevé una sorpresa estupenda al encontrarme con un conjunto en un estado de forma magnífico, con una sección de cuerda precisa y potente y unos vientos madera excepcionales -¡vaya clarinetista!-. Y que además respondía tan bien a las órdenes de un Mark Elder que lleva ya doce años guiándola artísticamente.

Dejando a un lado la obra con que iniciaron la velada, un Debussy tardío lleno de claroscuros que Elder diseccionó dejándolo demasiado expuesto a la obviedad, el resto del programa rayó a gran altura precisamente por esa claridad con que abordó el británico las interpretaciones. Al célebre «Concierto para violonchelo» de Elgar se le aplicó una visión clásica y contenida que permitió al solista Gary Hoffman lucirse a sus anchas, sobre todo en los pasajes de más amplio vuelo lírico, donde pudo hacer gala de un sonido arrebatadoramente cálido y un elegante fraseo. Pero fue la «Vida de héroe» de Strauss lo más excitante de la velada. Elder lo abordó desde un punto de vista casi estrictamente musical, quitándole de encima esa pátina de pomposidad y subjetividad filosófica a que esta página tiende con facilidad.

El británico ordenó cuidadosamente las conexiones formales del poema sinfónico, llevándolo desde principio al final con una lógica musical esclarecedora, sin por ello olvidarse de la dulzura y la ironía, tan importanes en Strauss. Y el resultado fue sencillamente fantástico.